Las crisis de personalidad van más allá de depresiones y bajones emocionales. Son momentos para detenernos a pensar quién soy, quién quiero ser y quiénes me rodean. Tu mejor amiga, tu pareja, tu madre, tu jefe, son sujetos potenciales para reconocer tu propio interior porque no hay mejor recompensa que una buena relación contigo misma y con los demás.
Todo aquel que intervenga en tu vida, afectará directamente tu comportamiento social y autoestima: si los demás te quieren o no, si tienes alguien en quien confiar, si eres exitosa en tu vida universitaria o laboral, si puedes dialogar con otros y si, a fin de cuentas, te llevas bien o mal con la sociedad. Pero para que esa interacción tenga éxito, debes enfocarte en lo que eres.
¿Realmente sabes quién eres? Sea cual sea la respuesta, lo mejor de todo es que una vez lo hagas, tienes en tus manos un “súper-poder” que mejorará tus relaciones sociales: aprenderás a conocer a los demás en un abrir y cerrar de ojos. 5 claves para que te conviertas en una maestra en este arte.
1. Siente el deseo de conocerte: Analízate para poder analizar a otros. Hasta el momento en el que puedes llegar a interpretarte por lo que te mueve en el mundo, lo que te motiva, lo que te hace única y por tus objetivos, puedes interpretar el comportamiento de las demás personas y saber cómo actuar, ya sea si es mejor que te alejes o si puedes tener un diálogo-relación agradable con alguien más. Las mujeres tienden a “estudiarse” a sí mismas solo hasta que algo terrible les sucede, como una ruptura, una tragedia familiar, cuando terminan el colegio o cuando se quedan sin trabajo, por nombrar algunos ejemplos. No esperes a una tormenta emocional para descubrir qué hay oculto en tu persona. Identifica tus malos hábitos, tus conductas inapropiadas y aquellas actitudes que odias de ti misma y de los demás: la gente te tratará de la misma forma en que la tratas.
2. Se tu propio detective: Una misión de espionaje para saber quién es tu verdadero yo. Aquella teoría que cita: “uno nunca termina de conocer a las personas”, se aleja un poco de la realidad: los arranques o ciertas situaciones inesperadas nos hacen reaccionar de maneras que desconocíamos, pero la esencia nunca cambia y al final tomamos una decisión basada en nuestra única y propia capacidad de discernimiento. Que tu esencia salga a flote. Una sencilla táctica es con tus metas personales. ¿Por qué tienes ciertas metas? ¿A quién quieres complacer? ¿Qué objetivo final tienen? ¿Cómo te ves en unos 20 años? ¿Esas metas cumplen con esa visión a futuro? ¿Disfrutas de la forma como estás logrando esas metas? ¿Los sacrificios que haces valen la pena o preferirías optar por otros medios? No tengas miedo a lo que puedes averiguar en lo más profundo de tu corazón. Imponte una disciplina personal para cumplir tu proyecto de vida a largo o corto plazo. La vida es una constante toma de decisiones, prepárate para ello. Si te observas lo suficiente, saldrá a flote tu naturaleza propia.
3. Sumérgete en tu persona: Hay un estado de conocimiento fundamental en el interior de cada una de nosotras. Solo tienes que aprender a hallarlo. Una de las formas es reconociendo lo que te molesta, lo que te preocupa y lo que está en tus manos para que eso no suceda. Un error muy común es que nuestros temores, preocupaciones e ira los desfogamos con quienes nos rodean: si tuviste un mal día en el trabajo, llegas a “desquitarte” con tu novio o familia. Si haz peleado con tu pareja, son ahora los de la oficina los que deben lidiar con tu mal genio y mala cara, creyendo que de esa manera puedes sentirte mejor. Al final del día te das cuenta que ni siquiera estar cerca de esbozar una sonrisa. Cuando te enfades por algo trivial, busca un lugar tranquilo, físicamente y dentro de ti, y reflexiona sobre la raíz verdadera del problema: ¿qué es lo que realmente te molesta? ¿qué está mal en tu vida? ¿qué primer paso puedes dar para solucionarlo? En la reflexión más silenciosa y lenta es donde se encuentra más fácil la paz, el conocimiento y la intuición.
4. Mírate con los ojos de otra persona: Muchas veces los demás nos pueden ver mejor de lo que nos vemos a nosotras mismas. ¿No te ha pasado que en algunas situaciones de tu vida piensas en esa persona que te conoce mejor que nadie? Lo sabes, porque es de aquellas que te identifica y te “lee” con más facilidad que cualquiera. Lo mejor es que sea un buen amigo, alguien en que esté depositada toda tu confianza, que te quiera, que te aprecie, sea respetuoso pero sincero. No te atrevas a hacerlo con la primera persona que se te atraviese: puede tener una imagen distorsionada de ti. A veces creemos conocernos tan bien que los defectos se convierten en virtudes o concluimos “es que es mi forma de ser y nunca podré cambiar”, cosas negativas que no logramos ver. Un gran amigo/a puede actuar como un espejo y ayudarte a descubrir tu “yo” real: te señala tus fortalezas, tus cualidades, tus mejores actitudes o las peores, tus errores más comunes y tu potencial para ciertas cosas. Hazle sencillas preguntas como: ¿qué admira en ti? ¿qué consejos puede darte para mejorar en ciertos aspectos? ¿qué es lo mejor que haces? ¿cuándo, con quién o en qué momentos te ve realmente feliz? ¿Cuál es tu peor defecto? Las respuestas te sorprenderán.