Las razones por las que ellos y ellas se acuestan en el diván

, 12/3/2015

Tres expertos nos cuentan, a continuación, algunas de las razones más frecuentes por las que hombres y mujeres van a terapia.

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Hay que partir de una premisa antes de empezar este artículo: es imposible –y en eso estuvieron de acuerdo los tres psicólogos que entrevistamos– exponer cada uno de los casos en que una persona decide ir a terapia. Sin embargo, por cada época sí puede hablarse de tendencias que se alcanzan a reconocer en la clínica actual, y que están alejadas de catástrofes inminentes, como la pérdida de un ser querido o una enfermedad.

Sobre todo, con cada uno de los psicólogos clínicos, Luis Fernando Orduz, Karen Pacheco y Camila Gutiérrez, se habló de lo difícil que es establecer relaciones de pareja en nuestros tiempos, de cómo no nos estamos entendiendo con el sexo opuesto y de las ansiedades que viven las mujeres que decidieron independizarse económicamente de los hombres.

Aunque, como plantea Orduz, los seres humanos estamos fluctuando permanentemente entre la estabilidad y la inestabilidad –entre el movimiento y la quietud–, existen, hoy en día, posiciones, pensamientos, discursos y aparatos tecnológicos que están revolucionando nuestra subjetividad, cuestionándola al punto de generar frustraciones que se han vuelto comunes. Hay conversaciones que son cada vez más comunes en los consultorios de los psicólogos, las que siguen a continuación son solo algunas de ellas:

Nos estamos acostumbrando a la igualdad de género

Las mujeres en Colombia votamos desde hace apenas cincuenta y ocho años. Pero los debates de igualdad de género todavía se hacen sentir, en el contexto local pero sobre todo en el internacional, y repercuten en temas tan universales como la familia y el amor.

Según la psicóloga Karen Pacheco, hombres y mujeres acuden a consulta porque sus subjetividades aún no coinciden con lo que demanda el contexto. Las funciones que cumplían los géneros, tan establecidas en el pasado, se han desdibujado, y ahora las personas dudan de su individualidad y, por ende, desconfían del otro. “Los hombres entran a terapia porque no saben qué hacer con tanta actividad de parte de las mujeres, tanta iniciativa y poder. Las mujeres, atadas –a veces sin saberlo– a esta nueva independencia, se frustran porque no encuentran a un hombre que les dé la talla, la paciencia les cuesta trabajo y no saben ser conquistadas”.

Un ejemplo es un paciente de Pacheco que llegó a consulta porque decía sentir una profunda tristeza. Pasadas las citas, explicó que se preguntaba frecuentemente por su hombría y dijo estar aburrido de que las mujeres se le ofrecieran, agregando que los encuentros de sexo casual parecían más bien desencuentros. Al final, reconciliando su deseo con la visión que tiene sobre lo masculino –una visión más bien,tradicional– escogió a una mujer que “se mostraba con faltas, con espacios vacíos que él podía llenar”.

La mujer se siente sobre exigida

Según el psicólogo Luis Felipe Orduz, muchas mujeres que llegan a consulta se sienten sobre exigidas en el ámbito profesional y se confunden y frustran cuando su reloj biológico les pide cosas distintas a las que están viviendo. El deseo de formar familia y de tener hijos, que antes era una imposición, se aplaza o se niega para rendirle cuentas o bien al trabajo o bien a la academia. El problema para ellas se manifiesta alrededor de los 35, cuando empiezan a exteriorizarse lo que creen son faltantes dentro de una vida que es en apariencia estable.

Entonces experimentan una baja en la autoestima y una creciente ansiedad, que deviene de la creencia de entrar tarde a una experiencia que suponen inminente para la feminidad. Para Orduz, el reloj biológico es una realidad y debe ser parte de los debates que establecemos en torno al ser mujer. Sin embargo, explica que es la primera vez que ella puede escoger con toda libertad su camino, por lo que también experimenta la duda y puede llegar a pensar que había otras opciones de vida más adecuadas.

Así, se entiende que esta problemática tenga su némesis: a terapia también llegan mujeres que se casan tempranamente, antes de cumplir treinta años, y que sienten que no han vivido lo que vivieron sus contemporáneas: viajes, múltiples parejas, estudios de posgrado, una soltería que parece infinita.

 Según Orduz, estas mujeres, aunque insatisfechas, aparentan estar bien entre su círculo cercano, pero tienden a separarse entrados los treinta. Llegado a este punto es válido explicar, como nos contó la psicóloga Camila Pacheco, que las mujeres van a terapia mucho más que los hombres y van antes de que sus frustraciones se vuelvan insostenibles. El sexo opuesto, por su parte, espera a estar en el ojo del huracán para buscar ayuda.

Las nuevas redes sociales y el narcisismo

Los cambios no se han dado solamente en términos de discurso. Mujeres y hombres ahora tienen la posibilidad de usar nuevas máscaras a través de mecanismos como las redes sociales, sitios de citas como Tinder y aplicaciones como Whatsapp. Para la psicóloga Camila Gutiérrez estas máscaras hacen posible que la seducción se dé sin conquista, lo que hace más difícil el proceso de enamoramiento entre dos personas.

Gutiérrez dice que las máscaras, que a la larga son mecanismos de defensa contra el otro, siempre han existido, pero que ahora se han materializado a través de las nuevas tecnologías. En este ámbito, las mujeres visitan al psicólogo porque experimentan, por medio de Tinder, incontables amores frustrados; mientras los hombres dan cuenta de una imposibilidad para comprometerse. Después de todo, estas páginas y aplicaciones para buscar el amor no son sino un “catálogo de personas” –llegamos a ser mercancía– donde el juego de la conquista se convierte en una rutina extinta. Las mujeres buscan a su príncipe azul, mientras los hombres buscan sexo casual.

La frustración de ellas va aumentando con la edad y se vuelve preocupante cuando entran a los cincuenta. Internet también ha hecho propenso otro fenómeno llamado narcisismo. Hombres –sobre todo– que se enamoran de sí mismos y que salen de quicio cuando su pareja actúa de manera contraria a sus fantasías. Se sabe que Narciso se enamoró de la ninfa Eco porque estaba condenada a repetir las palabras que su interlocutor decía. Pues bien, esto no está lejos de las interacciones que suceden entre aquel que cautiva por medio de una pantalla y que constantemente puede ver en ella su propio reflejo.