Gays que se casan con mujeres, el debate de la bisexualidad

Arnoldo Mutis, 12/5/2015

La tendencia de hombres homosexuales que se casan con mujeres heterosexuales sin ocultarles su condición le pone un matiz intrigante al debate sobre el matrimonio igualitario en Estados Unidos.

Por Arnoldo Mutis

Cuando era un adolescente, Joshua Johanson se sentía diferente y pronto halló la razón: le atraían los jóvenes de su mismo sexo. Al poco tiempo, se radicó en California, en un ambiente que estimulaba abiertamente las relaciones homosexuales. “Había muchachos interesados en mí y me gustaba estar con ellos”, cuenta.

No obstante, con los días, empezó a considerar que no estaba haciendo lo correcto y fue entonces cuando conoció a Alyssa en un baile y se hicieron novios. “Ella supo todo de mí desde el principio, incluida mi afección por los hombres, y me aceptó por completo”, continúa Joshua.

Cuando hablaron de matrimonio, él temió que su tendencia pudiera ser un obstáculo para ello, “pero estaba equivocado”, afirma veinte años después de la boda y agrega: “Nuestra vida sexual ha sido increíble desde el primer día. No hemos pasado por situaciones incómodas ni necesitamos de un periodo de acoplamiento”.

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Johanson es enfático en aclarar que su dicha conyugal no se dio porque él dejara de sentirse atraído por los hombres. “Aunque tengo un matrimonio maravilloso con mi esposa, todavía me gustan”, puntualiza, y cree que la clave de esta aparente contradicción radica en que su unión no está basada en la negación de su homosexualidad, sino en la aceptación de esta. Alyssa lo reitera con otras palabras: “Amo a Joshua no a pesar de su fascinación por los varones, sino en virtud de ella”.

Brent Olsen también deseó estar con hombres desde muy joven y ello le generó una terrible confusión. “Es una cuestión física. Es algo que está en mi cuerpo y no sé qué hacer al respecto”, se decía. Su angustia fue tal, que resolvió dejar de salir con mujeres, pero en ese preciso momento conoció a Anissa y su vínculo se fue haciendo cada vez más íntimo. “Una noche, recuerda ella, él me dijo que tenía algo importante que decirme”. Se imaginó que Brent iba a proponerle matrimonio pero, a cambio, la dejó de una pieza al soltarle la bomba de que era homosexual. Tras pensarlo bien, Anissa le dijo: “Vamos a superar esto. Tú me amas, yo te amo. Vamos a estar bien”. Ambos creyeron que eso se le pasaría y se casaron. Diez años después él le confesó a su esposa que no había sido así. No obstante, revelan ambos, esa sinceridad los ayudó a renovar su intimidad y su matrimonio dio un vuelco. “No siempre ha sido fácil. En cierto momento un amigo gay me sugirió que dejara a mi familia y adoptara una vida homosexual, lo cual me hizo dudar”. También oyó el testimonio de otros con una experiencia similar a la suya y se quedó con su mujer y sus cuatro hijos. “Estoy en un momento en que me invade un gran alivio porque ya no pienso que mi atracción por los hombres va a desaparecer. Más bien, la tomo como una maestra que me ha enseñado mucho”, anota Brent.

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Brent y Joshua viven en lo que se ha dado en llamar “matrimonios de orientación mixta”, una tendencia que ha salido a la luz en Estados Unidos, con motivo de la actual evaluación, por parte de la Corte Suprema de Justicia, de si los estados de la unión deben permitir los matrimonios entre personas del mismo sexo. “Somos una legión”, asegura Doug Mainwaring, otro gay que sostiene ser muy feliz de haber formado un hogar con una mujer heterosexual.

“Esto es algo que forma parte de la vida de mucha gente y casi nadie ha hablado de ello”, declara Lolly Weed, otra practicante de esta índole de casamiento, al tiempo que su par, Jeff Bennion, acota: “La gente como nosotros siempre ha existido, pero raramente habíamos tenido una razón para hablar”.



Ahora, con el debate en la Corte Suprema, han encontrado la oportunidad para manifestarse y no precisamente en favor del matrimonio igualitario, como pudiera creerse. Joshua, Brent, Lolly y Jeff son parte del grupo de ciudadanos que acaba de presentarle al tribunal un amicus brief o declaración en la cual piden que no se autoricen las bodas gays porque ello insultaría sus arreglos conyugales, pues “enviaría el mensaje perjudicial de que es imposible, antinatural y peligroso para los gays y lesbianas casarse con personas del sexo opuesto”.

Los practicantes del matrimonio de orientación mixta aclaran que no son exgays o gays arrepentidos y por eso prefieren autodenominarse “atraídos por el mismo sexo” (SSA, por su sigla en inglés) y establecen lo que los distingue de aquellos: Si los exgays aseguran que se “curaron” de la homosexualidad, ellos aceptan su atracción por otros hombres aunque han escogido unir sus vidas a esposas heterosexuales. Mientras que los exgays tienen fama de ser intolerantes y llenos de prejuicios hacia la homosexualidad, los SSA no necesariamente se oponen a ella.

El psicólogo Warren Throckmorton ha estudiado este grupo y explica que se divide a su vez en tres subgrupos básicos. En el primero se ubican los bisexuales. “Se trata de hombres que se ven atraídos por mujeres y hombres, en diversos grados; sienten un interés general por la gente”, dilucida. El siguiente conjunto lo forman los exclusivamente gays, quienes no se sentían muy fascinados por sus esposas cuando se casaron, pero necesitaban hacerlo y con el tiempo desarrollaron afinidad erótica con ellas. Muchos de ellos optaron por estos enlaces por razones religiosas. Tal es el caso de Joshua Weed, un mormón practicante de Utah, quien le contó su historia a la revista Salon. Primero consideró tener relaciones con sus congéneres, pero finalmente viró hacia el sexo femenino, teniendo en cuenta los dictados de su credo, para el cual la atracción homosexual en sí misma no es un pecado, pero llevarla a cabo, sí (algunos sectores católicos defienden esta misma idea). Entonces, se casó con Laurel, su mejor amiga desde la infancia y la primera persona a la que le confesó su homosexualidad.

El tercer segmento de casados en matrimonios de orientación mixta se compone de hombres homosexuales que desarrollaron una preferencia muy ávida por una mujer en especial. El doctor Throckmorton, quien es profesor de Grove City College, en Pensilvania, recuerda el modo en que se lo expuso uno de sus pacientes: “Ella es, literalmente, la única para mí”. Él estaba determinado a seguir el camino gay, hasta que la conoció y se convirtieron en los mejores amigos. Luego sintió deseos eróticos por ella y fueron al altar. “Ahora tienen una vida marital plena. Él no fantasea con otra, porque su esposa es la única en el mundo que lo enciende sexualmente”, narra el psicólogo, quien es creador de un esquema para ayudar a pacientes a aceptar su identidad sexual.

Esta postura, como era de esperarse en un asunto tan sensible, ha suscitado opiniones enconadas. Los que a la luz de sus creencias liberales aspiran a que cada cual practique una total autonomía en su sexualidad, creen que esto es un retroceso. A ellos, el doctor Throckmorton los exhorta a abrir más sus mentes. “Si vamos a ser tolerantes y a no juzgar, reconozcamos que eso es lo que ellos quieren hacer. De alguna manera, un hombre gay, que es muy religioso, se puede casar con una mujer asexual y tener una gran amistad, una estupenda relación con ella. Si bien este no es el vínculo soñado para un terapista de familia, está bien para ellos”. De hecho, ese es el caso de Joshua Weed, quien le declaró a Salon que su vida sexual con su esposa es gratificante. “La sexualidad implica mucha intimidad y conexión entre dos almas y no solo el fuego carnal. Sin embargo, ambos reconocemos que así nuestro compartir sea tan grato, le hace falta algo y a veces resulta triste, lo lamentamos y desearíamos que las cosas fuesen de otro modo”.

Otros creen que eso de los matrimonios de orientación mixta es dar una vuelta muy larga para seguir ocultando otra gran realidad. “Si las personas que sienten atracción por su mismo sexo son capaces de involucrarse romántica y sexualmente con personas del opuesto, eso los hace, por definición, bisexuales”, opina Eliel Cruz, cronista de The Advocate, revista especializada en la comunidad LGBTI. Para él, estas autoproclamadas historias de gays bien casados lo que recuerdan de nuevo es que la sociedad se niega a reconocer que la bisexualidad existe y se empeña en establecer, por decreto, quién debe casarse con quién y quién debe acostarse con quién.

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