Cosas que no entendemos de las mujeres
Me trajeron a FUCSIA para hablar sobre mujeres desde la perspectiva de un hombre, así es que aprovecho este espacio para mencionar cosas que nunca he entendido de ellas, y quizá nunca entienda.
Por: Adolfo Zableh Durán
Necesitan admirar a su pareja
¿Por qué? ¿No es una actitud antigua y machista? Entiendo que antes el hombre fuera el proveedor, y entre más exitoso, mejor podía mantener la casa. ¿Pero ahora que las mujeres trabajan también, qué diferencia hay? Ustedes necesitan que su pareja se destaque en lo que hace, y entiendo, no está mal, ¿pero por qué tiene que ser tan determinante? Yo nunca he oído a una mujer bonita y millonaria decir, “Te presento a mi novio. Se llama Humberto, es obrero y se gana el mínimo, pero me hace reír, tiene un gran corazón y es un polvazo”.
Nosotros no le ponemos mucha tiza al asunto. No nos metemos con cualquiera, pero nuestra pareja no tiene que despertarnos demasiada admiración, con que no tenga vocación de mantenida y sea una buena mujer, todo está bien.
¿Importa el tamaño?
En este asunto he oído tantas respuestas como existen mujeres en el mundo. La mayoría dice que no, que lo importante es cómo se mueva el hombre, pero no me convence. Y entiendo que aunque no tiene que ser gigante, tampoco debe ser diminuto. Hay estudios que dicen cuál es el tamaño ideal de acuerdo a la raza, pero nada de eso importa cuando uno se mira desnudo frente al espejo. Hay un secreto que ustedes guardan y que pocas veces lo revelan: más que el tamaño, es más importante el grosor.
La obsesión por los zapatos
Una vez mi sicóloga me dijo que cuando ustedes veían a un hombre, razonaban más o menos así: qué bonitos zapatos, me gusta él. No sé si aplique igual para todas, y si la relación sea así de inmediata, pero las mujeres viven obsesionadas con los zapatos, los propios y los ajenos.
Les tengo una noticia: los hombres no miramos zapatos, ni los nuestros ni los de los otros hombres; tampoco los de ustedes. Nosotros podemos repetir el mismo par durante una semana entera y no pasa nada. Igual, ustedes podrían llegar descalzas a una cita y no nos daríamos cuenta. Eso sí, entiendo la importancia que tienen en sus vidas y lo mucho que les sube el ánimo. Tanto, que los sicólogos, en vez de poner a colorear mandalas y escribir cartas para después romperlas, deberían mandar a comprar zapatos a sus pacientes. Cuando estés mal, estrena.
¿Por qué nunca tienen que ponerse?
Juro que no exagero. Una amiga tiene un clóset que mide más que un arco de fútbol (7,32 metros de ancho por 2,44 de alto) y por lo menos una vez a la semana dice que no tiene qué ponerse.
El arsenal de cremas
Nuevamente los excesos. Un hombre se bandea con desodorante, jabón y crema dental. La mujer, en cambio, tiene infinitas cremas y ninguna hace lo mismo. Está la de la cara, que no es la misma que la del cuerpo ni la de las manos. Loción, splash, jabón líquido, jabón sólido, champú que puede ser para pelo rizado o liso, teñido o con iluminaciones.
Rinse, perfume, humectante, desmaquillador y una larga lista de etcéteras. Los hombres agradecemos que una mujer se vea bien y huela rico, pero no soportamos toda la preparación. Encima, nos roban espacio cuando convivimos con ustedes. Para las cremas de la mujer se necesitan todos los compartimentos del baño y de la ducha, y un par de bandejas del clóset. Los hombres, si tenemos suerte, encontramos nuestros tres elementos de aseo en una esquina de la puerta que está debajo del lavamanos.