Meg Ryan o la preocupación exagerada por los defectos
El cambio de imagen de la actriz Meg Ryan provocó de nuevo el debate sobre el desmedido uso de cirugías y tratamientos que terminan por deformar el cuerpo. Un fenómeno con nombre propio: dismorfofobia.

Tal como Renée Zellweger o Uma Thurman, Meg Ryan estuvo bajo la lente de los espectadores que notaron el evidente cambio en su rostro producto, según varios medios, de sus múltiples cirugías y de una aplicación muy frecuente de bótox.
Aunque el tema de los retoques estéticos ha dejado de
ser tabú, y mucho más en Hollywood, lo que sí sigue sorprendiendo son tanto
los efectos de que estos producen especialmente en el rostro, como que las
actrices parezcan no darse cuenta.

Meg Ryan en 1990. Foto: Twitter
Y no hablamos del paso del tiempo, es claro que el envejecimiento nos pasará su cuenta de cobro tarde o temprano. Hablamos más de cómo afrontar que nuestro cuerpo cambia, que las arrugas aparecerán, que algunas cosas ya no estarán en el lugar en el que se supone deben estar.
Esta preocupación a envejecer está ligada casi en su totalidad a temores psicológicos de la persona y es un padecimiento que se conoce como dismorfofobia.
Es un temor, un padecimiento, más común de lo que se cree, que configura en la mente de las personas una idea errónea de su imagen corporal caracterizada por la preocupación exagerada de los defectos.
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