Una escritora que sabe a merengue

Revista FUCSIA, 12/4/2015

La dominicana Rita Indiana se hizo un nombre en la música, pero mudó a la literatura, donde mantiene la musicalidad propia del Caribe. Será una de las invitadas a la Feria Internacional del Libro de Bogotá (FILBO), del 21 de abril al 4 de mayo en Corferias.

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¿Qué va a presentar en la FILBO?

Mi reciente novela La mucama de Omicunlé, una mezcla de ciencia ficción, novela histórica y oda al arribismo. También hablaré sobre mi trabajo en general, mis obras anteriores y lo que significa ser un creador en el Caribe hispano.


¿Por qué se fue de los escenarios musicales y de Santo Domingo?


Me fui de ambos buscando el anonimato. En Santo Domingo ya no podía salir a la calle y la tarima no me gusta para nada.


¿En qué momento el spanglish, del que usted es embajadora, se coló en la literatura?


En la literatura en general, como todo lo que está vivo, el spanglish se coló tan pronto apareció. Era una herramienta de resistencia para los poetas del Nuyorican Poets Café en Nueva York en los 70, que escribían en inglés, y en la narrativa chicana desde el siglo XIX. En mi trabajo se da el camino opuesto, escribo en español, pero utilizo un inglés a veces roto, el que usan los inmigrantes que regresan o los sanki pankis (chicos que se prostituyen con extranjeras) porque estas sonoridades enriquecen el texto y la gente nutre mis personajes.


¿Qué le ha dado a su narrativa el hecho de ser dominicana?


En mi caso, vengo de una isla compartida en la que han ocurrido cosas insólitas, como las que se narran en El reino de este mundo, de Carpentier, y La fiesta del Chivo, de Vargas Llosa. Por otra parte, es también un país sin una industria editorial relevante, con muy pocos lectores y con una novelística hasta hace poco afanada en repetir los mismos cuentos de la dictadura y el campo.


Nombres y animales cierra la trilogía de sus novelas La estrategia de Chochueca y Papi. Allí también defiende al haitiano con el personaje de Radames. ¿Por qué esa lucha en particular dentro de sus páginas?


Mis personajes nacen de una necesidad muy íntima de proyectar mis conflictos no resueltos. En Nombres y animales yo quería abordar esos prejuicios que tuve de niña y de adolescente, y que me fueron inculcados. Mirarlos de cerca para que otros puedan quizá también mirarse a sí mismos.


¿Cuál es su apreciación sobre la industria editorial en Latinoamérica?

Soy muy optimista, creo que ahora la gente lee más que antes y que estamos más conectados que antes. Argentina para un dominicano en los 70 era el fin del mundo, ahora está a un clic de distancia.


¿Dónde está la frontera entre música y literatura? ¿La hay?

La frontera para mí es la forma en que se consume. La música popular se vende mucho mejor que la literatura popular, por ejemplo, y además la música es de todas las artes la que más se impone, sale de cualquier parte y se te mete dentro. Para mí, la música siempre ha sido otra forma de contar historias.