El estigma de la mujer amante

Fucsia.co, 13/5/2014

Monica Lewinsky acaba de hacer pública una carta en la que explica cómo los encuentros con Clinton le valieron un estigma eterno por su condición de mujer. ¿Se denigra a las amantes sin compromiso, más que al hombre infiel?

Foto: Vanity Fair - Foto:

La becaria más famosa del mundo ha roto su silencio en una exclusiva carta escrita para la edición norteamericana de la revista Vanity Fair. Tras más de 10 años en las sombras, Monica Lewinsky ha querido enviar una misiva en la que defiende su implicación en el escándalo sexual que mantuvo con el exmandatario de Estados Unidos, Bill Clinton. Un polémico episodio en la historia política del país que la catapultó del férreo anonimato del que se beneficiaba, como trabajadora del Despacho Oval a ser uno de los personajes que mayor animadversión suscitó en la opinión pública en el mundo

“Consentida”, así describe Lewinsky su relación con el marido de la que se prevé será la próxima candidata a la presidencia estadounidense por el partido demócrata, Hillary Clinton. “Desde luego, mi jefe se aprovechó de mí, pero me mantendré siempre firme en este punto: fue una relación consensuada. Cualquier "abuso" vino posteriormente, cuando se me convirtió en un chivo expiatorio para proteger su poderosa posición”, explica en la publicación.

De hecho, ese es uno de los aspectos que Monica Lewinsky ha querido destacar en su carta, el tema del menoscabo público del que fue víctima tras reconocer sus nueve encuentros sexuales con Clinton. “En 1998, cuando salieron noticias de mi aventura con Bill Clinton, podría decirse que fui la persona más humillada en el mundo. […]Sé que no estoy sola en lo que respecta a la humillación pública. Nadie, parece, puede escapar a la mirada imperdonable de internet, donde el chisme, las medias verdades y las mentiras se arraigan y amargan. Hemos creado una “cultura de la humillación”, que no solo alienta y se deleita en el placer de la humillación ajena, sino que también recompensa a aquellos que humillan a otros”, asegura.

Mónica se convirtió entonces en el centro de atención, mientras su amante entonaba el mea culpa acompañado de su condescendiente y leal mujer, que, sin duda, fue la que más reforzada salió de la polémica en comparación con el resto de protagonistas. La exbecaria se cuestiona la lógica que hay detrás de que su estigma de amante se perpetúe en el tiempo, motivado en gran parte por su condición de mujer, un título que la opinión pública se ha esforzado en recordarle,  en contraste con lo fácil que les resultó olvidar que el infiel, el casado, el adúltero, había sido el señor Clinton.

“Con cada indiscreción matrimonial que llega a la esfera pública –muchas de la cuales involucran a políticos masculinos–, siempre parece que la mujer convenientemente se echa la culpa. […] Dejan la vida pública por un tiempo, pero inevitablemente regresan, dejando todo atrás”, señala con decisión.

Esta tendencia a culpabilizar a la mujer amante sin compromiso, cuando el acto es algo consensuado entre ella y el hombre inmerso en una relación, resulta algo recurrente en nuestra sociedad, como indica la propia Lewinsky.  “Hasta ahora, ‘esa mujer’ nunca ha logrado escapar de la sombra de esa forma en que se la presentó en público por primera vez. Yo era la acosadora inestable (una frase diseminada por la Administración Clinton) la chica fácil y tonta, la pobre inocente que no lograba entender lo que hacía. La administración Clinton, los secuaces del fiscal especial, los operadores políticos en ambos lados del escenario públicoy los medios lograron tildarme de todo eso. Y todo eso dejó una marca porque estaba impregnado de poder. Me convertí en una representación social, un lienzo social en el cual cualquiera podía proyectar sus confusiones sobre la mujer, el sexo, la infidelidad, la política y el cuerpo”, concluye.

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