Relaciones

Modern Family: Parejas del mismo sexo

Revista FUCSIA, 2/7/2013

Un reciente estudio asegura que los hijos de parejas homosexuales no tienen desventajas frente a los que crecen en hogares heterosexuales. ¿Es bueno tener papás gay o la familia tradicional es imbatible? Algunas posiciones agudizan el debate.

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No hay evidencia” que apoye la especulación de que los niños criados por padres del mismo sexo tienen un peor desempeño en distintas áreas de la vida. Esa es la conclusión de un nuevo reporte del Centro de Investigación Familiar de la Universidad de Cambridge, según el cual las parejas homosexuales están tan capacitados para la paternidad como las heterosexuales. Los resultados arrojan que no habría diferencias significativas entre los hijos de unos y otros. Sin embargo, pocos expertos le apuestan a esa “igualdad”.

En el 2010, una investigación publicada en Pediatrics explicó que, en efecto, las distinciones existen, y favorecen a quienes tienen dos mamás o dos papás. Planteaba que los niños de estas uniones tienen menos problemas de comportamiento, una mayor seguridad y mejores resultados académicos.

 El boom de series que tratan el fenómeno como Modern Family y The New Normal, y la paternidad de celebridades homosexuales como Elton John y Ricky Martin, parecían apoyar esta teoría hasta que, el año pasado, un análisis habría demostrado lo contrario: nuevamente se estableció que sí había diferencias “y no solo en el sentido de que estos niños son únicos”, escribió en la revista Slate Mark Regnerus, sociólogo autor del estudio que vuelve a actualizar la supremacía del modelo familiar tradicional, debido a que ofrecería mayor estabilidad: “En 25 de 40 puntos evaluados, los hijos de mujeres que habían tenido relaciones con personas del mismo sexo presentaron resultados negativos” en su vida económica, sentimental y profesional. ¿Quiénes tienen la razón?


Los superpapás


Reportes como el de Regnerus señalan que el principal problema de las parejas homosexuales es la inestabilidad. Por ejemplo, un estudio realizado entre matrimonios suecos y noruegos del mismo sexo evidenció que el riesgo de divorcio es más alto en este tipo de uniones, y que “las parejas femeninas duplican a las masculinas”, pues 30 por ciento de estas son propensas a romper a los seis años de conformadas. La razón estaría en sus “altos estándares de igualdad” que les generarían fricciones. En cuanto a los gay, tenderían a ser menos monógamos.

En su defensa, quienes respaldan la homopaternidad argumentan que las restricciones sociales y la falta de apoyo legal e institucional les facilita el camino para salir de una relación poco satisfactoria. Aun así, un informe titulado “¿Qué tanto influye el género de los padres”, advierte que las parejas del mismo sexo integran equipos más armoniosos en su enfoque de la crianza y promueven la equidad en el hogar: es común que dos mujeres, esposas y madres trabajen y que ambas sacrifiquen horas laborales para cuidar a sus hijos. Algo similar ocurriría con las parejas masculinas, aunque hay pocos estudios al respecto (al parecer es más común la maternidad que la paternidad gay).

Además, según los sociólogos Judith Stacey y Timothy Biblarz, autores de la investigación, los padres homosexuales tienen mayores destrezas para manejar conflictos que los matrimonios heterosexuales, y ese sería un factor clave para que sus niños tengan menos disposición a romper reglas y sean menos agresivos. Observaron que las mamás dedican más tiempo a sus pequeños, son más afectivas, cercanas y comunicativas, juegan más con ellos y aplican menos castigos que los papás típicos. Por otra parte, la compañera de una madre biológica suele involucrarse más en las responsabilidades de la crianza que un esposo.

Según la psiquiatra Nanette Gartrell, los estudios han encontrado que aunque el 41 por ciento de los hijos de lesbianas ha padecido el bullying y la discriminación, en la adolescencia tienen mayores competencias psicológicas: “Esas mamás están muy involucradas en la vida de sus niños, una excelente receta para que sean saludables. Estar presentes, asistir a su colegio y ver cómo les va es muy importante”.

Advierte que esa cualidad no es exclusiva de estas parejas, pero considera que en su caso la maternidad es su prioridad. El informe de Stacey concluye que, de acuerdo con la evidencia científica, dos mujeres pueden ser mejores padres que un hombre y una mujer que funcionen bajo la tradicional división de labores. Sin embargo, explicó a FUCSIA que “es probable que la mejor paternidad sea la de dos hombres: es más consciente y deseada. Una mujer y un hombre muchas veces se convierten en padres por accidente (por eso, frecuentemente son jóvenes e inexpertos).

La maternidad de una pareja de lesbianas también es muy anhelada, pero les resulta más sencillo quedar embarazadas, solo tienen que buscar esperma. Para dos hombres es difícil, por eso cuando toman la decisión se sienten mucho más motivados. Por lo general suelen tener hijos a una edad madura, cuando están más preparados”. Los heterosexuales mostrarían más estrés con la llegada de los hijos y menos satisfacción en su vida matrimonial. Las parejas homosexuales estarían más entrenadas para blindar a sus hijos frente a la discriminación y serían más abiertas al tratar temas complicados. Eso se reflejaría en jóvenes con una mayor seguridad y disposición a discutir asuntos emocionales y madurez para aceptar la diversidad, según Stacey, un valor agregado para construir comunidades más democráticas, pues serían más tolerantes y tendrían menos estereotipos de género. Dice que la sociedad debería aprender de la manera como esos padres ayudan a sus niños a manejar los estigmas.


A imagen de él y de ella


“¿Qué tan capacitados estarán dos hombres para ayudar a su hija con temas relacionados con su madurez física? No es algo que pueda aprenderse en un libro”, cuestiona Tadeusz Pacholczyk, sacerdote y neurocientífico. La falta de un modelo de hombre o mujer es quizás el pilar de los opositores de la familia homosexual: ¿Dónde va a aprender a reafirmar un niño su identidad masculina y una niña su identidad femenina? “Quienes crecen sin un papá son cinco veces más propensos a vivir en pobreza y a cometer crímenes y nueve veces más proclives a dejar el colegio. Además, corren mayor riesgo de ser padres adolescentes”, expuso Barack Obama. “Como hijo de una lesbiana, debo decir que es difícil no tener un padre en la casa. La presencia de otra mujer ayuda, pero no resuelve la ausencia de un lazo tan importante”, comentó a esta publicación el académico Robert Oscar López: “Crecí con dos mujeres que no fueron ni siquiera mamás tradicionales. Mis compañeros aprendieron reglas que no están escritas sobre el lenguaje corporal y los mecanismos tradicionalmente masculinos y femeninos en casa. Ser extraño es duro, genera una carga mental, es complicado encontrar amigos e interfiere con el crecimiento profesional”, confesó alguna vez.

El licenciado en educación Daniel Góngora afirma que la experiencia para sus hijos de 23 y 20 años ha sido distinta. Se volvió papá a raíz de la muerte de su hermano y su pareja también asumió el rol. “Tengo claro que soy un hombre que se enamoró de otro hombre: los dos somos papás, la figura materna la tuvieron en sus tías y abuelas y conocen a su mamá biológica. Mi esposo y yo nos dividíamos las labores: yo me encargaba de la comida, de los regaños, él del orden de la casa y de su ropa... todo ha sido muy natural, incluso para sus amigos y novias, tanto que no me siento en Colombia. Mis hijos son mi orgullo: son cariñosos, respetuosos y pilísimos, el mayor es ingeniero electrónico y el menor estudia medicina”. El secreto ha sido la estabilidad de su hogar, pues admite que muchas uniones homosexuales no duran.

Stacey se pregunta si, aparte de la lactancia, “hay habilidades exclusivas de la maternidad o la paternidad”. En su estudio cita la opinión de un papá gay: “No soy una mamá, pero no tengo nada en común con papás heterosexuales que solo cumplen su rol los fines de semana. Su función no es igual de intensa”.

Se ha determinado que los hijos de parejas del mismo sexo tienen una mayor flexibilidad de género.
Sin embargo, hay quienes consideran que se puede cruzar una línea peligrosa: el estudio de Regnerus sostiene que los hijos de mamás o papás homosexuales son cuatro veces menos proclives a identificarse como enteramente heterosexuales y más abiertos a tener relaciones homosexuales.


Derecho a una familia


Daniel Góngora todavía se lamenta de que la ley no le permitiera adoptar una niña: “En Puerto Gaitán, una mujer se suicidó y yo me encariñé con la bebé. Quisimos hacer todo por la vía legal, pero no lo logramos. Me duele pensar que no tenga hoy una familia que la quiera”. Estadísticas de la Universidad de California estiman que en Estados Unidos hay dos millones de homosexuales interesados en criar a uno de los más de cien mil menores que esperan en albergues. En Colombia, el abogado César Sánchez, del grupo Pensar en Género, explica que la situación es más complicada: “De acuerdo con la Encuesta Nacional de Demografía y Salud del 2010, el modelo idealizado de familia aquí es minoritario. La intransigente y dogmática oposición que existe frente a la legalización de la adopción homoparental hace que los niños que viven en familias conformadas por dos hombres o mujeres no tengan la misma protección que los demás, y priva a muchos de la posibilidad de tener un hogar”.

Para López, es una pretensión egoísta: “No sería una decisión basada en el interés superior del niño. Si hay un huérfano, no podemos pensar en él como un producto disponible para parejas que lo quieren ‘obtener’; debemos buscar primero el mejor hogar para él y sus necesidades. La realidad es que hay una lista de espera larguísima de parejas hombre-mujer que quisieran adoptar”.

Regnerus concluye su investigación con un epílogo poco alentador: los hijos de personas que han tenido parejas del mismo sexo resultaron más aptos para reportar desempleo, problemas de salud, abuso de drogas, depresión e infidelidad, entre otros. Sus detractores argumentan que fue respaldado por fundaciones conservadoras y que solo habla de hogares rotos y no de verdaderas familias establecidas con padres homosexuales. Quizá, entonces, la ciencia más segura para criar a niños felices  trascienda el género y tenga más que ver con los buenos padres.