Controversia
Las mujeres pobres no pueden tener cáncer
Es una enfermedad implacable con las mujeres, más aun con las que no tienen dinero. Una mujer adscrita a algún tipo de medicina prepagada o que tenga un seguro internacional tiene mayores probabilidades de seguir viviendo en caso de que padezca de cáncer.

Las estadísticas lo dicen todo. 60 por ciento de las mujeres en Colombia son de escasos recursos y cuando les da cáncer de seno o cérvico uterino, muy pocas tienen posibilidades de sobrevivir. El índice de mortalidad más alto en Colombia lo tiene el cáncer de útero, en segundo lugar el gástrico y en tercer lugar el de seno. De los tres cánceres con mayor incidencia de mortalidad, dos son femeninos.
En las clases bajas el salario de la mujeres es tan necesario como el del hombre. Un hogar no sobrevive si no trabajan los dos, pero es ella quien se ocupa de la cocina, de la ropa, del mercado, de la familia, de cuidar a los niños, de atender al marido, y cuando se enferma la estructura familiar se derrumba. Cuando el hombre es el que vive esta situación tiene la seguridad de que sus hijos van a estar bien y de que su esposa lo va a cuidar.
Para una mujer con cáncer la vida cambia completamente. El equilibrio de su familia se rompe y en condiciones de pobreza la situación es absolutamente dramática, pues muchas veces la pareja se ve abocada a pedir plata prestada para asumir los costos de la enfermedad. Se endeuda con los vecinos, con la tienda y hasta empeña sus enseres, porque ya sabemos que en los bancos no hay préstamos para quienes no tienen con qué pagar.
Además, deben conseguir un abogado que por medio de una tutela obligue a la EPS respectiva a asumir los costos de esta calamidad, y es el juez quien decide si la mujer es suficientemente pobre para que el Estado se haga cargo de las drogas y de los tratamientos. Por si fuera poco, los afectados no saben cómo son los procedimientos para poner una tutela y menos para ganarla. Tampoco tienen la información suficiente sobre la enfermedad para tomar decisiones correctas. La familia sufre, el matrimonio sufre, y las mujeres mueren. Y los hombres, por ignorancia, egoísmo o desesperación las abandonan a su suerte con más frecuencia de la que uno se imagina.
Las EPS no tienen un criterio claro establecido para saber a quién le dan las drogas y a quién no. Los tratamientos son muy costosos y muchas veces son las mujeres más pudientes las que ganan las tutelas y son atendidas.
Una mujer en estas condiciones no está pensando si se ve fea o bonita, ni siquiera se le ocurre que puede necesitar una peluca y mucho menos puede pensar en una reconstrucción estética. Su prioridad es que le suministren las drogas para el dolor y que tenga acceso a algún tratamiento autorizado por el Estado. Lo que la impulsa a vivir es que sabe que la suerte de sus hijos depende de ella.
La buena noticia es que una serie de compañías se han sensibilizado ante este drama. En el caso del cáncer de seno Leonisa, Avon y Estée Lauder, entre otras, están tratando de concientizar a las mujeres en el tema de la prevención. Hay ayuda internacional y los medios le dan todo el despliegue al asunto.
Pero aunque el cáncer de seno es el que registra un mayor número de casos nuevos, el cérvico uterino tiene un índice de mortalidad más alta y su prevención no cuesta mucho. Sólo se necesita hacerse una vez al año una citología, un examen sencillo y económico. Que este examen no sea algo rutinario en la vida de una mujer es cultural. A ellas les da pena hacérselo y no permiten que sus hijas se lo hagan, pues temen despertarles la sexualidad. En pocas palabras, se condenan y condenan a sus hijas por ignorancia, por miedo.
Es imperativo que las mujeres se unan en una gran cruzada para obligar a las EPS a que hagan de la citología algo tan común como las vacunas de los niños. Que la sociedad se sensibilice y se comprometa también con este tema. La pobreza no puede ser una condena a muerte para las mujeres de este país.