La víctima

¡Que pase la víctima!

Odette Chahín, 14/3/2012

Hay personas a las que les gustan los perros, otras a quienes les gusta hacer ejercicio, y otras más a las que les encanta hacerse las víctimas. ¿Eres tú de esta clase de personajes?

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Si Laura Bozzo tuviera que hacer una introducción suya en su programa, ¿cómo la presentaría? A algunas de mis amigas las presentaría así: “Hoy, Laura trae algo nunca antes visto en la televisión hispana, la pobre niña rica que se ahoga en un vaso de agua, no le alcanza el tiempo para ir a tantas fiestas, no tiene vacaciones, no duerme, no folla, no tiene novio y mucho menos tiempo para conocer a alguien. ¡Que pase la víctima!” Y seguramente añadiría: “¡Ay, pobrecita, regalémosle un carrito sanguchero!”.

La mayoría de personas que visitan estos talk shows, además de que no tienen dientes, poseen un perfil similar, a todos les encanta hacerse las víctimas y lucir su miseria como un trofeo, llegan a esos límites de exposición para mendigar un poco de la atención que la vida les tiene en mora. Tal vez no logran la atención de su propia familia, pero sí obtienen 21 puntos de rating…

Todos hemos tratado de provocar lástima alguna vez para salirnos con la nuestra, desde poner cara de buey a medio degollar con las azafatas cuando llegamos tarde al vuelo que están a punto de cerrar, cuando la plata no nos alcanza para pagar el taxi o cuando poníamos semblante de enfermos para evitar hacer deporte en el colegio. Debo admitir que yo también lo he hecho. Una vez en la universidad algunas compañeras me dejaron sola haciendo un trabajo que era en grupo porque tenían “compromisos sociales” y me tocó seguir derecho, sin dormir. Para hacerlas sentir mal, me pinté unas ojeras que me hacían ver como una hermana de Anna Frank en pleno Auschwitz; apenas me vieron entrar a clase se sintieron tan culpables, que me hicieron el siguiente trabajo.

En la vida uno puede optar por tomar uno de dos rumbos en cada situación: a) hacerse la víctima y llorar hasta que se desgasten las córneas, b) volver a ponerse de pie y seguir adelante con el tramacazo. La vida es recibir coñazos como: “es que no eres tú, soy yo”, “es que no eres lo que estamos buscando para la empresa”, “es que no califica para entrar en nuestra universidad”. De paso, inserte aquí su frustración más reciente (______), pues cuanto más rápido asimilemos eso, mejor nos irá.

Algunos dirán que de lástima no vive la gente, pero existen personas que consiguen el pan de cada día a punta de ella. Una vez, en clase, un profesor nos contó que le había ofrecido a una señora indigente que cargaba a su recién nacida colocar a su hija en un lugar donde la podían cuidar y alimentar, mientras ella conseguía trabajo, y la señora le respondió algo como: “no gracias, mi hija es la que me da de comer, sin ella no me dan limosna”. Tenemos que reconocer que vivimos en una ‘lastimocracia’, más que en una ‘meritocracia’, y lamentablemente la gente piensa que puede ganar más invocando la lástima de los demás que por su propio esfuerzo.

Cuando alguien sufre un accidente grave, de esos en los que la víctima pierde alguna extremidad o la movilidad, la gente tiende a sentir lástima por ella generando una cadena que alimenta el mismo sentimiento en el afectado. Esto, en lugar de ayudarlos a salir adelante, los achanta y los hace sentir impotentes. Sin embargo, hay personas que ni en las más adversas circunstancias permiten que se las vea como víctimas, como sucedió con el increíble caso de Bethany Hamilton.

Hamilton, una surfista de 13 años, fue atacada por un tiburón que le arrancó su brazo izquierdo. A pesar del trauma, la adolescente regresó al mar en menos de un mes a enseñarse a sí misma cómo surfear sin su brazo. Su caso no se convirtió en una historia de lástima, sino en una historia de inspiración y superación para muchos. Hoy, Bethany sigue compitiendo profesionalmente y ocupando casi siempre los primeros lugares en surf femenino. Y pensar que uno por cualquier cortadita con papel quiere una incapacidad…

Es apenas normal que las víctimas de los desastres naturales, de la guerra, de los duelos del corazón, de la muerte y hasta de las pérdidas materiales, necesiten y quieran recibir ayuda y afecto de los demás, para eso están los amigos, para las malas (para las buenas tienen al resto). Pero lo importante es no quedarse atrapado eternamente en esa fase de doliente, sino resurgir de las cenizas como el ave Fénix y sacar las garras, eso sí, con un buen manicure, a enfrentar lo que venga.