¿Cuál es la medida del amor?

Adolfo Zableh, 25/6/2015

Hay una frase de San Agustín que dice que la medida del amor es amar sin medida. Pero uno que es humano tiene que medir todo. Entonces, no se agarre de lo primero que encuentre porque va a descubrir que hay personas que en la teoría sí, pero en la práctica no.

Hay una frase de San Agustín que dice que la medida del amor es amar sin medida. Se la atribuyen, aunque vaya uno a saber si de verdad la dijo porque vivió hace más de mil quinientos años. ¿Ha visto las redes sociales? Están llenas de frases de superación de García Márquez que no son suyas, y eso que el nobel murió hace apenas un año. Eso de amar sin medida es para santos.

Uno, que es humano, tiene que medir todo, desde el sueldo hasta las calorías que come. Yo no sé cuál será la medida del amor, solo sé que todo lo que salga del corazón, si se da con honestidad, no tiene pierde.

Lo que pasa es que nos vivimos autosugestionando con todo, tratándonos de convencer de que lo que la vida nos pone al frente es lo indicado. Gente que dice estar feliz con su trabajo, pero cuando lo pierde habla miserias de él. Lo mismo con el amor. Pregúntele a cualquiera cómo va su relación y le responderá que de maravilla. Luego, meses después, cuando le cuente que todo terminó, se enterará de lo infernal que era o lo muerta que estaba.


Foto: Ingimage


Y eso ocurre porque agarramos lo primero que encontramos, mezcla de pereza y miedo. Pereza de salirnos de nuestra zona de confort, y miedo a quedarnos solos. El otro día fui a una fiesta y estaba repleta de personas que conocía desde hace más de veinte años. Ninguna era mi amiga, pero todas habían pasado por mi vida en forma de compañeros de estudio, vecinos, compañeros de equipo de fútbol, amigos de alguna exnovia y hasta amantes. Dos décadas y seguimos siendo los mismos con las mismas, a eso se le llama zona de confort.

Y del miedo, ni hablar. Nos imaginamos muriéndonos solos, junto a un gato, descubiertos dos semanas después porque el vecino reportó un olor raro, y salimos a la calle a ver qué hay disponible. Por eso nos cuadran citas a ciegas y coqueteamos con cualquiera que nos parezca elegible. Ya no escogemos a nuestra pareja porque en realidad nos guste, sino porque es bonita, inteligente, educada, honesta, generosa y hasta divertida.

Aunque lo de divertida es debatible, uno ve a cada mujer emparejada con tipos que trabajan en finanzas y que tienen menos gracia que un tsunami.


Las mujeres suelen decir que buscan un hombre que las haga reír. Yo creía que era cierto y me dediqué a payaso, pero se me fue la mano y terminé mal. Lo que ellas buscan por encima de cualquier otra cosa es sentirse seguras. Si lo de reír fuera cierto, el elenco de Sábados felices se habría casado con las mujeres más deseadas del mundo.

Entonces pasa que nos enamoramos de los otros por sus virtudes, porque estamos convencidos de que quien las tenga nos va a hacer feliz. Yo me cansé de meterme con mujeres que en teoría sí pero en la práctica no.

Me aburrí de buscar la compañía de cierta gente solo porque es buena. El amor, el de verdad, no es políticamente correcto. ¿Sale con un hombre con el que sí, pero no? ¿Está cómoda pero no se derrite por él? Ese no es el suyo.

Si el tipo, por su parte, se pierde semanas y aparece después con cualquier pretexto y vuelven a intentarlo, tampoco está seguro de lo que siente. Esas relaciones es mejor dejarlas. Yo conozco gente que lleva años perdiéndose y encontrándose con la excusa de que siempre alguno de los dos está con otra persona. Es mentira, cuando uno quiere estar con alguien, está.

A mi psicóloga le aprendí que hay que ser honesto, porque si empezamos a mentirnos, terminamos afectando a todo lo que se nos cruce. ¿Ha oído de la intuición? Usted conoce a alguien y sabe de inmediato lo que siente. No tiene que ser amor a primera vista, pero esa sensación que le despierta de arranque, eso es. Es como comprar ropa.

Cuando encontramos la prenda adecuada no necesitamos medírnosla tres veces, mirarnos al espejo desde todos los ángulos ni pedir la opinión de nadie; sabemos que esa es. Si no me cree, pregúntele a la gente que hace esta revista.


Afolfo Zableh, columnista de Revista FUCSIA. Foto: Paloma Villamil


Hubo en mi vida una mujer con la que yo no era yo. Me hacía sentir como colegiala virgen y tartamudear más de la cuenta.
A ella le escribí cartas como no se las he escrito a nadie. Sé que era amor por eso y porque si todos los hombres del mundo sintiéramos por ella lo que yo sentía, nos habríamos matado.

Dice mi psicóloga que eso pasa porque cuando estamos cerca de alguien que nos gusta, el alma vibra.
Yo no sé si tengo alma, y menos si vibrará, aunque sí temblaba un poco cuando se me acercaba. A esa mujer le dije alguna vez que la quería más que al fútbol. Esa, creo, es la medida del amor.

*Por Adolfo Zable, columnista Revista FUCSIA.