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Y ¿quién se queda con Lucas?

Silvia Camargo, 6/2/2012

Divorcio

Es muy común que en los procesos de separación lo más difícil sea decidir con quién se va la mascota. Algunos sugieren la custodia compartida, como se hace cuando hay hijos. Hablan los expertos.

 

Cuando Gloria pensó en divorciarse de Jorge, su marido, lo primero que le pasó por la cabeza fue quién se iba a quedar con Fido. No le preocupaba la casa, ni los objetos que juntos habían adquirido, sino la mascota que él trajo quince días después de la boda. Era como el hijo de ambos. Al punto que ella pospuso el tema de la separación por temor a afrontar el dolor de perderlo. Sabía que él iba a reclamar que Fido, un pastor alemán pura raza de tres años, era suyo porque él lo había comprado con su plata. Pero ella también lo adoraba y el perro se había convertido en su mejor compañía.

Finalmente, el día llegó y lo primero que saltó a la palestra fue el tema del perro. Jorge le dijo tajantemente que se quedaba con él. Ella protestó porque no concebía separarse del animal. Intentaron varias opciones. Una de ellas fue llamar al perro a la sala de la casa y pedirle que escogiera a cuál de los dos amos prefería. “Fido, ¿a quién quieres más?”, le decían una y otra vez. El perro, por supuesto, se la olió y no dijo ni ‘guau’.

Así las cosas, Gloria tuvo que asumir la pérdida. El día en que salió de la casa le dio un fuerte abrazo y le dijo adiós. Hasta el día de hoy, ocho meses después de esa triste despedida, no ha vuelto a verlo aunque piensa en él a diario. “Dividir todo fue facilísimo, pero el vacío que me dejó Fido es inmenso. Pienso en cómo estará, en si se acuerda de mí, en qué pasará cuando mi ex consiga una novia, si ella lo querrá.. .me meto muchos videos en la cabeza”, confiesa Gloria.

Aunque parezca fácil, el tema de qué hacer con la mascota, ya sea un perro, un gato, el loro o el hamster, se está convirtiendo en el tema más espinoso del divorcio o la separación, especialmente entre aquellas parejas que no tienen hijos. Cuando los hay, lo más factible es que la pareja acuerde que se van a donde vayan los niños. Pero cuando no hay hijos, dice David Pisarra, coautor del libro What about Wally, el perro puede convertirse en la herramienta con la cual un esposo hiere al otro, casi como sucede con los hijos. “Es posible que no quiera tenerlo pero va a luchar por este solo por hacerle daño”, señala

El drama más grave es cuando uno de los dos se queda con la mascota y le impide al otro verla e incluso saber cómo está. Mauricio, un administrador de empresas de 40 años, tuvo esa experiencia luego del divorcio. Pese a que trató por todos los medios de saber cómo estaba Lupe, la perrita que vivió con él durante los cinco años de matrimonio con Sofy, sus esfuerzos fueron vanos. La única información que obtuvo fue a través de la empleada doméstica, quien le contó que no estaba comiendo por la pena del divorcio. “Fue terrible y siento que negarme saber de Lupe fue una manera de castigarme por haberme separado”, señala Mauricio.

Algunos casos llegan a extremos. Catalina, la ex novia de Fabián, por ejemplo, tuvo muchos problemas en aceptar que él se quedara con Sushi, una gata siamesa que ambos adoraban. Un día decidió raptarla y cuando Fabián se enteró, fue todo un drama. Llamó desconsolado a su familia a contar la tragedia. Pero muchos pensaban que su reacción era exagerada y hasta se reían de ese comportamiento.


El problema es que la ley, y la sociedad en general, ve las mascotas como parte de los bienes materiales de la sociedad conyugal y conforme a ello, creen que las parejas tienen que decidir quién se lleva el perro de la misma manera que deciden quién se queda con una cucharita de plata. Si no hay acuerdo, la solución es vender el bien y repartir en partes iguales el dinero.

Pero para muchas parejas con mascotas, estas son parte de la familia y no pueden ser tratadas como si fueran parte del inmobiliario de la casa. Por ello, cada vez más se ven divorcio complicados en los cuales los perros o los gatos son la mayor dificultad que tienen las parejas para partir cobijas.

Ante esto, en Estados Unidos, algunos jueces están tratando a las mascotas como si fueran niños y establecen un régimen de custodia y de visitas para ambos amos. Es el caso de Gail Myers, de Maryland, quien logró ante el juez custodia compartida de Lucky, el perrito de la familia, una decisión que para muchos sienta un precedente para otros casos de divorcio que involucran mascotas. En otros países se acostumbra a que el amo que no tiene la custodia pague la alimentación del perro.

Para muchos esta es una gran solución, pues reconoce que los propietarios sienten un vínculo emocional con estos animales, pero otros consideran que ver al perro ante la ley como un hijo es complicar aún más las cosas. “En un país donde la justicia no se imparte sería ridículo que los jueces perdieran tiempo estudiando la custodia de un perro en caso de divorcio”, dice una abogada. “Estos asuntos se pueden resolver por mutuo acuerdo”, agrega.

Así lo hizo Francisca, una chilena que cuando se separó de su esposo decidió irse a vivir a México. Cuando llegó la hora de ver qué hacían con los dos perros pastor alemán que tenían, llegaron al acuerdo de dejarlos en su casa para que no sufrieran con el cambio de país y de vivienda. A cambio su ex se comprometió a llevarlos cada seis meses a ciudad de México para que ella los tuviera.

Claro está que no todas las parejas llegan a estos arreglos tan civilizados.  
Lina, una pintora, cree que sería exagerado legalizar este tipo de asunto pero que debería existir un protocolo informal para el manejo de las mascotas en caso de divorcio. En su caso, el convenio con su ex era que ella tenía los dos perros durante los fines de semana, pero el veterinario dictaminó que los cambios de ambiente eran perjudiciales para los animales y tuvo que dejar de verlos. Ahora es más difícil saber de ellos porque su antigua pareja se volvió a casar. “Es durísimo. Me dan celos y mucha tristeza cuando los veo en la calle. Todavía me reconocen”, dice Lina. “La gente debería saber de antemano lo difícil que es separarse y tener que dejar a su mascota. Es lo más difícil del divorcio”, enfatiza.

Pisarra recomienda tener la custodia compartida del perro, lo cual significa compartir las responsabilidades por partes iguales. “De hecho, lo que hay que hacer no debe ser muy distinto de lo que se hace con los hijos. En este caso también se debe pensar en la salud de la mascota”.

Y es que ellos también sufren con los divorcios, no solo antes, cuando la pareja empieza a tener problemas y a pelear, sino cuando los dos se separan. Pisarra afirma que los perros que atraviesan este trance se esconden, se mueven de manera nerviosa, pierden el apetito, duermen mucho o sufren de diarrea.

Y si la pareja opta por la custodia compartida, el experto aconseja que lo más importante es mantener la disciplina en ambos hogares, especialmente la misma dieta y los mismos horarios para que sus rutinas no se alteren. También aconseja comprar los mismos juguetes para que la mascota no extrañe su casa.

En la medida de lo posible, la custodia compartida es la mejor opción. Así todos quedan contentos pues no solo ellos se verán beneficiados, sino, como lo dice Pisarra, “los perros pueden servirle a la pareja de apoyo emocional en el momento en que más lo necesitan”, señala