La pregunta no es menor. En un momento en el que parece que las mujeres ven sexismo y machismo en todos lados, cuestionarse
cómo separar las emociones que nos hacen humanos de ideales culturales que nos llevan a ofender a las mujeres, a las minorías o la comunidad LGBT, por dar un ejemplo, pone el debate un poco más alto que un simple grito de feminismo porque sí.
La
respuesta para Conger es bastante simple:
No trates a las mujeres como muñecas Barbie.
Pero vamos despacio. Conger dice que si un hombre ve a una mujer, digamos hermosa o con las mismas características físicas de Barbie, de inmediato piensa en ella desnuda.
No le interesa qué piensa sobre el racismo en Estados Unidos o cuál es su libro favorito. Hasta ahí NADA MALO.
Es evidente que nuestro cuerpo responde a las sensaciones que las personas producen. Ver algo que a nuestros ojos es hermoso nos emociona, nos anima, etc. Pero, he aquí el quid del asunto, según Conger debemos ver
"cómo nuestra lujuria puede opacar nuestra interacción con ese objeto".
"Como muchas mujeres objetizadas, Barbie no puede hablar, no puede responder. Barbie es lo que le dijeron que fuera y no puede ser solamente Barbie", dice Conger añadiendo que
"La lujuria o la atracción hacia alguien puede ser naturales y hasta deseadas, dependiendo del contexto, pero el problema es que estas dos sensaciones aún funcionan alrededor de intereses y deseos de un grupo que NO es correspondido".
"Es precisamente esa objetivación sexual no correspondida, que sólo sirve a los intereses y deseos de una sola población. En escala masiva, como la publicidad, la televisión, la moda, este cubre las necesidades de un grupo sobre otro grupo".
¿No sería mejor que si alguien piensa que tú eres sexy, puedas decirle que tú también lo eres? Ese es el punto de la discusión. Si nos encontramos con ciertas figuras representando lo sexy, cómo podemos elegir las mujeres qué es sentirnos sexys y bonitas.
Si vamos por la calle y un tipo me dice que soy X cosa, por qué deberíamos escuchar lo que tiene que decir de nosotras. Lo justo sería entonces que también le digamos lo
que pensamos de él, ¿no?