"Mis cicatrices son un recuerdo constante de que cometí un error" dijo la actriz Heidi Montag sobre haberse practicado diez cirugías plásticas en un día. Estos procedimientos cada vez son más comunes y el trastorno dismórfico corporal puede pasar desapercibido.
Con sólo 23 años, Heidi Montag, protagonista de los realities “The Hills” y “Celebrity Big Brother”, decidió ponerse bajo el bisturí por segunda vez para hacerse diez cirugías estéticas en un día: “En los últimos tres años no he hecho sino pensar en qué hacerme. Estoy más que obsesionada”, le dijo en 2010 a la revista People.
Las razones por las cuales las personas se someten a procedimientos estéticos son tan variadas como las cirugías que existen. Además del deseo de verse más jóvenes está la aceptación social, incluso hay quienes buscan verse menos “étnicas” como algunas mujeres asiáticas que se operan el pliegue de los párpados para verse más “occidentales”.
A veces la necesidad de operarse surge debido a una percepción poco realista de los rasgos propios lo que se conoce como trastorno dismórfico corporal (TDC). La psicóloga especializada en imagen corporal Debbie Then le dijo a la revista Livescience que “hay algo que estas personas quieren cambiar y las obsesiona aunque no sea visible para otros”.
Lo que el espejo no ve
El TDC se caracteriza por una preocupación anormal con la autoimagen y suele comenzar en la adolescencia o la adultez temprana. La persona es crítica con su apariencia y esto la lleva a tener estándares inalcanzables.
Katharine A. Phillips, Directora del programa de imagen corporal del hospital de Rhode Island en EE. UU., afirmó en un estudio que “la mayoría de los que padecen este trastorno creen que tienen una deformidad que puede corregirse con tratamientos cosméticos y no buscan asesoría psiquiátrica”. Phillips también dijo que en una encuesta realizada a 265 cirujanos, el 65 por ciento reportaron haber tratado a pacientes con TDC pero sólo el uno por ciento presentó mejoría.
El TDC con frecuencia se malentiende como una obsesión con la vanidad, pero en estos casos la persona no se cree más atractiva que los otros sino que, al contrario, siente que su “defecto” es repugnante. Esto la lleva a evitar el contacto social y a disminuir el rendimiento en sus labores.
Las tres áreas más comunes que suelen causar preocupación están relacionadas con el pelo, la piel y la nariz aunque no haya un defecto visible.
El cirujano plástico Santiago Ruiz explica que el diagnóstico se hace por los antecedentes personales: “Estos pacientes suelen enfocarse en una parte del cuerpo y sus quejas no son proporcionales al defecto que perciben, es decir que magnifican los detalles y centran toda su angustia y expectativa de mejoría en esa pequeña imperfección”.
No es cosa de género
Contrario a lo que se pudiera pensar, el TDC se diagnostica por igual en hombres y mujeres. Un estudio alemán mostró que del uno al dos por ciento de la población cumple criterios de esta enfermedad y la baja autoestima es frecuente ya que el amor propio se basa en la apariencia.