¿Podemos dejar de tener un transporte público infernal para las mujeres?

Fucsia.co, 3/11/2014

Es vergonzoso encabezar este ranking en el que se evidencia que las mujeres somos maltratadas en transporte masivo, busetas, taxis, bicicletas y hasta andando. Superamos a ciudades como Delhi, pero ni lugares como Londres o Pekín se salvan.

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Por dónde empezar el listado de situaciones incómodas que las mujeres vivimos en el transporte bogotano. Pero hay que aclarar, transporte en general, no solo público, porque aunque no se puede comparar a una mujer que va colgada de un brazo intentando sostenerse en la buseta, mientras con la otra hace esfuerzo para que no le saquen nada del bolso, con la que va más cómoda en su carro, no sé si alguien se atreva a negar que una mujer sola en un vehículo es comida de peces para los ladrones.

La ven pequeña, frágil y vulnerable, así que es la primera presa de todos. Primero, de limpiadores de vidrios que entran sin permiso regando el agua sucia y la escobilla engrasada. No pasa que hagan lo mismo a un taxista. Luego vienen los ladrones de espejos, los que se asoman para ver si el bolso va en el piso, para proceder a romper el vidrio; y hasta los que intentan abrir (o abren) una puerta para montarse al carro. Seguramente la cifra de estos robos es menor en hombres, porque los ladrones creen que una mujer no se va a bajar a perseguirlos, o no carga cualquier tipo de arma para defenderse.

Nuestras armas son una sombrilla ubicada en la parte delantera del carro, para tener algo con qué defendernos, por si acaso. O ese mismo paraguas que vamos batiendo en la calle, por si alguno se atreve a acercarse para raparnos el bolso.

Y sigamos el rosario con el Transmilenio tipo, 6, 7, 8 a.m., todos los días de la semana. Hay que empujar. Esa es la consigna, porque ser decente y dar paso o respetar el turno de llegada no es una opción para nadie; hay que ser caníbal entre caníbales para no dejarse morder. Todos empujan y hay quienes aprovechan para meter la mano al bolso o mandar la mano a la nalga, porque si uno voltea a mirar quién fue, solo verá el rostro de 200 ‘inocentes’ que presionan igual para entrar.

Si se le ocurre ir embarazada, con un bebé o un niño a esa hora, tenga la seguridad de que la empujarán y solo un grito de: ¡Cuidado, no ve que voy con un niño, /&%$$!, hará que la gente medio le abra un espacio. Eso sí, si no grita al entrar, es posible que tampoco le den silla, hay que pedirla, porque pocos son los que se levantan, aunque la vean cargando bebé y pañalera.

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Y las busetas….sí, esas mismas que hicieron paro hace unos días. No se dan cuenta de que si prestaran un servicio decente, digno, con buses nuevos, limpios, y que no atropellara la dignidad humana, seguro los mismos usuarios los defenderían.

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Los taxis….bueno, la semana pasada capturaron a un tipo que robaba los datos de las pasajeras –no pasajeros-, para amenazarlas con tirarles ácido si no le consignaban dinero.  No podemos tomar uno en la calle y ahora las aplicaciones también son un riesgo. “Llama cuando llegues, mándanos el número de la placa”, son las frases que nos dicen apenas nos subimos a uno. Y eso sin contar con que no nos toque un conductor que nos diga lo lindas que estamos, que pregunte si tenemos pareja y nos mire de reojo por el espejo si llevamos falda.

Pero creo que es injusto decir que Bogotá tiene un mal transporte solo para las mujeres. Ni nosotros somos el sexo débil, ni los hombres el fuerte. A ellos también les meten la mano al bolsillo, deben tener cuidado de no rosar a alguna mujer si no quieren ser confundidos con pervertidos; a ellos también les sacan cuchillo en Transmilenio y también les da miedo ser asaltados y ultrajados.

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Y mientras tanto, ¿qué dicen las autoridades públicas ante este desastroso primer lugar? Nada. Que eso es apenas una percepción y que todo está cambiando. Claro que sí, pero tristemente para empeorar. Entre otras cosas, porque creemos que la solución la tiene solo el alcalde.

Nosotros, desde Fucsia.co, creemos que también está en nuestras manos: en que las mujeres no se crean dueñas de las sillas y empujen a todo el que se atraviese para conseguir una, en que las señoras mayores, dueñas de sus derechos, no crean que pueden ir dando bolsazos o codazos para obtener su lugar.
En que las mamás no lleven niños a hora pico y se molesten si los chiquitos no entran en nuestro campo visual y accidentalmente los lastimamos, porque nos ganamos insultos que no bajan de imbécil.

También depende de que un hombre no cierre a una mujer en el carro para gritarle “perra”,
porque no lo dejó avanzar a la velocidad que él quería, o que crean que al meternos en vagones exclusivos se solucionará el hecho de que algunos hombres crean que no está mal coger una nalga ajena.

Que Bogotá ya no esté en este desastroso ranking, no solo depende del alcalde Petro, su comitiva, los ‘dueños’ de Transmilenio, conductores de bus o taxi, depende de nosotros, los usuarios, de nosotras, las mujeres…de respetar un orden, ser decente con los demás, ser empáticos y pensar que el mundo no gira por nosotros, y que los demás merecen el mismo respeto y tienen el mismo afán que llevamos nosotros cada día.