En la mitad de una amplísima bodega del centro creativo Textura están Ruven Afanador y su equipo, todos vestidos de negro. Revolotean en ese espacio redondo, aislado, cubierto todo de arena, lleno de luces, cámaras y sillas. El público los observa a través de una polisombra. Un ejercicio voyerista para descubrir al artista en la mayor intimidad de su proceso creativo.
Frente a Ruven empiezan a desfilar diferentes personajes representativos de la moda y la cultura colombiana. Él busca esos cuerpos que lo sacuden, que naturalmente capturan su atención. Empieza a disparar desde las 5 de la tarde.
A las 11 de la noche aún no ha terminado. Mientras lo vemos ahí parado, develando los secretos de su arte, retratando a esos personajes de su Colombia añorada, el artista que ha aceptado la invitación de B Capital para inaugurar el evento de moda de Bogotá, recibe a FUCSIA para recordar los trayectos de su vida.
Recuerdos
1. Mi papá tenía una relojería en Bucaramanga donde
había un cuadro que parecía llenar la pared del fondo con un bosque de
árboles muy gruesos. Lo recuerdo gigante, es una de esas imágenes
emblemáticas de mi infancia. Aún existe, porque una de mis tías lo
guardó, y la verdad, es pequeñito.
2. Me fui de Colombia a Nueva
York a los 14 años y estuve en un terrible desarraigo. Mi único refugio y
consuelo fueron los libros de Gabriel García Márquez.
3. La
dueña de una afamada agencia de modelos en Nueva York me concedió una
cita. Después de oírme y ver mi trabajo me dijo que debía irme a Milán a
perfeccionar mi técnica. Sin un peso y sin saber el idioma fui a
perfeccionar en realidad mi habilidad para la soledad. Esos días de
silencio me sirvieron para mirar los andenes, esquinas y calles en donde
haría mis fotografías.
4. De regreso a Nueva York, aunque tuve
la posibilidad, nunca conocí a Richard Avedon, Irvin Penn o Helmut
Newton, no por nada más sino por temor a destruir la imagen de mis
propios ídolos. Preferí guardarlos con la magia en mi cabeza. Una vez,
sin embargo, al New Yorker llegó una carta que Richard Avedon le mandaba
al director halagando mi trabajo.
5. Mi historia como fotógrafo
cobró rumbo cuando me fue encomendado retratar a los diseñadores Rubén e
Isabel Toledo. Cierto sentido de iluminación, escultura, cierta
interpretación de la moda y del físico de los personajes emergieron de
forma maravillosa. Yo no lo sentí como lo hizo el público en su momento,
pero ahora, cuando veo esas imágenes en el tiempo, entiendo por qué
fueron un punto de quiebre en mi historia.
6. Cuando los
periodistas me preguntaban a qué personaje deseaba retratar, siempre
respondía que a García Márquez. Un día, una revista le encomendó a mi
agente que arreglara todo porque querían que retratara a Martin
Scorsese. Ella estaba notoriamente más emocionada que yo. Siempre he
tenido miedo de retratar directores de cine. Después de unos días, sin
embargo, la llamaron para decirle que habían pensado que era mejor que
yo retratara a un escritor. Me llamó apesadumbrada y dijo que me habían
asignado a Gabriel García Márquez. No lo podía creer, el sueño se
cumplía.
7. Para hacer la foto de Gabo, me fui casi seis días
antes a México para arreglar detalles. Quería saber exactamente cómo
llegar a su casa sin perderme y le escribí además una carta en pergamino
en donde le confesaba lo especial que habían sido sus libros para mí.
Cuando estuve frente a él –quien posaba simplemente con una ruana a
cuestas–, tuve que encargarme de arreglarle el pelo y todos los detalles
de su vestido, porque para ese entonces nadie me asistía. Como la foto
se hizo en exteriores, él se paró sobre un baldosín rojizo que por la
llovizna se había humedecido. Yo me resbalaba cada vez que iba intentar
tocarlo y arreglar algo para la foto. En un momento me dijo: “Recuerde
que uno no patina con los pies sino con la cabeza”.
8. Un
fracaso... Me llamaron de una revista para fotografiar a Michael
Jackson, y acepté con la condición de que se dejara llevar por lo que yo
imaginaba. Él, sin embargo, tenía otras cosas en mente, y a pesar de
mucho negociar, ninguno de los dos cedió ante el otro. Perdí la
oportunidad de retratarlo.
9. Una de las imágenes que más
recuerdo de mi regreso a Colombia, ya grande, fue abrir la nevera de una
casa en la que me estaba quedando y ver una guanábana partida por la
mitad. Fue un regreso a mi infancia.
Elementos y cuerpos
10.
El pelo. Mi fascinación por el pelo viene de esos tiempos en que yo lo
hacia todo, era mi propio maquillador y estilista, nadie me asistía. Eso
de no tener quién me colaborara fue un regalo inmenso porque tuve que
aprender cada uno de los eslabones para un retrato perfecto. Hoy le
puedo decir al maquillador y al peluquero exactamente a dónde tiene que
llevar a mis personajes. No es cómodo para ellos, pero me tengo que
sentir libre para mover y tocar. Así es como aprendí a trabajar.
11.
Las manos. En ellas se lee la persona, se ve su estado, su ánimo, es
como la cara que te delata en el retrato. Creo que el gesto de las manos
en una foto es crítico y me encanta que se sienta que van en armonía
con todo.
12. La arena. Cualquier elemento que te dé un contexto
diferente para el retratado, que le haga sentir en un ambiento extraño
pero acogedor, ayuda mucho al resultado final. Esas fotos que en B
Capital sin nada, no habrían producido ese sentimiento de extrañeza en
los personajes que estaban posando. La fotografía es inútil sin la
fantasía.
13. Las sillas y mesas. Vienen de mi infancia, todo fotógrafo tiene que tener sus armas. Las sillas y las mesas son las mías.
14.
La luz. Tiene un sentido natural en mi obra de luz de ventana más
amplia. Generalmente no es luz directa. Mi favorita es cuando no hay sol
y hay nubes, así que trato de replicar un día nublado en mis fotos.
15.
Los cuerpos en movimiento. Retratar cuerpos que bailan permite que se
vea más el alma de la persona porque está mostrando cómo se siente. Si
piensas en una persona que salta es interesante cómo lo hace, porque
nadie lo hace igual, y si les digo que canten o bailen, es porque ahí se
olvidan un poco de sí mismos y de ti como fotógrafo.
16. Los
gitanos. Los hombres son más narcisistas y vanidosos, las mujeres
tenían, por el contrario, mucho más abandono, más sentido de sí mismas
sin importar la edad. Los hombres, incluso los mayores, eran muy
conscientes de su cuerpo, de su pose. Ambos, gitanos y gitanas, me
entregaban lo mismo, solo que con ellos el proceso era diferente. A las
mujeres las podíamos desbaratar totalmente y la sensualidad aún
afloraba. Con los hombres el proceso era más lento.
Procesos
17.
A pesar de que mis editores nunca están de acuerdo, siempre siento que
cuando empiezas un proyecto se debe hacer con algo muy dramático. Hay
que iniciar arriba para mantener ese mismo nivel durante toda la sesión.
En los libros calculo muchísimo con qué personaje quiero abrir el
repertorio, porque eso influirá en el destino del proyecto y en el
equipo completo.
18. Cuando hago un proyecto realizo varios viajes; en el primero tengo que encontrar mi rumbo y mis limitaciones.
19.
Poner un punto final a un proyecto ambicioso como un libro no es
sencillo. Cómo poner un punto final a miles y miles de fotografías que
has tomado. Creo que, en realidad, los puntos finales de mis proyectos
están marcados por los horarios de publicación. Si fuera por mí, serían
trabajos infinitos.
20. En mi fotografía hay dramatismo y
fantasía, pero también paradoja y humor. Trabajamos muy duro pero
siempre estamos buscando divertirnos.
21. Elegir los personajes
para retratar en este ejercicio que hicimos para Capital B en donde
miles de espectadores, a través de una polisombra, me iban viendo tomar
fotografías, no fue más que una respuesta intuitiva a la reacción que me
generaron. Eran personajes de Colombia del mundo de la moda que no
conocía. Había visto sus fotos, pero estas no me influyeron mucho.
Verlos vestidos me fue dando luces de qué quería hacer. Por ejemplo, a
Brigitte la observé desde que entró a la arena, y pensaba… ¿Por dónde
será, por dónde será que debo abordar este personaje? Quería encontrarle
algo que fuera justo para ella, pero que a la vez la desafiara.
22.
Cada vez que voy a emprender un proyecto me gusta tener cada detalle
calculado, solo así se puede estar verdaderamente listo para tener ese
momento de suerte que buscas como fotógrafo. Si estoy desordenado es más
difícil encontrar ese momento.
23. La transición de lo análogo a
lo digital fue traumática y aún lo es. Todavía siento que no domino
bien el mundo de lo digital. A pesar de eso, nunca volví a entrar a un
cuarto oscuro, tal vez por eso se me ha convertido en un sueño que me
acecha muchas noches.
24. Cuando hago retratos no me gusta mirar
la pantalla de la cámara, solo sé que hay algo muy instintivo que me
hace pensar que ya tengo la imagen que buscaba.