Enfermedad del estrés

Dieta del colon rebelde: aprende a convivir con este trastorno

, 17/10/2011

¿Cansada de escuchar los consejos de siempre? ¿Miras las recomendaciones de tu doctor y concluyes que no volverás a comer nada apetitoso el resto de tu vida? Un síndrome que hay que vigilar con lupa y saber controlarlo para que no se convierta en una crucifixión alimenticia de por vida.

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Catalogado como el mal de la  gente joven, el síndrome del mal alimentado o la enfermedad del estrés, lo cierto es que esta afección orgánica aqueja a más de 800 millones de personas que deambulan por el globo terráqueo esperando un milagro médico.

Si algo puede arruinar tu semana es estar el día entero con el estómago hinchado, durar más de 48 horas con estreñimiento o tener cólicos desde que te levantas hasta que te acuestas. Pero el Síndrome de Colon Irritable (SII) va mucho más lejos de unas dolencias pasajeras: quienes sufren este mal, quedan sometidos de por vida a unos cuidados especiales.

Lo que ya debes saber pero te tenemos que repetir
Prevenir es mejor que “irritarse". Tu colón gritará cuando tenga déficit de nutrientes, bacterias intestinales putrefactas y poca función estomacal. El desagradable resultado: excreción de heces muy malolientes (debido a que quedan trancadas por muchas horas), flatulencias en exceso y reflujo gástrico. Si no se ve nada agradable en el papel, imagínalo dentro de tu cuerpo.

Mamá y papá tenían razón: “Hija, come bien”. Cuando tus hábitos alimenticios son desprogramados, pobres en las vitaminas fundamentales y si además le sumas una dieta estricta cada vez que se te ocurre, de seguro en algún momento  tus intestinos te pasarán cuenta de cobro. Nuestra mala alimentación hace que el organismo colapse y se manifieste con males como el del colon irritable, que no dura lo que dura una gripa.

El mismo cuento de siempre es el verídico para que evites desde YA sumarte a la lista de los “irritados”:

•    ¿Qué pasa con la fibra?: Permite el correcto funcionamiento del tracto intestinal, es decir, facilita la evacuación de lo que el cuerpo no necesita. Aumenta el volumen de las heces fecales y absorbe agua, lo que hace más fácil su expulsión. El listado que ya te sabes, te lo repetimos confiando en que esta vez sí le hagas caso a lo que pide tu cuerpo. La fibra la encuentras en el trigo, semillas germinadas, la linaza, cereales, aceite de oliva virgen, lechuga romana, pepino, rábano, remolacha roja y nabo, entre mucho otros. Y si quieres perder peso, eres afortunada: los alimentos ricos en fibra te producen una sensación de llenura prolongada y contiene pocas calorías.
•    ¡Agua por favor!: Mucho líquido natural, como el agua y jugos de fruta. Ten cuidado con las que son muy ácidas.
•    Fruta fresca en las mañanas. No te limites, come la que quieras pero sin mezclarla.
•    Ejercicio físico: si eres de las que pasa mucho tiempo frente a un computador, esta posición solo alentará a que tus intestinos no funcionen bien. Camina un rato en las mañanas, luego de almorzar (después de 15 minutos de total reposo) y en la noche. Si esto lo complementas con más ejercicio, mejor.
    Relájate. Toma las cosas con calma. El estrés es una de las causas principales del SII. Realiza actividades que te relajen, que no te alteren ni a ti ni a tu intestino. Hacer deporte, practicar yoga, evitar disgustos, tener actividad sexual, escuchar música, ver una película...cualquiera se vale.

¡Mi colon sufre! ¿Ahora qué?
Tener SII no es el fin del mundo: es el fin de tus malas costumbres. Hay alimentos que de seguro no podrás volver a probar ya que tu colón ha creado resistencia a lo que ahora le hace mal, pero también puedes encontrar soluciones fáciles para disfrutar y estar tranquila durante el día.

•    Recomendado: Desayuna All-Bran con leche de soya. Esta última contiene grasas de las buenas, fibras, proteínas y aceites vegetales. La combinación de estos dos ingredientes disparará tu digestión, incluso podrás vaciar tu estómago 2 veces al día.
•    Come una granadilla en ayunas o antes de acostarte.
•    Reduce el consumo de lácteos, grasas saturadas, carne, alimentos picantes y café.
•    Toma un suplemento de enzimas digestivas, por lo menos, antes las comidas pesadas. Una manito no está de más y verás los resultados inmediatamente.
•    Té de ortigas dos veces al día. Tienen poder natural laxante.
•    Adiciona una cucharadita de aceite de oliva a tus platos. Sus efectos antinflamatorios son ideales.
    Hazte masajes en el estómago en la misma dirección de las manecillas del reloj con algún aceite para el cuerpo (el aceite de almendras funciona a la perfección). Así promueves el trabajo de los intestinos.
•    Más yogurt que leche, además de quesos. Te sugerimos los de untar y con bajo contenido de grasa.
    Frutas en todas sus presentaciones: Las preferibles son el durazno, la manzana, la pera, la ciruela, la fresa y el melón. ¿Qué tal una mermelada de durazno para el desayuno, acompañada de galletas?
•    Una infusión de manzanilla y limón a mitad de la tarde y entrada la noche.
    No comas cuando estás enfadada, triste o disgustada.
    Desde tu oficina o casa y sin pararte de la silla, toma 5 minutos para realizar movimientos circulares con tu tronco: de atrás para adelante, de izquierda a derecha y viceversa.
•    El hígado también cuenta. Las uvas negras, las moras, las fresas los arándanos y las frambuesas ayudan a estimular el flujo de energía por el hígado.