Disfunción erectil

Mujeres contra la disfunción erectil

, 5/10/2011

Mientras que las mujeres piensan que la impotencia es un problema de pareja, para los hombres es un asunto individual. Entérate aquí.

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"No sabría qué hacer”. “Pensaría que ya no le gusto”. “Tiene otra mujer”. Tales son las respuestas más frecuentes que dan aquéllas que nunca lo han vivido. Las que sí han experimentado alguna vez la impotencia sexual de sus amantes, repiten todo eso, pero además cuentan historias con cierto humor. “No me volvió a hablar”, recuerda una universitaria que se fue a la cama con un conocido al que se encontró en una fiesta. La pasión no pudo ser consumada porque “no le funcionó”, continúa. Se refiere a que él no pudo mantener la erección de su pene en el vigor que se necesita para llegar el coito. “Qué pena contigo”, le dijo él, avergonzado, y sintiéndose ridículo. Ella le respondió que no se preocupara, pero por dentro se reía, pensando en que su galán era supuestamente un ‘supermacho’ y “no salió con nada”, comenta en el lenguaje callejero de los estudiantes del centro de Bogotá.

La impotencia es motivo de chistes y comentarios, a lo mejor para aliviar la tensión que produce, pero en la esfera de lo real, los estudios muestran cifras dicientes. Algún grado de disfunción eréctil afecta a 52 por ciento de los varones después de los 40 años. 31 por ciento en forma leve, 12 por ciento en forma moderada y 8 por ciento en forma severa. No obstante, apenas 9 por ciento de estos pacientes recibe tratamiento.

Females, que es el plural de femenino en inglés, es la sigla, también en inglés, de una de las investigaciones que se llevan a cabo sobre el tema, con especial énfasis en lo que ellas creen sobre la impotencia a partir de sus vivencias. Las interrogadas por la encuesta calificaron la experiencia como negativa. El profesor William Fisher, de la Universidad Occidental de Ontario, uno de los investigadores del proyecto, habla de una “declinación sustancial en la calidad de la vida sexual de las mujeres como consecuencia de la disfunción eréctil”.

En gran parte de los casos, las parejas estables que se han visto afectadas por esta anomalía sexual, caen en el juego del malentendido sin fin. Ellos se desesperan, se sienten humillados en su masculinidad, pero no hablan de un problema que no entienden. Ellas arman una tragedia a punta de suposiciones de cuernos y desamor. Los que deciden confesar lo que les pasa, corren el riesgo de que ellas no les crean. La comunicación se rompe. Luego vienen la distancia, las peleas, y tal vez el fin.

También hay muchos casos en los que la unión persiste bajo el tedio. “Es increíble la capacidad de resignación que pueden llegar a tener algunas mujeres”, apunta la ginecóloga chilena Patricia Aliaga, quien realiza estudios de sexualidad en su país. “Por temor a dañar la autoestima de sus parejas, ellas aceptan las disfunciones en silencio”, afirma la especialista. Otras reprochan a sus parejas por su trastorno, lo cual los hace sentir solos y los inhibe para buscar ayuda especializada.

Ambas son actitudes poco recomendables, porque las cada vez más frecuentes investigaciones concluyen que la influencia de la mujer es vital para que el hombre resuelva ponerse en manos de un médico, que siempre es la mejor manera de combatir la enfermedad. Aunque el viagra y otros medicamentos que facilitan la erección de manera casi inmediata aumentaron la afluencia a los consultorios, los hombres aún demoran entre dos y cinco años para ponerse en manos autorizadas. Buena parte de ellos llega hasta allí porque su compañera o esposa lo convenció.

Eso se debe quizás a la diferencia con que los dos sexos conciben la vida. Un estudio realizado entre 500 personas en México, concluyó que para la mayoría de las féminas la impotencia es un problema de pareja, en tanto que para los hombres es un asunto individual. Romper esa barrera es una las recomendaciones de las actuales terapias. Otro estudio, en España, hizo notar que más de la mitad de las mujeres cuyas parejas presentaron disfunción eréctil les aconsejaron someterse a un tratamiento con un urólogo, un sexólogo, un sicólogo o un siquiatra.

Estos profesionales de la medicina determinan las causas del mal, entre las que se cuentan los daños en los nervios del pene, el tabaquismo, el alcoholismo, la drogadicción y el alcoholismo. Se origina por efectos colaterales de algunos medicamentos y puede ser una secuela de enfermedades como diabetes o colesterol alto. El estrés está asociado por igual a esta disfunción, y en ese caso también resulta muy conveniente tocar la puerta del doctor.

Las terapias actuales incluyen medicación, la cual resulta efectiva en la gran mayoría de los casos. Según un estudio de los laboratorios Bayer, 69 por ciento de las encuestadas confirmó una notable mejoría en su vida sexual después del tratamiento, al tiempo que 71 por ciento de ellos opinó lo mismo. Para Jeremy Heaton, otro investigador canadiense, la droga ideal para solucionar este problema “es la que es bien conocida por el médico tratante, se maneja con seguridad, tiene pocas contraindicaciones y se administra en dosis bajas y adecuadas”. El urólogo atribuye 50 por ciento del fracaso de las terapias a la mala información al paciente por parte del médico. De ahí la importancia de acudir a verdaderos profesionales y confirmar su idoneidad. El mercado ofrece actualmente pastillas cuyo efecto dura 24 horas. Eso no significa que el que la usa tenga una erección de todo un día, sino cuando hay estímulos eróticos y se inicia la actividad sexual. Ello es especialmente una buena noticia para las mujeres, quienes en las encuestas reflejan que uno de sus temores frente a las pastillas, como el propio viagra y sus similares, es que se pierde la naturalidad. Es lo que algunos doctores llaman el ‘efecto Cenicienta’, es decir, que las bondades de la droga desaparezcan en el mejor momento de la relación.

Las medicinas son más eficaces cuando se acompañan con sesiones de psicoterapia para la pareja. Actualmente, la tendencia es acercar a los dos géneros, haciéndolos conscientes de sus maneras divergentes de asumir el sexo, y por ende la impotencia. Por tradición, el machismo ha reducido la sexualidad masculina a la penetración. Por eso resulta tan grave para el hombre verse impotente. Al respecto, los especialistas instan a sus pacientes a concederle menos importancia al lado físico y a abordar el sexo de una manera menos genital y más afectiva, tal como lo desean sus mujeres. Eso los ayuda a entender lo que les está pasando y a paliar la ansiedad por la que atraviesan. A ellas, los especialistas las sacan de una de sus equivocaciones más frecuentes.

La disfunción no elimina el deseo sexual, sino que no permite que la erección se produzca o se mantenga. “No se debería esperar a que el amor esté muerto”, agrega Heaton, quien les recuerda a las parejas que este flagelo tiene solución, gracias a medicamentos y estrategias efectivos, con los que no soñaron los hombres impotentes de hace 50 años.

Señales de alarma
La disfunción eréctil no sólo disminuye la frecuencia de las relaciones, sino además otras demostraciones de afecto. Hombres y mujeres encuestados reportaron que hay menos caricias, abrazos y besos.

Hay un tipo de impotencia llamada por los especialistas. ‘disfunción selectiva’. En ella, la falta de erección se presenta sólo en la pareja estable y no en las parejas eventuales. Cuando ello se presenta, el tratamiento es más intensivo.

La disfunción supera las barreras de la alcoba matrimonial. Puede ser la causa de baja en el rendimiento laboral y apatía en las actividades diarias.

Los hombres con disfunción eréctil pierden su autoestima y descuidan el cuidado de los demás aspectos de su salud.

Si te sientesansiosa o preocupada por los problemas de erección de tucompañero sexual, habla con él del tema. A lo mejor es la oportunidad que está esperando para empezar a salir de su drama.