Perfil

Una vida de novela

Camándula, 21/7/2012

Virginia Vallejo, la elegante y exitosa periodista que hizo época como locutora, presentadora, modelo y escritora de Amando a Pablo, odiando a Escobar, se debate entre la historia y la leyenda.

Se despidió de Pablo Escobar con el corazón roto y despampanante vestido rojo de Thierry Mugler, símbolo de la explosiva pasión que había existido entre ambos. - Foto:

Elegante y clásica, con un toque de fantasía, Virginia Vallejo García se destacó en la década de los 70 como una hábil y ambiciosa periodista, vanidosa y refinada, que hizo carrera en la radio y la televisión colombianas con su talento, su belleza, su voz, su sofisticado guardarropa, y una miopía que suplía con lentes de contacto y una memoria prodigiosa que recordaba todo lo que oía.

Inteligente y culta, se sentía a sus anchas entre los millonarios y las multitudes, acostumbrada desde niña a codearse con personajes de la sociedad y la política. Nació el 26 de agosto de 1949 en Cartago, Valle, en la hacienda de su abuelo, el exministro de Hacienda liberal Eduardo Vallejo Varela, y se crió montando a caballo en tierras que la familia tuvo que malvender tras los feroces desmanes y los descarnados ataques de ‘Los Pájaros’, durante la violencia partidista.

De pequeña soñaba con tener un tren eléctrico, pero nunca se lo regalaron por considerarlo un juguete exclusivamente masculino. Estuvo en el kínder de Elvira Lleras Restrepo y entró al Colegio Anglo Colombiano, donde fue la primera de la clase cuando le pusieron anteojos. Desde entonces, ya la emocionaba la canción ranchera Vaya con Dios. Estudiosa, dotada de una gran facilidad para los idiomas, en 1967 trabajó como profesora de fonética en el Centro Colombo Americano, y luego en el Banco del Comercio, donde conoció a un arquitecto parecido al actor Omar Sharif, Fernando Borrero Caicedo, con quien se casó en 1969 y de quien se divorció dos años más tarde. Sibarita, librepensadora y tan soñadora como terrenal, a los 22 años ya salía con los hombres más ricos del momento, de quienes admiraba tanto su capital como su estructura ósea y los rasgos angulosos de su rostro. Amaba la velocidad y era muy celosa de su vida privada.

De directora de relaciones públicas de Cervecería Andina pasó a la televisión: debutó en el programa sabatino Oiga Colombia, y luego presentó, entre otros, el musical Éxitos 73, la Revista del Sábado, el espacio Cocine de primera con el chef Segundo Cabezas, y fue editora internacional de TV Sucesos-A3. Racional y organizada, fuerte y obstinada, de acuerdo con sus signos Virgo y Buey, en el horóscopo chino, pronto se convirtió en la figura número uno del Noticiero 24 Horas, fue elegida como la Mejor Presentadora de Noticias y era la mejor pagada del país.

Como una premonición del ambiente del mundo de la droga que tan bien conocería en el futuro, en 1978 actuó en el largometraje Colombia Connection, dirigido por Gustavo Nieto Roa. Ese mismo año se casó con el director argentino de teatro, cine y televisión, David Stivel, quien la dirigió en el programa ¡Cuidado con las mujeres! Su matrimonio terminó en 1981, pero solo logró el divorcio en 1983, gracias a la imperativa presión del prepotente y carismático Pablo Escobar Gaviria, su más polémica y reservada conquista. Poco antes, de 1980 a 1982, Virginia trabajó en el programa matutino de Caracol Radio Llegaron las mujeres, con las reconocidas periodistas Amparo Pérez, Pilar Lozano, Tulia Eugenia Ramírez y Margot Ricci, con quien se asoció para fundar la programadora TV Impacto, en lugar de aceptar las ofertas de trabajo que le hicieron en la BBC de Londres y en el Centro de Información de la Corona Británica cuando cubrió la boda de Diana con el Príncipe Carlos.

Gracias a un patrocinio conseguido por Pablo, el amante que le brindaba seguridad y protección, logró sacar de la quiebra a su programadora y se convirtió en una errante viajera que volaba por el mundo entero en primera clase, con sus maletas Gucci y su maletín Louis Vuitton. Pero cuando Margot Ricci descubrió la tenebrosa identidad de Escobar, le retiró su amistad y vendieron la programadora.

Mientras Virginia cubría la Feria de Cali y el Reinado de la Caña de Azúcar para el Grupo Radial Colombiano, propiedad de los Rodríguez Orejuela, Pablo Escobar le mandó de Navidad un reloj Cartier de oro con incrustaciones de diamantes.


Rendida ante la generosidad de un amante que la seducía con miles de orquídeas y que la trataba como a una reina, era profunda admiradora de Oscar Wilde y de Simón Bolívar, del arquitecto madrileño Fernando El Chuli Martínez, del médico Manuel Elkin Patarroyo, de la gestora cultural Gloria Zea y del exquisito gusto de Silvia Gómez, la decoradora de todos sus apartamentos. Pero nada comparable al goce que sentía derrochando fortunas al comprar en la Quinta Avenida de Nueva York.

Después de su éxito en Hoy por hoy, y ¡Al ataque!, su presentación en El Show de las estrellas disparó el rating y el programa comenzó a transmitirse en varios países, mientras que la audiencia del Magazín de los lunes no se despegaba del televisor para no perderse el sensual cruce de sus piernas, que durante cinco años fueron la imagen de Medias Di Lido, cuyos comerciales eran grabados en Venecia, Puerto Rico, Río de Janeiro y Cartagena.

Su meteórica carrera empezó a tambalear por las habladurías y las constantes llamadas, los anónimos y las ‘pegas’, asegurando que su cara había sido tajada con una navaja por la esposa del narcotraficante, y luego reconstruida por el cirujano plástico brasileño Ivo Pitanguy, el mismo que le había respingado la nariz. Así, primero fue despedida de El Show de las estrellas y posteriormente de Telediario, el noticiero del mediodía que dirigía Arturo Abella. Entonces, la champaña rosé que había sido el brindis ideal para el éxito y el festejo, se convirtió en un triste paliativo para atenuar su tragedia.

Después de un corto, idílico y decepcionante romance en las Islas del Rosario, reanudó por poco tiempo su resquebrajada relación con Pablo, hasta que la sangrienta guerra declarada por el capo contra el cartel de Cali y el Estado colombiano la convencieron de dejarlo. Se despidió de él con el corazón roto y un despampanante vestido rojo de Thierry Mugler, símbolo de la explosiva pasión que había existido entre ambos.

Irónicamente, en la culta y envidiada Virginia que admiraba La flauta mágica, de Mozart, que se vestía con ropa de Gucci, Valentino y Saint Laurent, que se estremecía ante ‘El entierro del Conde de Orgaz’, de El Greco, y que temía y respetaba la ley del karma, el destino hacía realidad la frase de su tango preferido: “cuántos desengaños por una cabeza”.

En 1988, con su debilidad por los temas económicos, aplicó y ganó una beca del Gobierno alemán para estudiar Periodismo Económico en Berlín, e inició su cooperación con las agencias antidrogas internacionales. Regresó a Colombia en 1991 y encontró muchas puertas cerradas, pero coprotagonizó la telenovela Sombra de tu sombra, presentó el programa de entrevistas Indiscretísimo, y Picantísimo en la radio, y en1995 se inició en la industria del multinivel (Multilevel Marketing).

Como ella siempre había asegurado que no perdona y nunca olvida, después de acusar a políticos corruptos y a personajes del hampa, la droga y el crimen, se encerró en Miami a escribir el controvertido libro Amando a Pablo, odiando a Escobar, que tiene varias interpretaciones: es el conmovedor testimonio de una diva que cayó en desgracia por haberse enamorado del magnate equivocado. Es una historia de amor entre una bella mujer ambiciosa y el hombre que estremeció de terror a Colombia en la década de los 80. Es un fiel testigo de la corrupción y de la podredumbre de esa época. Es uno de los mejores relatos de ficción.