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Un viaje a los viñedos de Mendoza

Por Ana María Londoño, 21/7/2012

Navarro Correas, una de las bodegas más reconocidas de Argentina, nos invitó a conocer sus vinos y a aprender de este arte maravilloso en la provincia de Mendoza.

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Mendoza se ha ganado con razón el apelativo de ‘ciudad oasis’, gracias a un sistema de riego que proviene del tiempo de los indígenas, y que consiste en una serie de acequias que se llenan con las aguas de los ríos y de los deshielos de la enorme cordillera nevada que atraviesa la región, una provincia que goza de un cielo azul 364 días del año, ya que sólo llueve un día durante este periodo.

Esta zona es, por naturaleza, ideal para el cultivo de la vid, y por ello, un paraíso rodeado de viñedos de alta calidad. Digo ‘paraíso’, porque el primer impacto que nos tenía reservado este viaje fue la llegada a un fabuloso hotel llamado Entre Cielos, un lugar sorprendente construido dentro de un viñedo, diseñado bajo los cánones de una arquitectura muy moderna, fría y de concreto, que contrasta con un clima desértico de cielos azules. Ya dentro, el ambiente del hotel nos transportó a Oriente, pues su principal atractivo es un maravilloso hammam, un baño turco como los tradicionales de Turquía. Allí, después de pasar por varios cuartos de vapor de diferentes temperaturas, piscinas de aguas tibias, piedras calientes, masajes que emanan aromas deliciosos, quedamos listos para empezar a descubrir y aprender todo sobre el vino.

Al calor de la cava
La primera experiencia fue una cena y cata en la bodega Cava Godoy Cruz, una impresionante construcción contemporánea de diseño impecable, integrada al paisaje y concebida dentro de un criterio respetuoso del medio ambiente.Como era la primera vez que asistía a una cata de vinos en mi vida, me impresionó el hecho de tener que escupir cada sorbo, ¡qué desperdicio… obviamente, no lo hice! El hecho es que aprendí que un vino es la suma de distintas variedades de uva que unas personas con notable conocimiento y visión, los enólogos, mezclan en diferentes proporciones y envasan en una botella que, con el paso de los años y varias reacciones químicas, se convierten en ese delicioso néctar que nos tomamos creyendo que es solamente una bebida más.

Sí, en el arte de elaborar el vino están implícitas horas y horas de trabajo y amor. Nuestra cata se dio alrededor de un vino Premium llamado Structura, probamos las producciones de varios años de este, entendiendo cómo madura y evoluciona con el tiempo. A esta se le llama una cata vertical. Luego tuvimos la oportunidad de hacer una degustación maridada con una cena gourmet en el centro de visitantes y Wine Bar de Navarro Correas, abierto al público previa reservación (centrodevisitas@ncorreas.com).

Lo maravilloso de esta experiencia fue compartirla con otros novatos que, como yo, hacían las mismas preguntas insustanciales, al lado de expertos como Bernard, un famoso periodista ecuatoriano de origen francés, que durante la primera cena me enseñó a probar un bocado de queso de cabra e inmediatamente tomar un sorbo de un Chardonnay 2011 Colección Privada, y esperar la explosión de sabores, según él ‘orgásmica’, y según lo comprobé por mí misma, ¡sí, absolutamente exquisita!

A vendimiar
El segundo día de viaje bien vale la pena recomendarlo. Un paseo en bicicleta por los viñedos de la segunda bodega, llamada Finca Agrelo, que posee la misma línea arquitectónica moderna y la más avanzada tecnología. Durante la visita estuvimos acompañados de los agrónomos que cuidan las uvas como si fueran sus propios hijos. De una sucesión de hileras e hileras de matas adheridas a un alambre cuelgan racimos de uvas diminutas, casi negras. Provistos de guantes y tijeras, recolectamos y llenamos con varias gotas de sudor un cajón de racimos de la cepa Malbec. El agrónomo nos contó que mantiene un diálogo estrecho con el Winemaker Director para decidir cuándo se deben recolectar las uvas, dependiendo del equilibrio entre acidez, alcohol, taninos e intensidad de la fruta fresca que le quieran imprimir al vino.

El winemaker trabaja con un equipo de enólogos dedicados a las diferentes líneas: Los Árboles, Colección Privada, Reserva Selección Parcelas, Alegoría, Structura y Espumantes, estos últimos a cargo de una enóloga. Cada momento estuvo estratégicamente planeado para que lo disfrutáramos, cada plato y cada vino hacían un maridaje espectacular e irresistible. No hubo detalle que se les escapara a los señores de Navarro Correas, desde la música de tango en vivo hasta la noche en que comimos un asado de cabrito a campo abierto, ocasión para la que nos regalaron mantas y cuchillos a cada uno, pues la noche desértica es fresca y los cuchillos típicos de la región un instrumento indispensable.

Este viaje nos dio la oportunidad de probar toda la gama de vinos rojos, blancos, rosados y espumantes. Cada uno en el momento oportuno del día, así como fue apropiada la comida y estupendo el entorno, pues ya de regreso visitamos Buenos Aires, donde estuvimos en varios restaurantes, uno de ellos llamado Tegui, en Palermo, que ofrece una cocina de autor muy elaborada, que se complementa a la perfección con cada uno de los maravillosos vinos de Navarro Correas. ¡Todo un deleite!