Moda
El punk y la celebración de una derrota
Con la inauguración de la exhibición 'Punk: Chaos to Couture' en el Museo Metropolitano de Nueva York, se revive un viejo debate sobre cómo la moda ayudó a que este movimiento dejara de ser marginal y se convirtiera en un fenómeno masivo, lo que, lamentablemente, lo llevó a la muerte.
La moda es un soldado del capitalismo, de hecho, el más eficiente de su
ejército. ¡Que nadie levante todavía la voz! Cada vez que un gesto, una
actitud, un modo de vestir amenazó el orden de las cosas, la moda lo
capturó. Lo condenó a ser moda e hizo de ese hecho transgresor algo
comprable en las tiendas. Cualquier brote de rebeldía, el de los negros
en Nueva York con el hip hop, el de los obreros mal pagados y hartos de
la monarquía inglesa con el punk, ha sido estabilizado volviéndose moda.
Cuando todos cantaron sus canciones, cuando todos se vistieron como
ellos, no triunfaron, por el contrario, fueron derrotados.
La tremenda exhibición del Museo Metropolitano de Nueva York, Punk: Chaos to Couture,
en la que, de la mano del director creativo de Givenchy, Riccardo
Tisci, se rastrea cuánto influyó la estética de este movimiento musical y
contracultural de finales de los años 70 en la alta moda, no es más que
la conmemoración de una de esas derrotas. Lo que comenzó en CBGB, un
cuchitril del Bowery, de Nueva York, termina en el museo más glamuroso
del mundo. Esta es la historia.
Lo primero fue la música
Cuatro chicos desgalamidos, con los pelos sobre la frente y chaqueticas
de cuero, se inventaron una forma de sonar con tres acordes y una cierta
rapidez inspirada en bandas como New York Dolls e Iggy Pop. Los Ramones
se inventaban el punk.
No estaban solos en sus exploraciones. Un hombre, también músico,
llamado Hilly Kristal, abrió un antro en una de las zonas más marginales
de Nueva York, rodeada solo de vagabundos y borrachos, y lo bautizó con
cuatro letras que pensó marcarían su destino: CBGB (Country, Bluegrass y
Blues). En realidad, CBGB sería el lugar en donde se darían cita los
sonidos nuevos, simples, como hechos en casa, que redefinirían una
época. “En principio este fue un fenómeno más bien local, los
Ramones casi no vendieron música, y nadie en Estados Unidos pareció
prestarle mucha atención a lo que se cocinaba en esos baños malolientes
en los que Patti Smith, Ramones y Johnny Thunders tocaban”, explica
Manuel Carreño, profesor de la cátedra Rock y Política de la Universidad
Javeriana.
Luego vino la política
Todo cambió por completo cuando en 1976 los Ramones fueron a Londres a
tocar en vivo. “Un encuentro muy particular se produjo. Un sonido se
encontró con el sentir de un pueblo”, explica Carreño. Una vez que el
punk llega a Inglaterra se le suma un elemento que no existía en su
versión americana: el político, porque mientras que los Ramones, jóvenes
de clase media, cantaban sobre sentirse solos y alienados, los
obreros londinenses querían usar ese sonido para desmontar la monarquía y
lanzar arengas contra la mala situación económica del país.
Aparecen así en el escenario inglés bandas como Sex Pistols, que van a
tener como emblema su canción God Save the Queen: “Dios salve la reina,
ella no es un ser humano, no hay futuro, en el sueño de Inglaterra”.
Llega la moda a inflamar el fenómeno
Pero el punk no se quedó solamente como un sonido de acordes simples y
ruidosos que podía hacer cualquier grupo de chiquillos molestos en un
garaje. En un viaje que hizo Malcolm McLaren, el inglés representante de
Sex Pistols, quien sería conocido por crearle una estética al punk, se
percató de un chico particular que cantaba sobre el escenario de CBGB:
Richard Hell, cofundador de la banda Television, llevaba una camiseta
hecha tirones, marcada a mano con letras y llena de ganchos de ropa que
sostenían sus mangas ante la ausencia de costuras. Cuando McLaren vio semejante actitud sobre el escenario supo que podía llegar a Inglaterra con una idea.
El verdadero invento de Richard Hell estaba relacionado con un lema que
luego definiría las bases mismas del punk: “Do it yourself (DIY)” o
“hazlo tú mismo”, lo que promulgaba desprevenidamente este artista y lo
que justamente empezaba a cuajar en Inglaterra con la música era un
cierto sentimiento de hartazgo juvenil que quería dejar de consumir todo
lo que la industria mandaba. Una forma de salirse de esos mandatos
estilísticos y musicales era alentar a los jóvenes a que no compraran,
sino que más bien hicieran su propia ropa y compusieran y tocaran su
propia música.
Mientras que Johnny Lydon (conocido como Johnny Rotten), el cantante de
la banda Sex Pistols, maldecía y soltaba groserías en un programa de
televisión en horario Prime Time, lo que ayudaba a convertir a su banda y
a todo el punk en el enemigo público número uno de Inglaterra, y en
tanto que la BBC prohibía sus canciones, Malcolm McLaren y Vivienne
Westwood, su compañera, creaban una pequeña tienda en King’s Road,
bautizada Sex & Seditionaries, en la que la rebeldía se hacía ropa.
Las baratijas se convirtieron en las nuevas joyas de la juventud molesta, las
camisetas se volvieron el lugar más efectivo para lanzar arengas
políticas y provocadoras, la ropa que tradicionalmente usaban los
obreros fue llevada por los jóvenes, pero intervenida con pines, taches y
cremalleras. Fue bienvenido cualquier signo que pudiera molestar el
statu quo; así, cruces esvásticas, signos de anarquía, fueron traídos
al universo de los punks, vaciados de su contenido original y
resignificados para adornar sus chaquetas llenas de cuero, que también
se vieron influenciadas por una alusión directa al bondage y otras
prácticas sexuales que escandalizaban a la sociedad más tradicional.
Sin pensarlo y en tan solo unos meses, el punk se convirtió en un movimiento ultramasivo. Cada joven inglés era un punk y quería una de esas ropas inventada por la dupla transgresora.
Todos fueron a comprar esos jeans rotos que los emparentaban con la
corriente más popular del momento. Cuando se vio que tras esa rebeldía
había una disposición de miles de jóvenes a vestirse de una manera, ya
no fueron solo Vivienne Westwood y McLaren quienes intentaron vestirlos,
la moda entera se transformó con los aires del punk.
“Estamos frente a una paradoja. A pesar de la estética del mal gusto y
la rebeldía, el sistema capitalista se apropió del punk y este fue
adoptado por las clases dominantes muy rápidamente. De hecho, la
adopción del estilo del punk en las calles en donde circula la alta moda
fue tan rápida que no puede representar más que una dolorosa paradoja”,
dice el teórico de la moda Malcolm Bernard, y añade: “Lo que alguna vez
retó al sistema dominante fue apropiado y convertido en algo
insignificante. De tal manera que la batalla tuvo que moverse a otro
terreno. La hegemonía es una contienda móvil que tiene que estar
constantemente volviendo a pelear y volviendo a ganar con el fin de
mantener su dominación”.
En 1978 el punk, ese disparo que sacudió a miles de jóvenes en
Inglaterra, estaba muerto, dominado, desprovisto de cualquier poder
revolucionario, y se vendía en casas disqueras y en altas boutiques de
moda. La banda Crass cantaba su muerte en la canción Punk Is Dead.
Su influencia en la alta moda
Tras este breve recorrido por la historia de lo que fue el punk no hay,
entonces, que sorprenderse ni alarmarse tanto cuando el Museo
Metropolitano de Nueva York anuncia con bombos que el punk es el nuevo
invitado a las cristalinas vitrinas de su exhibición anual. Tampoco hay
que irse con piedras contra lo artistas y famosos que asistieron a la
alfombra roja con uno que otro tache, botas escocesas o alguna cresta
que, tímida, se insinuaba entre cabezas bien peinadas. Todos ellos son
parte armónica de ese punk absorbido y reinterpretado por la industria.
No hay otro punk al que podamos acceder ahora más que a ese, hecho moda y
fórmula de rebeldía. Ese es el único punk que el Museo Metropolitano puede celebrar, uno que no lanza arengas y ni incomoda a nadie.
Después de saber eso, no cuesta trabajo entender por qué efectivamente
un movimiento marginal ha tenido resonancia en colecciones de
diseñadores como Miuccia Prada, Junya Watanabe, Yohji Yamamoto y Rei
Kawakubo, muchas décadas después. A la final, estamos hablando de moda
influenciando moda. “El punk se ha vuelto una actitud”, lo sentencia el
mismo Riccardo Tisci, quien trabajó junto al curador Andrew Bolton para
recoger las cien piezas de esta muestra y quien asegura que, al igual
que el punk proclamó el trabajo a mano de “hágalo usted mismo”, esa
misma actitud alienta el quehacer en la alta costura.
Algunos teóricos apoyan esta postura de reconocer al punk como una
actitud. “Yo solía decir que el punk había acabado en 1978 y que lo que
había pasado después no era punk, pero siento que tengo que reformular
mi sentencia, porque cada vez me doy más cuenta de que mucha gente
alrededor del mundo obtiene aún inspiración del punk y de su mandato de
hacer cosas por cuenta propia”, aseguró a FUCSIA Jon Savage, uno de los
historiadores más importantes del punk.
“Para la muestra nos hemos enfocado realmente en diseñadores que se han
mantenido comprometidos con una estética desde 1970, o que han creado
colecciones únicas, como el Chic Conceptual de Zandra Rhodes, que ideó
un territorio único en la historia de la moda y del punk”, aseguró
Bolton en la rueda de prensa de lanzamiento de la exhibición. “El año
1977 fue el corazón del punk, pero es fácil ver cómo, tan pronto fue
definido, perdió un poco sus límites”.
Actitud. Inspiración. La exhibición Punk Chaos to Couture nos hace un
descriptivo recorrido que parte de CBGB, con los estilos emblemáticos de
Richard Hell y Patti Smith, luego se detiene en la tienda Sex &
Seditionaries y logra conseguir prendas emblemáticas de esa época como
la camiseta Tits, hecha en 1975, o la que profesaba “Rape”. En las
siguientes salas explora temas como el “Do it yourself”, que conllevó el
uso de nodrizas, navajas y taches; se adentra luego en el bricolaje, en
el que se exploran las prácticas de personalización de la ropa, el uso
de símbolos traídos de otras culturas y el reciclaje de materiales. “Uno
mira las camisetas que Malcolm hizo y aun siguen siendo muy chocantes,
el crucifijo puesto boca bajo, con la esvástica, y el pequeño niño
sacado de una revista pedófila se convierten juntas en imágenes muy
poderosas”, explica Riccardo Tisci. También hay espacio para el grafiti y
la tradición de confrontación y provocación que tuvo el punk, para
revisar finalmente la intención destructiva en la que la ropa fue
rasgada y raída.
Todos estos elementos pueden verse en las creaciones de grandes
diseñadores. Todos celebran algo que murió para darle nacimiento a una
de las influencias más ciertas
y profundas que ha tenido la moda.