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Una noche de copas una noche loca

Susana y Elvira Susana y Elvira, 3/3/2009

Por Susana

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El gran tema de Maria Conchota Alonso vuelve a ser mi banda sonora, después de un par de años en los que la seriedad y buenas costumbres hicieron mella en mí.
Ocurrió el sábado. Salí, como una noche cualquiera, con los mismos de siempre. La noche no deparaba mayores emociones, diferentes a meterme en un sitio atestado de gente con ganas de ahogarse en alcohol. Yo era una mas de esas personas, quería bailar, tomar y divertirme. Todo iba de acuerdo a los planes. Pedimos una botella de ginebra, tónica como pasante, comenzamos a tomar y nos metimos en una charla trivial, como siempre. La noche era perfecta: manes y viejas listos para perder el conocimiento.
 
No se en qué momento entró un nuevo ingrediente a esta rutinaria diversión. Pero ¡sí que fue un nuevo gran ingrediente! Su nombre: Jack. Sus señas particulares: inglesito delicioso que llegó a Colombia hace un par de meses a trabajar en un par proyectos de cooperación entre ambos países (por lo menos eso me dijo), no habla una gota de español, es alto, muy alto, pero a diferencia de los príncipes Harry y William no es mono desabrido sino que es un brunette bien churro. Llegó a Colombia hace poco más de dos meses y estará poco.
 
Pues bien, Jack se me acercó, y con ese desparpajo europeo me preguntó si hablaba inglés. De haberle respondido negativamente habría hecho un gesto de lástima y se hubiera ido hacia la mesa del lado. Y así hubiera estado toda la noche, buscando una colombiana divertida que hablara inglés y le mostrara ‘the latino charm’. Pero contó con suerte. Le dije que si y procedí a preguntarle qué se le ofrecía. Jack, muy directo, me dijo, “hablar con una colombiana bonita y pasar un buen rato”. Y llegó al lugar indicado. Hablamos, bailamos y tomamos. Procuré no perder el conocimiento porque ya no estaba en un lugar seguro. De haber seguido solo con mis amigos, según los planes, hubiera puesto mi hígado a prueba, una vez más. Pero no, con Jack a bordo tenía que mantenerme bien, lista para lo que se “ofreciera”.
 
Y se ofreció. Cuando ya eran las 2:30 am y nos echaron de este lugar, nos fuimos a seguirla, Jack, mis amigos, los de él y yo. Jack estaba bien intenso, yo nunca lo rechacé y bueno, como dice Pepe: “en tiempo de guerra cualquier hueco es trinchera”. Llegó el momento de tomar decisiones y, en efecto, decidí irme a su apartamento. Como “desconfianza es mi segundo nombre” (como también dice Pepe) les di a mis amigos todas las indicaciones del mundo, en caso de que el apellido de Jack fuera ‘El Destripador’.
 
Pero todo lo contrario, su apellido resultó ser ‘De Marco’. Gran, gran, gran noche la que tuve por cuenta suya. Reservaré un próximo post para contarles en detalle qué fue todo lo que Jack me hizo. Basta con decirles que nuestros engranajes funcionaron como los de un reloj suizo, que tiene un gran equipo, que goza de la vitalidad del Demonio de Tasmania pero con la gentileza de Minnie Mouse, que los gemidos en inglés suenan mejor y que Hugh Grant (el que contrataba prostitutas para que le hicieran blow jobs mientras Elizabeth Hurley lo esperaba en la casa) ya no es mi primer referente cuando pienso en un ‘british volcano’.
 
Cuando terminó la jornada el sol ya estaba saliendo y decidí irme. Me pidió que me quedara. Pero no, como me conozco se que podría quedarme dormida hasta las dos de la tarde. Y eso no podía pasar. Recuerden todo lo que sufrió Virginia Dickens por tomarse ese tipo de licencias. Entonces me vestí y me despedí con un gran beso. Cuando iba de salida me pidió el número y yo, disimulando mi cara de gran sexo y entera satisfacción, lo anoté en un papel y salí dignamente. Y llegué a mi casa a dormir sola.
 
Han pasado un par de horas. En este momento es domingo, seis de la tarde. Aunque es la hora suicidio, en la que la depresión de los que trabajamos se dispara al pensar que en doce horas estaremos de vuelta en la oficina, ¡yo no puedo con esta felicidad que me invade! A pesar del guayabo y de haberme acostado a las siete de la mañana, ya arreglé el arrume de libros que acumulo hace dos años, limpié el polvo de toda la casa, lavé ropa, me hice el tratamiento completo de belleza (masaje en el pelo, exfoliación, uñas, masaje en los pies…) y ahora escribo el post para compartirles mi dicha. Y si en este momento me invitan a jugar un partido de fútbol, me pongo los guayos y me apunto de una.
 
A diferencia de Maria Conchita Alonso, que le confesaba arrepentida a su novio (por teléfono, según el video) que se había echado a un man por andar borracha, yo les digo con toda la emoción y dignidad del caso que anoche me fui de fiesta y tuve mi ‘one night stand’ con un inglés churrísimo, y que, además, estoy lista para arrancar una nueva semana con toda la emoción del mundo. Y, aunque seguramente no lo vuelva a ver, Jack hizo una gran obra: hacerme pasar de verano a primavera en un par de horas. ¡Qué vivan Jack y los de su clase!


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