Comportamientos

8 Actitudes sexistas que hay que erradicar

Fucsia.co, 17/3/2015

A pesar de los avances, todavía queda mucho por hacer para desmantelar esos gestos cotidianos que no nos permiten alcanzar la igualdad de género.

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1. El acoso callejero. Esta forma generalizada de abuso perpetúa determinadas ideas. Este tipo de actitudes camufladas con el calificativo de ‘piropos’ se perpetúa en nuestros días al amparo del derecho a la libre expresión de los hombres o bajo el ideario de que es una cuestión cultural, ligado a determinadas sociedades que se definen como ‘pasionales’, como la latinoamericana. También se excusa bajo la premisa de que las mujeres se sienten complacidas cuando un desconocido les dice algún halago mientras caminan por la calle.   Sin embargo es una realidad que para la gran mayoría de féminas, este tipo de hostigamiento es, a lo menos, incómodo. 

2. Emplear el término ‘feminista’ para insultar a una mujer. El avance en materia de igualdad de derechos entre mujeres y hombres es una lucha atribuible al movimiento feminista. El feminismo enraíza su ideología en la equidad de géneros, en ningún caso en la supremacía de uno sobre el otro, ni la discriminación por estos motivos. Por lo tanto, acuñar el término ‘feminista’ para humillar o difamar a alguien supone una falta de conocimiento de los verdaderos preceptos que nutren este movimiento. “El feminismo, por definición, es creer que tanto hombres como mujeres deben tener iguales derechos y oportunidades”, como indicó en un discurso Emma Watson, embajadora de buena voluntad de ONU Mujeres.

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3. Tratar a los niños según su género. Existe un uso desmedido y estereotipado del condicionante de género en lo que se refiere al tratamiento de los menores de edad. Los hijos gozan de determinados privilegios y, por el contrario, son víctimas de ciertas restricciones, según sean mujeres o hombres. Ellos no pueden llorar o mostrarse débiles, tampoco soñar con ser cocineros, amas de casa o auxiliares de vuelo. Por el contrario, ellas no deben mostrarse muy masculinas y reciben reconocimiento por su vulnerabilidad, del mismo modo que se les impide desarrollar ciertas labores o trabajos que socialmente se consideran masculinos, como médico o piloto. También que a las niñas se las incite a pedir regalos “femeninos” por Navidad, como una cocinita o un bebé de juguete, pero que no se conciba que un niño varón pida el mismo presente y sí armas o carros, objetos “más varoniles”. Esto mina a los hijos y coarta su desarrollo futuro.

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4. Penar la promiscuidad femenina y premiar la masculina.
Cuando se emplean adjetivos hacia las mujeres como ‘puta’ o ‘golfa’, se juzga su vida y libertad sexual, dando a entender que es algo negativo, sucio e inmoral. Por el contrario, cuando un hombre hace alarde de esa misma promiscuidad, recibe el beneplácito de la sociedad en su conjunto. Ambos géneros tienen el derecho a disfrutar de su sexualidad y no ser discriminados u hostigados por ello.

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5. Los micromachismos cotidianos. Se trata de un tipo de violencia, también enmarcada dentro del machismo, que pasa desapercibida ya que se ejerce dentro de la pareja de forma encubierta, es decir, oculta en prácticas cotidianas difíciles de advertir. Existen elementos culturales y simbólicos que perpetúan la desigualdad de hombres y mujeres en los ámbitos cotidianos y profesionales.

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6. Conversaciones no aptas para mujeres. Se trata de una forma de infantilizar a la mujer, como si esta no tuviese la madurez suficiente de atender un diálogo en el que se digan comentarios groseros, obscenos o sexualizados sin escandalizarse. Frases como “eso no lo debería decir una señorita”, minan a las mujeres a poder expresarse con libertad, del mismo modo que lo hacen sus homólogos hombres. No existen conversaciones más adecuadas para un género u otro, sino audiencias plurales o machistas.

7. La mujer siempre tiene que estar perfecta. La cosificación del cuerpo femenino es una realidad, igual que los estándares de belleza patriarcales, esos que, por ejemplo dictaminan que el vello corporal sólo es algo aceptable en los hombres. Que una mujer se maquille, por ejemplo, es una decisión propia, que no debe ir sujeta a la apetencia del hombre, a que él considere cuál es la belleza que debe mostrar la mujer. Del mismo modo que a un hombre le apetece ir con sudadera un domingo, lo mismo sucede con el género femenino.

8. Se normaliza que ellas ganen menos. Existe una discriminación basada en el género desde el momento en el que una mujer incursiona en el mercado laboral. De hecho, en promedio, estas ganan un 11% menos que ellos por desempeñar el mismo trabajo. Y, en muchas empresas, no se contrata a personal femenino por la posibilidad de que queden embarazas y no puedan atender sus labores en la oficina.

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