Perfil

La artesanía tiene futuro

Camándula , 12/2/2012

Convencida de que la artesanía representa un país, su historia y su cultura, Aída Furmanski, al frente de Artesanías de Colombia, está empeñada en apoyarla, promoverla y mostrar por fuera la cara amable del país.

Fotos: Simón/12 - Foto:

Aída Furmanski es una caleña romántica, de voz suave, pero firme, que creció oyendo música clásica y debe su nombre a la ópera ‘Aída’, y el apellido Furmanski a su marido, con quien está desde que ella tenía 17 años y él 27: “Me enamoró su experiencia, su madurez y su apreciación de la vida. Es la persona más bondadosa que conozco. El secreto para estar casados durante tantos años es que él me aguanta mucho. Tenemos tres hijos y un nieto de año y medio, Isaac, a quien adoro.

“Mi apellido es Lechter. Soy judía, pero no practicante, sino tradicionalista. Creo en Dios, en la tradición, en la familia y respeto las fiestas judías. Crecí y estudié en Cali hasta que mi papá, un cirujano cardiovascular, quiso especializarse en Estados Unidos y nos fuimos para Houston, Texas. Regresé a estudiar Arquitectura en Bogotá. Después, estudié Sicología y trabajé muchos años en mi consultorio y haciendo práctica privada con niños con problemas de aprendizaje.

“Mi vida quedó marcada por un antes y un después, cuando uno de mis hijos se enfermó. Su tenacidad, su dedicación y su disciplina para salir adelante hasta que se mejoró, me hicieron ver la vida de otra manera”. ?Posesiva, trabajadora, dedicada y exigente consigo misma, no bota nada y nunca abandona lo que empieza porque es tan perseverante, que la constancia ha sido su norma, hasta en el uso del mismo perfume, Creed, desde hace mucho tiempo.

Vegetariana, hace 25 años dejó de comer carne, le gustan los animales, pero como mascotas y quiere mucho a ‘Nelson’, su perro scottisch terrier. Es ordenada, excepto en su mesa de noche, donde en efecto hay un desorden de libros que no ha terminado, fotos, papeles, notas y tarjetas. En cambio, en el clóset mantiene alineados una cantidad de zapatos y botas, la mayoría negras, que atesora con la misma obsesión de Imelda Marcos.

Colecciona libros, le encantan la poesía, Borges, la historia, y ha estado ligada a los artistas colombianos desde que empezó a comprar arte. “Tengo una representación de obras de mi época: Luis Caballero, Olga de Amaral, María Fernanda Cardozo, Beatriz González…, en mi cuarto tengo libros, fotos, arte…, pertenezco a muchas juntas directivas, sobre todo, relacionadas con la cultura”.

Aficiones que empiezan con ‘A’ de artesanía
“Siempre he sido una amante de la artesanía y, entre muchas, tengo varios canastos de werregue del Chocó, de tejido fino y apretado, con los que los indígenas transmiten su cultura, su historia, sus conocimientos. Tengo una vajilla de Carmen de Viboral, muchas máscaras, no todas exhibidas, y sirvo el ajiaco en sopera de barro y cazuelas de La Chamba.

“No veo televisión, pero soy una gran cinéfila. Me encanta el cine serio, el aburrido: Bergman y Woody Allen son algunos de mis preferidos, me gusta el cine europeo y no me pierdo ninguna de las películas premiadas con el Oscar. Odio las de acción, el terror y las comedias tontas americanas.

“Soy nerviosa, activa y me encanta servir. Por eso, he dedicado parte de mi vida al trabajo social en Menorah, una fundación sin ánimo de lucro que se dedica a educar niñas con la convicción de que a través de ellas se está educando a sus familias. La educación es la base del progreso, ilumina el camino como las siete luces de la Menorah o candelabro judío que inspiró su nombre.

“Tenemos dos colegios en los que funcionan desde preescolar hasta bachillerato con énfasis técnico y comercial, para que estas niñas de bajos recursos salgan preparadas para un mundo laboral. Ya tenemos diez mil egresadas, con Icfes excelentes y siempre hemos estado entre los cinco mejores colegios de Bogotá. Menorah es un colegio distrital, con patrocinio de la empresa privada. Tiene departamento de sicología, de música, enviamos a los profesores a especializarse en la Universidad de los Andes, y hemos comprobado que cuando se da esta ayuda, este empuje, los colegios se disparan.

“Otra actividad que ha marcado mi vida empezó en 1989, cuando abrí la platería Galena y empecé a innovar en diseño. Nos fue muy bien, pero cuando la plata subió demasiado de precio, resolví mezclarla con artesanía. Me metí de lleno en el mundo de la artesanía colombiana y creé vínculos con muchos artesanos. Galena se convirtió en una empresa exportadora muy exitosa, reconocida en Europa, Suramérica y Estados Unidos. Posiblemente la mezcla de esas dos actividades fue lo que motivó mi nombramiento como gerenta de Artesanías de Colombia”.

Las primeras puntadas?“Aceptar este cargo me dio un poco de miedo, porque ser un servidor público es enfrentar un mundo completamente diferente. Para mí significa una experiencia enriquecedora, pero muy exigente. Entre funcionarios de planta y contratistas hay 130 personas, básicamente muchos diseñadores que apoyan los proyectos que desarrollamos.

“Artesanías de Colombia no es una empresa comercial, no produce plata, ni ese es su objetivo. Lo que hace es comprarle al artesano su producto para ofrecerle una vitrina adicional, un espacio donde pueda comercializarlo y posicionarlo fuera del país, lo que significa salir y mostrar nuestra cultura, la cara amable de Colombia.

“Artesanías atiende a la población colombiana artesanal, que es grandísima, son más de un millón de personas que viven de esta labor y otras que hacen negocios con nosotros, lo que eleva esta cifra a unos cuatro millones.?“Los artesanos requieren del apoyo del Estado para que sea viable vivir de la artesanía, para que este sea un oficio que puedan transmitirles a sus hijos, y esto se ha perdido, porque al no existir posibilidades para ellos se vienen para la ciudad, que está llena de gente sin empleo. Muchos ya son profesionales y sería muy valioso que pudieran ejercer el oficio que aprendieron desde que nacieron. Queremos darle una salida comercial a la artesanía, de manera que los hijos quieran involucrarse, ya educados y con posibilidades para manejar ellos mismos la comercialización y exportación de sus artículos.

“La artesanía no es moda, no sigue tendencias, pero el mercado ha sido tan local, que la gente que ya posee artesanía tradicional quiere a veces algo nuevo. Y es que sin cambiar los diseños ni la técnica, dentro del mismo oficio, se pueden desarrollar cosas interesantes. El artesano tiene que comercializar sin perder su tradición. Evolucionar es bueno si se hace con cuidado, conocimiento y seriedad, y Artesanías de Colombia tiene gente valiosísima, antropólogos y otros profesionales conocedores del tema.

“Es importante mostrarle al colombiano la artesanía de una forma digna, dejar de venderla en los andenes, en la calle, tirada en el piso. Si la artesanía se posiciona como el arte que es, la gente va a empezar a apreciar y a consumir más lo nuestro.

“Llevo tres meses trabajando en esta casa maravillosa, fría y silenciosa de El Claustro de las Aguas, donde me encierro y no vuelvo a ver a nadie. Madrugo mucho, me acuesto tarde y duermo poco. Por eso mando mensajes de trabajo a medianoche. Sueño con un buen masaje, pero no hay tiempo, porque este trabajo es muy exigente”.