M2malletier
Melissa Losada y Marcela Vélez
Personaje: Emma Watson. Cartera: M2malletier.
¿Cuál fue esa primera pulsión que las hizo pensar que podían trascender fronteras y salir de Colombia?
Tanto Marcela como yo nos fuimos jóvenes de Colombia y las dos decidimos
estudiar en Nueva York y vivir después en Europa. Así que fue natural
crear la marca fuera de Colombia porque no vivíamos ahí desde hacía
mucho tiempo y no veíamos la industria del lujo fuerte en el país.
Una vez tuvieron la idea de conquistar el mercado internacional, ¿qué fue lo primero que hicieron?
Nunca fue la idea concreta, pero creo que al pensar en nuestro target
customer como una mujer internacional y crear para ella, sucedió
naturalmente que nuestras carteras gustaron en varios países.
¿Cuál fue el obstáculo más complejo que tuvieron que superar?
Encontrar una fábrica que quisiera producir para nosotros. Como el
mercado del lujo es tan estrecho, todas las fábricas calificadas ya
trabajan para grandes marcas como Prada, Loewe…, y no les interesaba
tener nuevos clientes desconocidos. Este fue nuestro mayor reto.
La convicción que no las dejó desfallecer.
Tenernos la una a la otra y trabajar muchísimo cada día.
¿Quiénes fueron sus aliados, sus verdaderos ayudantes?
Mi marido y, sin duda, nuestras familias.
¿Qué tienen sus diseños y sus creaciones que les hicieron pensar que contaban con un potencial en el mercado internacional?
Son piezas atemporales, que se pueden usar ahora o en veinte años. Las usan niñas muy jóvenes y también señoras mayores.
Una sorpresa que les haya dado el mercado internacional.
Entender cómo la política de un país puede cambiar radicalmente de un
día para otro el número de tiendas en las que vendes. Fue el caso con
Rusia, donde vendíamos en cerca de diez tiendas y después de la guerra
con Ucrania bajamos a tres.
Un aprendizaje que les haya dejado.
Aprender a entender cómo hacer negocios con diferentes culturas.
¿Tiene algún valor hoy en el competido mundo de la moda ser un diseñador colombiano?
Creo que ahora poco a poco se está valorando cada vez más la moda
colombiana, al haber varios diseñadores conocidos internacionalmente.
El lugar en donde aún sueñan vender sus piezas.
Dover Street Market.
A New Cross
Nicolás Rivero y Vanessa Gómez
Capa de A New Cross en Berlín (Alemania).
¿Cuál fue esa primera pulsión que lo hizo pensar que podía trascender fronteras y salir de Colombia?
A New Cross fue un proyecto pensado globalmente que nació en 2009
durante un viaje a Nueva York. Cuando entré a la tienda Atelier quedé
impresionado por el espacio, parecía una galería de arte que exponía
zapatos y prendas, todo monocromático. Estando fascinado en esta tienda
de Hudson Street supe que tenía que diseñar objetos que encajaran en un
lugar así. Investigué y me di cuenta de que no había exponentes
latinoamericanos en este nicho y me puse a trabajar en la primera
colección.
Una vez tuvo la idea de conquistar el mercado internacional, ¿qué fue lo primero que hizo?
Compré algunas revistas que trataban el tema del nicho que acababa de
descubrir, aproveché las redes sociales para buscar y contactar a
editores, fotógrafos, diseñadores, dueños de tiendas y personas que eran
amigos de estos “líderes de opinión”.
¿Cuál fue el obstáculo más complejo que tuvo que superar?
Asistir las primeras veces a ferias internacionales y no obtener ningún resultado.
¿Quiénes fueron sus aliados, sus verdaderos ayudantes?
Gracias a la labor que estaba haciendo con las redes sociales me
contactó un showroom de París. Ellos sabían que la presencia latina era
nula y les pareció visionario trabajar con la que se podría convertir en
la primera. Así comenzó mi relación con Marc Rushton y su showroom
Stealth Projekt. Y sin duda Vanessa Gómez, quien entró al proyecto en
este momento de dura gestión y ha servido como un polo a tierra para la
marca (y para mi vida). Ella se ha encargado de organizar y atar muchos
cabos sueltos dentro de todo el proceso.
¿Qué tienen sus diseños y sus creaciones que le hicieron pensar que contaba con un potencial mercado internacional?
El hecho de rescatar valores artesanales colombianos, como técnicas y
materiales, pero alejándolos de lo que comúnmente se conoce como
artesanía colombiana, hace que el resultado final sea de profundo
interés para este nicho de mercado.
Una sorpresa que le haya dado el mercado internacional.
Hoy para mí es un orgullo decir que comparto espacio con diseñadores
como Carol Christian Poell, Ann Demeulemeester, Haider Ackermann, ente
otros.
Un aprendizaje que le haya dejado.
Que es posible conquistar las metas si se tienen ganas, un plan de trabajo y tiempo.
Una diferencia radical con respecto al mercado colombiano.
Luego de abrir la tienda GRIS en colaboración con Julieta Suárez, Laura
Laurens y Manuela Álvarez, nos dimos cuenta de que las piezas fuertes
(que son las más apetecidas afuera) no se vendían mucho. El consumidor
local prefiere las piezas menos arriesgadas.
¿Tiene algún valor hoy en el competido mundo de la moda ser un diseñador colombiano?
Luego de haber asistido varias veces a la Semana de la Moda de París veo
cómo cada vez más compradores de tiendas saben sobre mi trabajo y les
parece atractivo el hecho de que todo se produzca en Colombia. Gracias a
esto estoy vendiendo en once tiendas dentro de Europa y Asia.
El lugar en donde aún sueña vender sus piezas.
Sigue siendo Atelier.
Polite
Carlos Polite
Personaje: Mia Moretti. Top y Falda: Polite.
¿Cuál fue esa primera pulsión que lo hizo pensar que podía trascender fronteras y salir de Colombia?
Desde el principio pensé y visualicé a Polite como algo global.
Una vez tuvo la idea de conquistar el mercado internacional, ¿qué fue lo primero que hizo?
Realmente no creo que hubiese un primer paso, creo que todos los pasos
dados fueron pensados para llegar a posicionar la firma como algo
internacional.
¿Cuál fue el obstáculo más complejo que tuvo que superar?
Trabajar con un equipo de Nueva York. Porque aunque ellos conocen muy
bien cuáles son las estrategias de marketing, no tenían claro a qué tipo
de mujer quería llegar con Polite. Pienso que es muy importante tener
claro desde el principio qué es lo que quieres, para poder transmitir
tus conceptos con claridad y que no se vea desvirtuada la mujer que
representas.
La convicción que no lo dejó desfallecer.
Todo lo que tengo por contar… (risas). Siempre he creído que en tiempos
como los que vivimos actualmente tan globalizados, es importante tener
un discurso propio que te permita destacar, pero que a su vez encaje en
un discurso global y no solamente local.
¿Quiénes fueron sus aliados, sus verdaderos ayudantes?
Absolutamente todas las personas y entes que han estado apoyándonos en
estos cinco años han sido claves para poder estar donde estamos, desde
vuestra revista en su momento, hasta nuestro equipo actual en Nueva
York, por nombrar algunos.
¿Qué tienen sus diseños y sus creaciones que le hicieron pensar que contaba con un potencial en el mercado internacional?
Lenguaje propio y una identidad muy clara, creo que eso es muy
importante en un mercado internacional, verse diferente como propuesta.
Una sorpresa que le haya dado el mercado internacional.
La receptividad con que han acogido mis propuestas. Piensas que hay
mucha competencia, pero la verdad en la industria de la moda actual hay
mucha gente haciendo ropa y pocos moda.
Un aprendizaje que le haya dejado.
Que si quieres continuar con la evolución de tu trabajo, debes aprender a
moverte entre lo creativo y lo comercial, para que al final del día no
pese más en tu balanza una de las dos partes.
Una diferencia radical con respecto al mercado colombiano.
Es muy diferente. Mientras la industria internacional tiene todo un
sistema establecido, en Colombia está todo por hacer, no existe una
logística que funcione (no hablo de la industria de la ropa, que tiene
toda esta logística montada y vende millones... hablo de la industria de
la moda).
¿Tiene algún valor hoy en el competido mundo de la moda ser un diseñador colombiano?
Estamos en un momento histórico, nunca antes habían confluido tantos
diseñadores que estuviesen teniendo relevancia internacional y se
hablase de Colombia como un país donde el diseño es un patrimonio
importante, tal vez lo que falla es que somos demasiado individualistas y
no aunamos fuerzas para sacar adelante un bien común. Los egos no nos
dejan (risas).
El lugar en donde aún sueña vender sus piezas.
Japón y estoy trabajando para ello.