Anorexia: Los escondites del miedo

Revista FUCSIA , 18/11/2015

La anorexia no es un capricho, ni una modalidad de hacer dieta que se impone, es una enfermedad que afecta principalmente a las jóvenes entre 12 y 25 años.

La anorexia no es un capricho, ni una modalidad de hacer dieta que se impone, es una enfermedad que afecta principalmente a las jóvenes entre 12 y 25 años. Sin embargo, su aparición en niñas pre-púberes y mujeres mayores de 30 va en aumento. Estas son algunas de las señales de alarma de un trastorno que, aunque se evidencia en el peso, oculta mucho más. 

En la cabeza


  • La anorexia es una enfermedad mental que hace que el paciente tenga una distorsión de su imagen corporal. “Es normal que repita constantemente frases como ‘estoy muy gorda’, o ‘yo sé que soy flaca... pero tampoco tanto’, cuando en realidad pesa 30 kilos”, explica Juanita Gempeler, directora científica del Programa Equilibrio, dedicado al tratamiento de los trastornos de la alimentación. “No es un tema de mala visión, es el cerebro el que se altera”.
  • Aún así la pérdida de peso es solo la punta del iceberg. Aunque el detonante de la enfermedad puede ser, en principio, lograr un cuerpo ideal, lo que hay detrás no es la persecución de la belleza sino la necesidad de controlarlo todo, de sentir que se tiene el poder sobre la vida. Las víctimas experimentan una sensación de triunfo cuando la báscula les muestra los kilos de menos, y un miedo intenso a que ocurra lo contrario.
  • Algunos rasgos de carácter facilitan la aparición de la enfermedad. Los afectados suelen ser perfeccionistas y rígidos. Buscan la excelencia. Y aunque tienden a querer darle gusto a quienes los rodean, también llegan a ser tiranos, pues sus expectativas consigo mismos y los otros son muy altas. No son flexibles, se castigan fuertemente y les cuesta asumir las frustraciones.
  • También se les dificulta expresar las emociones, rotularlas, regularlas e incluso identificarlas. Entonces las manejan a través de la comida.
  • La depresión, la ansiedad y la baja autoestima, sentimientos de vergüenza y culpa, acompañan el trastorno.

En la mesa

  • Todos los desórdenes alimentarios empiezan con una dieta. Lo que sucede es que esta se vuelve eterna. “Quienes sufren de anorexia nerviosa dejan de tomar ciertos alimentos que consideran prohibidos como las harinas, los dulces o las carnes rojas, y se saltan los tiempos de comidas”, indica la doctora Ana Salgado, miembro de la Sociedad Colombiana de Nutrición Clínica
  • También rechazan lo que antes les gustaba, y a veces disfrazan su mal bajo el pretexto de que quieren ser vegetarianos, o muestran un repentino interés en los productos saludables. “Lo sano no es lo light, en realidad se trata de incluir todos los grupos nutricionales”.
  • Las personas que padecen anorexia viven pensando en comida, y sin embargo nunca manifiestan tener hambre: cuentan calorías y son bastante rígidos al respecto, vigilan la preparación de los alimentos y hablan de ellos en términos de “bueno” o “malo”. Su discurso en torno al peso y las dietas se vuelve monotemático. Curiosamente, pueden volverse los cocineros estrella del hogar, pero solo para que los demás coman.
  • Hay quienes reemplazan las comidas sólidas por líquidos.
  • Cuando llega la hora de comer se muestran ansiosos o malhumorados.
  • Es posible identificarlos por los rituales que realizan en el plato, como espulgar la comida, dispersarla o cortarla en trozos pequeños, masticar muy lento, no permitir que algunos alimentos se junten con otros, y limpiar las grasas y las salsas con la servilleta. Están los que se las ingenian para esconder lo que les sirvieron hasta en sus mangas, y los que riegan migajas en su puesto para simular que devoraron todo.
  • Es habitual que inventen cualquier excusa para comer a solas, preferiblemente en su cuarto. Para salvarse de tener que sentarse a la mesa, mienten sobre que están llenos, aseguran que ya comieron o incluso que son alérgicos a ciertos alimentos.
  • Sienten la necesidad de usar el baño después de cada comida debido a las náuseas. Algunas personas toman laxantes.
  • Los trastornos alimentarios están relacionados a comportamientos obsesivos que involucran la comida. En ocasiones, solo permitirse usar un mismo vaso o silla, y exigir que se coma en un tiempo específico es síntoma de que algo no está bien.


En el cuerpo

  • “Los trastornos de la conducta alimentaria tienen tasas más altas de mortalidad que cualquier otra condición de salud mental”, advierte la sicóloga Mae Lynn Reyes, del UNC Center of Excellence for Eating Disorders. “Para la anorexia nerviosa, esta cifra es del 5.1 por ciento”.
  • Aunque los enfermos tratan de negar o de ocultar su problema, bajar de peso de manera rápida y progresiva no es algo que pueda esconderse por mucho tiempo. Se nota, y es una de las primeras señales de alarma.
  • Las personas con anorexia muestran una piel reseca y amarillenta.
  • Se quejan permanentemente de frío, debilidad o mareo, en razón de la ausencia de nutrientes.
  • Hay pérdida de la menstruación, o los periodos se vuelven irregulares.
  • El pelo se les cae y se vuelve quebradizo, así como las uñas.
  • Les aparece vello en la espalda y pecho debido a la ausencia de grasa.
  • Por la falta de calcio es común que los dientes se vean afectados por la caries.
En el día a día

  • Quienes sufren un trastorno alimentario optan por vestirse con ropa muy holgada, ponerse muchas capas o usar prendas ajustadas. “Todo depende de cuál sea su intención: o esperan que su cuerpo pase desapercibido, escondiéndolo, o necesitan constatar que este tiene límites”, observa Gempeler.
  • Pueden presentar dificultad para dormir y concentrarse. Evidencian alteraciones en el estado de ánimo como ira, irritabilidad y agresividad.
  • Pesarse y medirse con un metro la cintura, las muñecas y las caderas compulsivamente es un signo de alerta. También lo son las preguntas insistentes del tipo ‘¿Estoy gorda?’, y el hecho de mirarse todo el tiempo en el espejo.
  • Hacer ejercicio se convierte en una obsesión. Incluso hay pacientes que presentan hiperactividad y que invierten las horas de sueño en sus rutinas para quemar calorías. Peor aún es que debido a sus estrictas dietas, no tienen energía para gastar y el organismo recurre a la que está disponible en los músculos.
  • Como por lo general las actividades sociales involucran comida, huyen de estos eventos y terminan aislándose.

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