¿Los hijos o la carrera?

Revista FUCSIA, 14/12/2014

Las mujeres no estamos acostumbradas a mirar a largo plazo, de ahí la importancia de tratar de conciliar la vida laboral con la crianza de los hijos, es decir, tener independencia económica.

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Por: Lila Ochoa, directora revista FUCSIA

Hace 40 años a ninguna mujer se le hubiera ocurrido que podía escoger en qué momento tener hijos. Para empezar, el 90 por ciento de ellas se casaban muy jóvenes y pocas pensaban en hacer una carrera o trabajar. Ocuparse de los niños, del marido y de la casa era su deber.

Y aunque hoy los musulmanes piensan que una buena mujer es antes que todo madre, las mujeres occidentales piensan distinto, pues la sociedad cambió. Así como pedimos la igualdad de derechos, nos toca aceptar la de responsabilidades.

En primer lugar, en caso de divorcio los hombres piensan que el trabajo que hace la mujer de cuidar a los niños, ver que todo funcione en la casa y cuidar de él, no merece remuneración. En Colombia, después de una separación la mayoría de las mujeres se quedan sin un peso, pues los hombres no han asumido que no se pueden zafar así no más del compromiso de tener unos hijos y una esposa.

La determinación de dedicarse a la crianza se debe tomar en pareja, no es una decisión unilateral. Y aunque hoy en día pocas se pueden dar el lujo de no trabajar, y cerca del 68 por ciento de ellas están empleadas, muchos maridos prefieren que sus esposas los apoyen quedándose “juiciosas” en la casa.

Hace diez años se puso de moda dejar la carrera, abandonar el trabajo y convertirse en yummy mummy (mamis deliciosas), como las llaman los gringos. Hacían tortas de cumpleaños perfectas, preparaban las mejores loncheras, estaban en todas las actividades del colegio, en una palabra, eran las mamás perfectas, y se creó un culto alrededor de ese concepto, pues esas mujeres querían demostrarle al mundo que podían dominarlo todo. Hoy el resultado de esta práctica parece inexorable: un marido aburrido de oír solamente historias sobre las clases de ballet, el partido de fútbol que perdió el hijo menor o lo caro que está el mercado, que se enamora de una mujer más joven y deja a la esposa desolada y en la ruina.

Para agravar las cosas, todavía no ha llegado el día en que un juez en Colombia legisle pensando en que una mujer sacrifica su carrera y su autonomía económica por tener un hogar y una familia. Pero no solo de eso se trata pues, ¿qué va a hacer uno cuando los niños crezcan y abandonen el nido? ¿Quién le va a dar trabajo a una mujer de 50 años que hace 20 no trabaja? Y aunque suene cruel, ¿cuál es la compañía que quiere mujeres de 50 años como empleadas? De ahí el peligro a renunciar al trabajo cuando se está en la cúspide de una carrera.

Eso no quiere decir que yo no profese un infinito respeto por las mujeres que se quedan en la casa y por lo hombres que así lo asumen. Lo malo es que de eso no hay mucho. En la vida pueden pasar muchas cosas y de un momento a otro todo puede empezar a salir mal, y hay circunstancias que pueden sobrevenir, como que el marido se muera, se quiebre o se vaya.

La moraleja, aunque suene muy drástica, es que es conveniente para las mujeres buscar durante los años de crianza de los hijos un trabajo de medio tiempo o con horarios flexibles, pero jamás abandonar una actividad productiva. Igualmente, conservar en lo posible una vida propia que les permita sobrevivir, pues aceptar el “quédate en la casa y cuida los niños” sitúa a las mujeres en una posición vulnerable. 

Pensar a largo plazo es algo que no solemos hacer las mujeres, acostumbradas como estamos a creer que alguien se va a hacer cargo de nosotras de por vida. El cuento de la abuelita tejiendo croché en una mecedora quedó definitivamente desueto. Cuando, según lo dicen las estadísticas, la vida útil de una persona se ha alargado hasta los 90 años, es un deber de cada una de ellas tener algo que hacer a los 70. “Es mejor prevenir que tener que curar”, como decía mi abuela.