Testimonio

Buenas Vibraciones

Javier Anibal Anaya, 6/3/2012

Eróticos, vergonzosos o embarazosos, los juguetes sexuales parecen estar hechos a la medida de las necesidades femeninas. Un testimonio que sirve de manual y antimanual de uno de los mayores tabúes de la mujer: la Masturbación

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Adriana C. se masturba desde los 13 años. O por lo menos desde esa edad tiene uso de razón y memoria sobre los deliberados roces de su entre pierna con la almohada. Adriana C.  quiso reservar su identidad, aunque hay que decir que confiesa 32 años, es una intermitente libra y su nombre y la inicial de su apellido son esos.

Esta barranquillera apenas de nacimiento y bogotana por adopción, admite como pocas mujeres su exploración a solas. Aunque aclara que “la masturbación no es que sea mejor que un amante. No hay nada como la excitación y el erotismo con un hombre real, además la masturbación tiene sus aplicaciones en pareja.

“Uff. Qué pregunta. Mira la primera vez que yo tuve un orgasmo masturbándome, fue por casualidad. Yo me frotaba espontáneamente en el momento adecuado y cuando la necesidad se presentaba, por lo general a la hora de acostarme o en la ducha, pero sólo era por tener una sensación agradable, aunque con algo deculpabilidad... La historia no es tan sencilla. Mira, a mi primer novio, con el que duré cinco años, jamás le permití que me acariciara más abajo del ombligo. Sólo lo podía hacer por encima de la ropa, porque me causaba repulsión, asco,de que metiera sus manos donde no tocaba, además por esa época estaba terminando bacteriología.

Como tres meses después de que termináramos, un amigo, cuatro años menor que yo, logró en una noche lo que mi primer novio no había hecho en cinco años —así yo se lo hubiese prohibido— y a mí me gustó. Con el otro gran amor de mi vida, con el que casi me caso, fui mucho más desinhibida desde el principio, pero con el tiempo la pasión se fue extinguiendo hasta que a los tres años de vivir juntos nos separamos. En fin.

El caso es que, cuando estaba sola, esporádicamente yo seguía con mis estimulaciones como lo hacía en mi época de virginidad, pero disfrutándolo por más tiempo. En el baño o cuando iba a piscinas o jacuzzis me entretenía con los chorros a presiónentre las piernas. En el apartamento empecé a dejar a un lado los cojines y las cobijas, y fui acercando mi mano para estirar y casi que retorcer los calzones.

“Bueno, esto no era de todos los días. Resumiendo, a veces me tocaba donde más me gustaba, pero siempre sobre la ropa interior, porque me parecía repugnante tocarme a mí misma, cuando menos, y sino, irritante. Paulatinamente, descubrí cómo cruzar las piernas, apretar y frotar los muslos, para sentirme cada vez mejor, poniéndome de espaldas y girando, girando; hasta que me alcé la bata.

Inicié dándome golpecitos, masajes circulares y pasaba arriba y abajo con mi mano... Un buen día, explorando los pliegues y pliegues, ¡Oops!, metí el dedo. Cerré los ojos, los apreté con todo el remordimiento encima, se tensionó todo mi cuerpo y... Ese fue mi primer orgasmo masturbándome.

Sin pelos en la lengua

“No hay problemas sexuales distintos al hombre, a la pareja, a la otra persona. Los hombres creen que el sexo se limita a tener un orgasmo, y eso es justamente lo que los diferencia de nosotras. Una mujer puede hacerse masajes en sus genitales sin conseguir un orgasmo. A veces sólo es por lograr sensaciones placenteras, y en otros momentos se logra un orgasmo. La diferencia entre, simplemente darse un masaje y tener un orgasmo está en la intención.

Para mí el amor y el sexo no están separados, son música. Es como un concierto. El placer por el placer es un músico solo con su instrumento. Claro que no hay que pasarse la vida sacándole brillo al instrumento sin llegar a interpretar la canción que se ha venido a cantar”, afirma Adriana C., melómana, hoy soltera pero con dos noviazgos largos que se consumaron en la unión libre, periodista, aunque primero estudió Bacteriología en la Universidad Javeriana, y quien ha sido asesora de imagen de un conocido parlamentario y ahora trabaja en una compañía de relaciones públicas, free–pressy marketing corporativo.

“Lastimosamente la mayoría improvisamos sobre la marcha y hasta los sordos se ven obligados a tocar de oído. Tal vez por eso desafinamos tanto. Sin aprendizaje previo afrontamos las experiencias de carácter extraordinario que se merecerían por lo menos un ensayo antes de la función. No es fácil acertar en el ritmo, en el tono y en la armonía leyendo partituras a primera vista.

“No vayas a transcribir todo lo que te he dicho con pelos y señales, no. Bueno de mi primer día en un Sex Shop sí me acuerdo perfectamente. No me preguntes por qué, pero yo llevaba ya semanas pasando y pasando al frente de uno de estos locales, enla Zona Rosa, y cada vez más crecía mi curiosidad.

Tan pronto como tuve el coraje suficiente y dejé de dar vueltas y vueltas a la manzana, empujé la puerta de vidrio casi que con un salto, y luego traspasé el biombo que protege la identidad de los que entran alSex Shop. La verdad es que buscar una herramienta para utilizar íntimamente no fue una decisión apresurada. Yo ya había pensado en comprar un vibrador, luego de que unos amigos, una pareja liberal, mencionaron en una reunión que lo usaban por recomendación de una sicóloga y terapeuta de parejas.

Hasta entonces yo creía que cualquier cosa con el sello ‘pilas no incluidas’ era exclusivo de Mattel o de los carritos a control remoto de mi sobrino, no de una ayuda para alcanzar el clímax.

Bruta. Y más bruta aún: pensé que el sitio estaría lleno de toda clase de aparatos para aberraciones masculinas. Mi sorpresa fue tan enorme como un Veined Dong que reposaba en un escaparate, con más de 30 cm. y que parecía el resultado de la castración de Piegrande o Goliat. No. La tienda, además de limpia y profesionalmente íntima,tenía más del 80% de productos en la sección femenina, incluidos los consoladores con arneses, vibradores, unas bolas de metal y la lencería. Había todo clase de objetos, todos los tamaños, formas, colores, materiales, incluido un pequeño delfín azul, inofensivo a la vista, con correas para ajustar a la cintura y con un control remoto.

Exactamente lo que yo buscaba, aunque no sabía que existía. Ese viernes llevé al apartamento al discreto delfín, que para mi satisfacción tan sólo se ubicaba en el punto estratégico y lograba el máximo efecto de estimulación, sin tener que dar el paso de introducirme objetos no identificados. Y para facilitarme las cosas, era manos libres. Así evité tenerla única dolencia que puede dar la masturbación: tendinitis en el codo o encalambramiento por ejercitar los brazos y los dedos siempre extendidos.

Ahora también uso las bolitas chinas, algunas veces las llevo puestas durante todo el día y Jorge, mi novio actual no sabe, pero me lo agradece. Y yo también”.

Amantes artificiales 

“Alguna vez leí en su revista que las mujeres no entienden a los hombres porque no saben lo que es tener a ese ‘animal que prácticamente tiene vida propia colgando entre sus piernas’. Pues sí, pero pobres ellos que no lo pueden controlar y sólo tienen una manera para explorarlo”, reafirma Adriana C., una mujer independiente, estable emocionalmente, a quien no lefaltan pretendientes ni ropita, aunque prefiere vestirse con pocas prendas, las justas y necesarias, pero de marca, bien ceñidas y con uno que otro escote pararealzar los volúmenes proporcionados de su delgada figura de 1,67 m. Cuando va de sastre, los prefiere entallados, que marquen su cintura y, en cuanto a los vestidos y blusas escoge los que descubran los hombros, con cuellos halter o talles tipo bustier

“La estimulación visual del hombre es fácil de conseguir y muy rápida mientras que su estimulación física es bastante pobre. “En cambio, la estimulación visual en nosotras es menor y mayor la de todos los sentidos. Nuestra estimulación física, como podrás darte cuenta en los croquis de las cajas de tampones, es el clítoris. Pero no es el único, también está el punto G que para mí, hasta ahora, el mejor recurso para explotarlo es un vibrador más bien pequeño que tiene una curvatura hacia arriba.

“La provocación corporal se rastrea, además, en los pezones, el pubis, en el cuello, y claro en la vagina, pero sin que ella exija que la penetración sea su única vía para alcanzar el orgasmo. “No sé si has notado que los hombres bromean sobre su masturbación. Las mujeres raramente bromeamos sobre nosotras. “Es importante saber ‘lo que está allí abajo’ y gran parte puede descubrirse explorando. Como dicen por ahí, Dios les dio a los hombres un pene y un cerebro pero no suficiente sangre para que los dosfuncionen a la vez. Las fantasías de la especie masculina no se circunscriben aun solo lugar o a un solo clima, son los mismos en todas partes”.

En cuanto a preferencias sexuales, Adriana C. es una fiel devota del Tantra, de los milenarios rituales indios, chinos, japoneses, tibetanos y árabes que, sin tabúes, unen la práctica con la filosofía de vida, con el fin de alcanzar un nivel superior de conciencia, aunque occidentalizándolos.

Heterosexual, conservadora en los principios pero liberal en las experiencias, también es una seguidora de cuanta técnica multiorgásmica nueva aparezca, y versada en los ejercicios de Kegel para poner en forma su cuerpo y sobre todo el músculo pubococcígeo, el encargado de las contracciones y dilataciones púbicas. “Realmente no creo que haya hombres impotentes o mujeres frígidas, sino que tienen, hemos tenido y hemos sido parejas torpes”