París no cede su trono

, 16/10/2014

Termina una semana de locura durante la cual los mejores diseñadores del mundo presentaron sus colecciones. París ofreció una visión de muchos contrastes, que van de lo glamuroso y clásico hasta lo innovador y trasgresor, propio de los rebeldes de la moda. Y Louis Vuitton terminó por dejarlos a todos sin aliento.

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La Fundación Louis Vuitton, en el Bois de Boulogne, fue el lugar escogido para presentar la segunda colección de Nicolas Ghesquière para Vuitton, una prueba de fuego para los conocedores. El edificio, diseñado por Frank Gehry y que solamente se abrirá al público el 27 de octubre próximo, fue el escenario del espectáculo. Una locura imaginada por el más famoso arquitecto vivo del mundo bajo una fachada de curvas extraordinarias que dan la sensación de movimiento. Los más de 3600 paneles de vidrio y las cerca de 15.000 toneladas de acero empleados en su construcción marcarán seguramente un momento de la arquitectura, que convirtió a esta edificación en una obra de arte, como sucedió en su momento con el museo Guggenheim de Bilbao.

Hay que aceptar que no hay palabras suficientes para describir el espectáculo. El desfile empezó a las 10:20 de la mañana con el fondo de una decoración estilo discoteca, totalmente negra, que me recordó el desfile de despedida de Marc Jacobs. Una energía muy especial se percibía en el ambiente y tengo que confesar que me asustó un poco caminar en medio de esa oscuridad. Antes de empezar el show, se presentó un video en el que una serie de modelos anunciaron el objetivo de la fundación: “Viajar por los cuatro puntos cardinales del universo sin necesidad de moverse”.

En una temporada en la que los diseñadores están obsesionados con los años setenta, Ghesquière decidió cambiar de rumbo, y optó por una visión más contemporánea y fresca, traducida en zapatos muy al estilo glam rock, minifaldas de charol, chaquetas reversibles y gigantescos aretes de metal, elementos que brindaron un toque muy personal y que sirvieron al propósito de aportarle a la marca un aire fresco y renovado.

La idea de utilizar franjas verticales que alternan el cuero perforado con la seda estampada y el cuero de ciervo, hizo de las prendas ejemplos de alta costura que, en virtud de los rayos de luz que iluminaban la pasarela, adquirían una gran relevancia.

Las minifaldas y los minivestidos dieron el toque sexy e irreverente. Las carteras, el alma de Louis Vuitton, también sufrieron una transformación mediante la utilización de nuevos materiales, colores inusuales y formas novedosas. Si estas eran antes objetos de deseo, hoy se las van a rapar como si fueran el nuevo iPhone 6.

La colección de Guesquière es, ante todo, una opción para mujeres jóvenes con ese estilo muy parisino de blazers de botones dorados y jeans muy masculinos. Los estampados Nueva Era en colores fuertes, los pantalones rectos al tobillo, el terciopelo, una tela inusual para el verano que se está volviendo una tendencia, resumieron el cierre con broche de oro de una semana llena de creatividad e innovación.