La diseñadora colombiana y filántropa Gina Vargas de Roemmers inaugura en Montevideo un espacio dedicado a dignificar, visibilizar y preservar el trabajo de comunidades artesanas de Suramérica.
Artesia abre sus puertas en Montevideo como un gesto de profundo respeto hacia la memoria artesanal latinoamericana. Concebido por la diseñadora colombiana y filántropa Gina Vargas de Roemmers, este nuevo espacio se presenta como una flagship store que trasciende la idea de tienda: es una casa para la preservación, estudio y celebración de oficios ancestrales que hoy se encuentran en riesgo de desaparecer. El 1 de octubre, en Carrasco, Uruguay, Artesia se convierte en un refugio para aquello que se teje, se talla y se moldea con las manos, pero que nace primero en la historia de un pueblo.
La misión detrás de Artesia es clara: dignificar el trabajo de las comunidades artesanas desde la raíz. Vargas de Roemmers ha recorrido territorios como Colombia, Perú, Argentina y Uruguay para conectarse con artesanas y artesanos Sikuani, Guambianos, Wayuu, Wounaan, Uros, Aymaras y Quechuas, escuchando sus historias, entendiendo los desafíos que enfrentan y asegurando que su labor sea valorada de forma justa. “Cada pieza es memoria viva”, afirma. En Artesia, un tejido no es solo un tejido: es la herencia de quienes aprendieron mirando las manos de sus madres y abuelas; es tiempo acumulado, resistencia cultural, identidad compartida.
La inspiración para este proyecto nace de una historia íntima y familiar. La abuela costurera de Gina, líder social y guardiana de saberes, dejó en ella una enseñanza que hoy se transforma en movimiento: el oficio es sagrado cuando transforma vidas. Por eso Artesia no solo comercializa objetos, sino que protege sus relatos y acompaña a las comunidades para que sus técnicas no desaparezcan frente a la migración, la estandarización industrial y las demandas del mercado global. Artesia existe para que las voces que han tejido América Latina durante siglos continúen siendo escuchadas.
La experiencia en la tienda es también un diálogo sensorial. Entre piezas textiles, cerámicas, fibras naturales y joyería artesanal, los visitantes encontrarán un blend especial de café colombiano creado exclusivamente para Artesia. No es un detalle menor: para Vargas de Roemmers, el café también es artesanía —un ciclo de siembra, cosecha, tostado y memoria familiar— y su aroma en el espacio busca traer, de manera silenciosa, un sentimiento de hogar. Al mismo tiempo, Artesia funcionará como plataforma de mentoría y colaboración entre diseñadores, comunidades y artistas, generando oportunidades económicas y creativas sostenibles.
Detrás del proyecto está también la trayectoria filantrópica y cultural de Gina Vargas, madrina de la Fundación Hematológica Sarmiento en Buenos Aires, mecenas de artistas latinoamericanos y socia fundadora del Museo MACA en Punta del Este. Su visión es construir puentes entre instituciones y territorios, fortaleciendo la circulación del arte y el patrimonio cultural en el continente. Con Artesia, reafirma una idea poderosa: preservar las técnicas ancestrales no es un gesto nostálgico, sino un acto de futuro, una forma de desarrollo social y de afirmación de identidad latinoamericana. Artesia no solo abre una tienda: abre un camino de regreso a nuestras raíces.