Tras la felicidad

Revista FUCSIA, 18/9/2014

Un nuevo estudio revela que la fórmula para lucir una gran sonrisa podría consistir en no esperar tanto de las situaciones. Así se lo explicaron los expertos a FUCSIA.

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Nadie duda que la felicidad sea un asunto serio. En tal medida lo será que en 2012 la ONU realizó una conferencia al respecto y posteriormente se conoció el reporte de los países que más disfrutan de la vida, encabezado por los del norte de Europa. Buscando respuestas, un grupo de investigadores alemanes encontró que hasta las vocales cumplirían un papel destacado en el tema: la “i” resultó ser generadora de emociones positivas, mientras que la “o” suscitaría las negativas.

No puede negarse que ese camino está lleno de clichés del tipo “el dinero no da la felicidad”. Más popular aún es la frase que reza que “son las cosas pequeñas las que nos hacen sonreír”. Pues esta última sentencia podría estar en lo cierto. Ahora que los libros de autoayuda promueven la idea de que “el cielo es el límite” y que “no hay cima inalcanzable”, una nueva investigación de la University College London ha concluido que la clave está en bajar los estándares: “La felicidad no depende de qué tan bien vayan las cosas, sino de que salgan mejor de lo esperado”, le explicó a FUCSIA el doctor Robb Rutledge, encargado del estudio realizado a partir de una especie de juego de toma de decisiones y recompensas que incluyó a 18.420 participantes.

“Cuando uno obtiene un resultado, será feliz si tenía bajas expectativas. Es decir, la felicidad solo aumentará si este es superior a lo que se pensaba”. Para el experto, el hallazgo podría ayudar a entender mejor los desórdenes emocionales. Sin embargo, advierte que no se trata de una fórmula que avale el pesimismo: mientras se obtiene el resultado de una decisión, se puede disfrutar. Por ejemplo, los pensamientos positivos que generan planear una cita en nuestro restaurante favorito pueden darnos felicidad. Lo que sucede es que no ilusionarse demasiado aumenta la probabilidad de recibir una grata sorpresa.

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Al respecto, el doctor Ryan Howell, cofundador de BeyondThePurchase.org, iniciativa que ilustra acerca del impacto de la felicidad, manifiesta que se trata de que “las personas establezcan metas razonables que las motiven a adoptar hábitos cotidianos para garantizar el progreso hacia tales fines. De esta manera es muy factible que se superen los objetivos”. En marketing, por ejemplo, se ha demostrado que la satisfacción de un cliente es inversamente proporcional a las expectativas, que cuanto más se espera de una marca menos conforme se estará con ella. ¿Sucede lo mismo en otras áreas como el amor?

El peligro radicaría en fijar perspectivas irreales que suelen ser contraproducentes y destructivas. Para el terapeuta de pareja José Alonso Peña, gracias a Hollywood y a los cuentos de hadas se incurre en el error de confundir expectativas altas con inalcanzables: “Las primeras son posibles aunque lejanas. Hay que diseñarlas en función del autoconocimiento y enfocarse en obtener las herramientas necesarias para cumplirlas. Las segundas están basadas en mitos como aquel de que existen almas gemelas perfectas, destinadas a encontrarse como por arte de magia”.

 Thomas Plante, psicólogo de la Santa Clara University, responsabiliza a la cultura narcisista de hoy de que la gente pretenda que todo sea perfecto… la pareja, el trabajo, los hijos. “Por lo general vivimos haciendo comparaciones sociales, así que si nos medimos con los que tienen mucho, sentimos que tenemos poco”. Y de ahí a la infelicidad hay un solo paso.

En días pasados el novelista británico Andrew Martin reflexionó en el diario The Telegraph sobre el estudio realizado en Londres y sugirió una serie de tips para ser feliz: “Si conoces un buen chiste no lo pongas en Facebook; si no obtienes los ‘me gusta’ esperados quedarás abatido. No googlees tu nombre. Si publicas un libro no busques cuántas estrellas le dieron en Amazon. Y como no puedes evitar que te califiquen, evita mirar esas notas”.