¿Puede el periodismo crear compresiones menos banales de moda?

revista FUCSIA, 20/7/2014

La industria es cada vez más madura y necesita ser pensada a conciencia. Por eso, los medios de comunicación tienen el papel de sacarla de la banalidad en la que a veces la insertan, dice la editora de la revista FUCSIA, Angélica Gallón.

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Por: Angélica Gallón, editora revista FUCSIA

“Estamos sobreinformados por crónicas periodísticas y subdesarrollados en materia de inteligencia histórica y social del fenómeno”, me dijo en una entrevista, durante la Feria del Libro de Bogotá, el teórico Gilles Lipovetsky. La frase retumbó de inmediato en mis oídos. ¿Por qué este gran pensador planteaba una disyuntiva, casi una oposición, entre el verdadero conocimiento acerca de la moda y el periodismo? ¿No debería ser este último, con sus múltiples revistas y cubrimientos estrafalarios, el que nos permitiera desentrañar ampliamente la moda?

Luego, su sentencia fue cobrando un sentido aún más preocupante, que hizo detonar en mí todo un acto de contricción: es posible que el periodismo se haya quedado corto en su obligación de permitir una comprensión de la moda. Este sacudón que, sin saberlo, Lipovetsky suscitó en mí, me llevó a pensar en la urgencia de que, desde los periódicos y revistas, se dinamice y promueva un nuevo interrogante sobre la moda. 

Esta no puede seguir siendo identificada como simple manifestación de pasiones vanidosas o distintivas. La moda ya no es un placer estético, un accesorio decorativo de la vida colectiva. Su condición efímera y desapegada de la tradición, tan única, empieza a ser reproducida en otras esferas como la economía y la política, y de esta manera se convierte en piedra angular de nuestro tiempo y, como tal, requiere un periodismo que esté a su altura.

“¿Por qué cree que la idea de que la moda está vaciada de sentido ha sobrevivido a lo largo de los siglos?”, le pregunté alguna vez a la gran pensadora Valerie Steele, curadora del museo FIT de Nueva York. Contestó enfática: “La moda ha sido calificada como frívola por dos razones: porque ha estado asociada al cuerpo, no a la mente o al alma, y porque siempre se ha asociado a las mujeres, tradicionalmente el sexo negado”.

¿Qué puede hacer entonces el periodismo para contribuir a desmontar la banalización de este fenómeno? Lo primero que quizás deba plantearse es que la moda no puede entenderse a través de sus meras definiciones o descripciones, que es donde la mayoría de revistas solemos quedarnos, hay que tratar de asumir la moda más bien desde esas múltiples y muchas veces soterradas relaciones que entabla con el mundo, y con universos disímiles como la política, la educación. Hay más de política en la forma como consumimos y usamos nuestro cuerpo de lo que creemos.

Los comunicadores, en la amplia gama de nuestras actividades, tenemos una misión más importante que la mera información y réplica de las tendencias. Ser periodista de moda debe ir entonces mucho más allá de adjetivar y tomarse una foto de los zapatos de turno en Instagram. Demanda necesariamente una indagación acerca de historias sobre la belleza y el cuerpo, como lo ha sabido hacer Judith Thurman, editora de moda y literatura de la respetada revista The New Yorker, o escudriñar en territorios ajenos, como lo hizo Mercedes Ibaibarriaga en la revista Gatopardo, en su artículo “Detrás del Evo fashion”, en el que lejos del mero recuento episódico del saco a rayas que le sirvió a Evo Morales para desafiar todos los protocolos, intenta develar las estrechas relaciones entre la moda y el poder.

Los periodistas de moda deberíamos formar parte más activa de los debates sobre el cuerpo y la belleza, la gordura, la delgadez y las tallas, y arrebatarle a las celebrities y los noticieros de farándula el único lugar en donde se reporta sobre el cuerpo. Deberíamos comprender que cuando hablamos de marcas y de su poder en el mundo es necesario dejar de ver la moda como un mero consumo de objetos. Hace rato que la moda dejó de reducirse a una posesión de cosas, porque si así lo fuera, nos bastaría con un par de botas y una cartera. Pero no, acumulamos y acumulamos porque no compramos ropa, ni carteras, ni zapatos, compramos identidad. De hecho, los teóricos la han bautizado como el “supermercado de la identidad”.

Pero, claro, buscar historias y desentrañar un fenómeno tan peculiar requiere que los periodistas sepan y se especialicen en las materias de las que hablan y escriben, no con el fin de perpetuar el tono excluyente con el que se suele ver la moda, sino para lograr que se llegue a una comprensión colectiva que le permita ver al gran público consumidor de medios que cuando se habla de moda también se discierne sobre cosas importantes que determinan la vida social. ¡Tenemos un gran reto por delante!

*Editora general de la revista Fucsia. Durante ocho años se desempeñó como editora de moda del diario El Espectador. Hace cinco años dicta la cátedra Moda para Incomodar en la Universidad Javeriana. Es catedrática además de Esden y la Colegiatura de Medellín.