La cinta Yves Saint Laurent se adentra en la vida del modisto francés desde su ingreso en Dior hasta su emblemática colección Rusa en 1976. La película pone en evidencia las peripecias estilísticas de un hombre tímido que padeció su triunfo.
“No se equivoca la película en concentrarse más en lo que vino en su vida tras su paso por Dior”, asegura Nancy Deihl, directora del programa de maestría en Costume Studies de la New York University. “Esa experiencia le dio paso a sus grandes transformaciones. Por ejemplo, creó su línea prêt-à-porter Rive Gauche, popularizando esa moda lista para usar en Francia y lanzando un mensaje a la alta costura que parecía obsoleta. Ahí, también descubrió la calle como una fuente legítima de inspiración e influencia, le rindió tributo a los genios de la moda del pasado, algo que nunca se había hecho, y vio en el arte de Picasso y de Mondrian unas nuevas maneras de hacer ropa”, comenta la experta.
Alentado por su amigo, amante y socio, Pierre Bergé, Yves Saint Laurent creó una marca convencido de que la inspiración podía venir de cualquier lugar. De los trabajos utilitarios, por ejemplo, en los que se inspiró para crear la chaqueta safari o el trench coat (gabardina), o de la cultura global de donde salieron sus magníficos vestidos africanos. Toda una transgresión, considerando que todavía eran tiempos en los que la moda era para unos pocos que podían pagarla. “Sin duda, Saint Laurent, como hombre de su tiempo, era consciente de los cambios que estaba experimentando la sociedad y del importante papel de la moda como signo visible de esos cambios. Fue muy significativa, sobre todo, la adaptación que hizo de las prendas del guardarropa masculino al femenino, como el blazer con botones dorados, el traje pantalón, el esmoquin y las bermudas”, recuerda Amalia Descalzo Lorenzo, profesora de Cultura y Moda de ISEM Fashion Business School-Universidad de Navarra en España, quien explica que ese rapto de determinadas prendas masculinas para el clóset de las mujeres da cuenta de ese interés constante que desde mediados del siglo XIX se estaba dando en Occidente por conseguir la paridad entre ambos sexos.
En ese camino como creador solitario, el diseñador logró hacer algo que los expertos han visto como el verdadero vestido de una segunda ola de feminismo, en la que, más que la alborotada quema de brasieres, sale a relucir la popularización del pantalón como la prenda que va a liberar a las mujeres y les dará una nueva posición en el nuevo mundo laboral que querían conquistar. Los pantalones permitirían que, por primera vez, los hombres miraran a las mujeres a los ojos y no a sus piernas.
En 1966, Yves Saint Laurent lanzó una bomba que desestabilizaría los parámetros de la moda hasta entonces conocida, el tradicional esmoquin usado por los hombres en las fiestas más elegantes era ahora llevado a la silueta femenina invocando seguridad, libertad de movimiento y confianza. Altanero, como lo había sido alguna vez Chanel, Lauren apostaba ahora por hacer del pantalón un infaltable femenino en todas las ocasiones del día. Sin pensárselo mucho, estrellas como Catherine Deneuve, Liza Minnelli, Lauren Bacall y Bianca Jagger empezaron a llevarlos, desafío que no fue tan fácil de repetir por las mujeres del común, que eran devueltas de la oficina cuando osaban olvidar la falda en casa.
“Desde el principio de su carrera él pensó en una mujer trabajadora e independiente, que se reusaba a quedarse en la casa esperando salir por cuenta de un matrimonio. Si hoy damos por sentado que un par de pantalones son una parte básica en el guardarropa de cualquier mujer, es gracias a la gran contribución de este creador”, asegura el profesor Guazzone.
Después de desentrañar las batallas estilísticas que obedecían, entre otros, a profundos conflictos emocionales del diseñador, la película avalada por Pierre Bergé, y en la que fue usada una gran parte del acervo de moda que dejó el diseñador, finaliza en un tiempo temprano de su vida, pero absolutamente determinante de la carrera del trasgresor modisto. Una propuesta llamada Rusa, en 1976, lo volvería una verdadera celebridad. Esta iniciativa “es la muestra de alta costura más cara que ha hecho la casa de Yves Saint Laurent hasta ahora. Los ballets rusos y la cultura moscovita habían sido fuente de inspiración antes, pero la exuberancia de esta colección causó un impacto mediático que no era propio de un diseñador de moda en ese momento. Creo que lo más determinante para que la película eligiera a Rusa como cierre, fueron su sentido de lujo y sus siluetas; la grandeza y el volumen de estas piezas maestras impactaron profundamente la moda de los años setenta y de la primera mitad de los ochenta, allí podemos encontrar el germen de muchos de los estilos que se popularizaron”, concluye Guazzone.