Sexo

Sexo: bajo los efectos del alcohol

RevistaFucsia.com, 14/12/2011

Del ‘támpax en las rocas’ hasta los levantes de speeddating, las nuevas e insólitas maneras de casar el alcohol con el sexo, realmente son más anormales que el matrimonio entre parejas del mismo género

Foto: Thinkstock - Foto:

Bettina era el motor, la energía, el animal social, el espíritu emprendedor que había reunido a las tres un viernes por la noche para que, más allá de cualquier circunstancia, al menos no estuvieran solas.

Laura era la experimentada. Era la que estaba al día de temas de los que Diana ni siquiera había oído hablar, desde chatear obscenamente desde su computador con el primer pervertido en línea, hasta meterse un plom de bareto seguido de una línea de perico, pasando por ir a raves que terminaban en orgías a las que asistía gente que tomaba un ‘sancocho’ de poppers y éxtasis. Su experiencia pasaba también por participar, en su estadía en Barcelona, España, en las citas flash, speeddating o ‘seducción de los siete minutos’, sólo para asuntos de índole sexual; que Diana aún no comprendía, aunque tampoco quería preguntar demasiado por miedo a quedar como una inocente de remate.

En pocas palabras, Laura era la mundana del trío, la intensa, la cínica divertida, la que estaba resuelta a todo. También parecía disponer de mucho dinero como para gastar en lo que le apetecía. Para Diana, en cambio, ir a McDonald’s ya era toda una extravagancia.

Al cabo de una fiesta de lo más normal en el apartamento de Laura, Diana apenas recordaba que, unas horas antes, había impregnado un támpax con alcohol. Se levantó de la cama y cuando por fin caminó cuatro pasos hasta llegar a la sala empezó a oír los cotorreos, los susurros, las risillas, la falsa compasión de aquel colectivo de jóvenes contrahechos entre los 19 y 26 años. “Lo que me faltaba”, se dijo entre lágrimas. El desmoronamiento de Diana se acababa de convertir en el gran entretenimiento del viernes por la noche para los siete que estaban reunidos en una farra que no pasaba de oír música.

‘Támpax en las rocas’

A veces los mitos urbanos de tanto que se mencionan, se sobredimensionan hasta que alguien decide ensayarlos. Y eso fue lo que pasó en la fiesta de Bettina, Laura y Diana con el cuento del ‘támpax en las rocas’, un artículo aparecido originalmente en la revista juvenil Shock, en el que se describía cómo algunas prospectos de modelos para comerciales de prensa y revistas estaban utilizando la técnica de empapar el tampón con whisky, ron o aguardiente para tener una borrachera rápida, sin los efectos del ‘tufo’ cuando llegaran a la casa de sus padres. Entrevistado el ginecólogo Fernando Gómez Corredor, en su momento dijo que era probable que “se alcance cierto nivel de embriaguez” a través de la mucosa vaginal, pues igual que la rectal, tiene alta irrigación sanguínea y absorbe fácilmente las sustancias, método comprobable en el suministro de supositorios analgésicos y antipiréticos.

El caso es que lo quisieron ensayar y la víctima fue Diana, que si bien estaba mareada, le preocupaba más el fuerte ardor ahí, adentro; y aunque alcanzó a sospechar que de pronto se lo había dado a alguien, no sentía el dolor que le suele dar a la entrada de la vagina, incluso cuando apenas le pasan un dedo, sino que el escozor venía desde bien adentro. No le preocupaba tanto que hubiera sido forzada, porque conoce su cuerpo, y como ha tenido a veces falta de lubricación, sobre todo dolor con la penetración, pero en el área de los labios, para ella siempre ha sido de virguería y casi filigrana todo el juego previo antes de disponerse a abrir un poco más la entrepierna, y eso siempre suavemente.

“Y si Diana resulta ser la más recatada de las tres, no es por costumbre, sino por pura obligación —cuenta Bettina—. Ella nació con la estrellita del ensayo/error. Desde los 13 años le ha tocado probar, y comerse, todos los cuentos. De hecho, recuerda que a Santiago, el hermano mayor que le lleva como diez años, un amigo del colegio le daba el consejito no apto para más menores, según el cual era la locura que la niña usara un Certs, esa pastillita para chupar y masticar de sabor como a menta y con chispitas de colores que estuvo de moda hace años en Colombia, que provocaba una sensación refrescante en la boca; bueno, eso mismo, pero donde hoy van los támpax. Pues nada, Diana cree que la causa de su irritación permanente en la vagina no es por trauma de la primera vez ni por falta de deseo ni nada de eso; sino que, antes de que descontinuaran esos dulcecitos, decidió ensayar… y fatal: le ha ardido hasta el sol de hoy. Desde entonces, se volvió la más recatada”.

Trainspotting, el recto tripeo
Mal que bien, en este mito urbano de la sexualidad antes de los 30, no sólo la pastilla de menta es la precursora, también hubo una escena en una película vista por esta generación, Trainspotting (1996) dirigida por Danny Boyle y con la actuación de Ewan McGregor, en la que el protagonista se mete dos supositorios de opio por el recto, y tripea al instante. Esas imágenes no pasan en vano, y de una manera u otra abonan el imaginario que hoy por hoy se reproduce a través de Internet inflando un rumor virtual a la categoría de real.

Como decía ‘Pink_girl’, el nickname de una participante en un foro de Internet, “la verdad es que la sociedad de esta época del materialismo y la promiscuidad parece reflejarse sobre todo en las mujeres. Las niñas de ahora quieren madurar biches y hacen cosas de las cuales no miden la magnitud, y cuando ya están completamente metidas hasta el cuello, es cuando quieren parar, y ya es demasiado tarde para hacerlo. Pienso que les falta razonar. A la mayoría de gente sólo le importa la plata y lo que pueden conseguir con ella y entre tanta vida de lujuria está el licor y las drogas, un mundo al que se entra un día sin pensar en las cosas negativas que trae para la vida”.

Cabría decir, además, que las niñas ya no quieren ser princesas, sino top–models, básicamente porque es lo que se usa. “Desde hace años —expresó Alejandra Vallejo–Nágera en una conferencia en Madrid, una sicóloga experta en persuasión publicitaria, y conocida en el medio de la sicoterapia cotidiana por sus libros Hijos de padres separados y La edad del pavo— nuestras hijas ya no juegan con muñecas que representan bebés, sino con la Barbie, que es una mujer en pequeño con todos sus atributos sexuales. Esta muñeca es el laboratorio con el que la niña experimenta y es lo que deseará
ser en el futuro. La Barbie tiene además un vestuario lujoso y muy variado y tiene hasta su novio, Kent. Todo esto determinará sus sueños, pero también determinará su conducta”. Y si a esta condición le sumamos los nuevos modelos virtuales, el incesante cambio de modas y la velocidad del ciberespacio, ni siquiera se da abasto para alcanzar a reaccionar y elegir, por lo que se termina recreando una sexualidad por brindis, en la que cada quien es actor y actriz de su propia relación. Y así se vive representando personajes, y sin que nos tomemos el trabajo de darnos tiempo para ser nosotros mismos.

Destilando razones
Así, los toxicólogos, endocrinólogos, ginecólogos, urólogos, sexólogos, siquiatras y demás especialidades de la medicina actual, insistan en que el licor tiene como efecto la supresión de la erección en el hombre, y que en la mujer dificulta la respuesta orgásmica, y que en ambos sexos es un potente depresor del sistema nervioso, el alcohol se sigue considerando como un poderoso estimulante y excitante sexual. Una idea que obstinadamente ha sugestionado a todas las generaciones, desde los abuelos hasta hoy. Por ejemplo, en la encuesta de Athanasiou Shaver y Tavris (1970) se encontró que 45 por ciento de los hombres y 68 por ciento de las mujeres insistían en que el licor incrementaba su predisposición y goce del sexo.

El hecho de que la mayoría crea que el alcohol es estimulante, o al menos así lo perciba, y que, aun más, aumenta su capacidad para la respuesta sexual, se debe a su efecto desinhibidor. Finalmente, lo que cada mujer se dice sobre sí misma y sobre el sexo, condiciona lo que le sucede en este aspecto, y creer que el antídoto contra una sexualidad aburrida es el alcohol, es empezar a crear un hábito y una adicción del efecto etílico, más no de la sustancia.

Quizá, la justificación de alcoholizar el orgasmo o los encuentros con alguien que nos gusta, también tiene su base en la necesidad de alcoholizar las relaciones de pareja. Y así como en el encuentro sexual no siempre está presente el orgasmo, en la construcción de una pareja no siempre hay concordancia. Pero no por eso hay que ser actriz, sino enfrentar la dificultad y buscar ayuda. La ficción de la pareja amada o del placer sexual es la garantía para no llegar jamás a conocerlo. El primer paso hacia la experiencia orgásmica y a la verdadera entrega de cuerpo, corazón y alma, es simplemente reconocer su carencia, porque las penas y preocupaciones no se ahogan en alcohol… ellas saben nadar.

Una copa y una relación en siete minutos
El speeddating es un nuevo concepto que arrasa en las grandes capitales del mundo. Una novedad que nació en Los Ángeles para poner en contacto a jóvenes de la dispersa comunidad judía, y que empezó a ser la forma más divertida de buscar con quién salir o tener una encuentro casual. No se trata de un chat, ni de una agencia matrimonial, sino de una forma diferente y rápida de conocer gente. A través de una página web, se apuntan a veladas personas que desean conocer a 7 personas en una sola tarde, tomando una copa y charlando durante 7 minutos con cada una de ellas, en algún bar trendy, que esté en boga. Los participantes se identifican con un alias o nick name, y cada encuentro está marcado por un gong. Una vez finalizada la velada, los miembros que quieren volver a ver a alguna de las personas que ha conocido, podrán hacerlo a través de la web, que intercambiará automáticamente los datos personales, siempre y cuando la otra persona también lo desee. En Europa, el servicio de toda la velada cuesta 35 euros; cubriendo la casi hora y media con sus respectivos tragos.