Home /

Bienestar

/

Artículo

Editorial

Las cosas que aprendemos al llegar a los 40

Juliana Villegas, 19/1/2017

Seguridad, confianza y experiencias. Juliana Villegas, editora jefe de FUCSIA, nos cuenta qué ha aprendido al entrar a esta magnífica década.

- Foto:

Tras nuestro editorial Las Cosas que Aprendemos al Llegar a los 30, le pasamos la voz a Juliana Villegas, editora jefe de nuestra revista quien nos habló de sus aprendizajes entrando a la maravillosa década de los 40. Esto fue lo que nos contó: 

"Lo mejor de estar en esta maravillosa etapa de nuestra vida, es que, como mujeres, ya chuleamos una buena parte de esos “contadores sociales” o los “deber ser” que las de mi generación llevamos a cuestas desde que llegamos a la adultez y que determinan nuestra productividad en la vida: muchas ya nos hemos casado, hemos tenido uno o dos hijos (algunas más) y contamos con un trabajo o un negocio estable. Como quien dice: ya no le debemos nada a nadie. Y en caso de que no hayamos elegido la vida en pareja ni la maternidad, a estas alturas seguro serán pocos los comentarios al respecto, y si se dan ya no nos importan (ni nos afectan).

De ahí que llegada esta etapa nos sintamos cada vez más libres, más nosotras, más auténticas y, por ende, más empoderadas. No es que no lo hayamos sido en el pasado; simplemente, lo hemos asentado.

Por supuesto, esto es un proceso que se va puliendo a medida que vivimos la cuarentena, pues ahora, más que nunca, aprendemos a ver en cada una de nuestras alegrías, tristezas, tropiezos y éxitos que la vida trata de decirnos o enseñarnos algo, así que todas las experiencias -unas más que otras- son bienvenidas.

Si aún no estás en los 40 sino más bien en los 30, no te puedes perder aquí mismo las cosas que aprendemos al llegara los 30.

Ad portas de esta década puedo decir que han sido muchos y muy fructíferos los aprendizajes y si bien puedo quedar corta al nombrarlos, estos son los más significativos:

A valorar lo importante y dejar atrás lo superfluo

Esto vale para todo: las relaciones, los amigos, los trabajos, las experiencias. Te quedas con lo básico, con lo esencial, con lo fundamental; lo demás pasa. Aprendemos a dejar ir y cada vez es menos dramático. No era, no valía la pena. Punto.

A buscar más silencios

Leer un libro, tomarse un día (o al menos medio) para un masaje relajante, viajar sola, hacer un retiro, ir al campo, ver una puesta de sol, son lujos que se hacen cada vez más imprescindibles, no solo para salir de la rutina sino también para escuchar nuestro propio ser, para encontrarnos y disfrutarnos.

A querer más experiencias que regalos

Nada reemplaza lo vivido en un viaje -ya sea corto o largo-, una escapada de la rutina, un tratamiento de belleza, una ida al spa, una cena en un restaurante e incluso una noche de fiesta con los amigos; esos son momentos y recuerdos que quedan grabados para siempre, que fortalecen nuestra autoestima y nuestras relaciones con la pareja y con quienes están más cerca de nuestro corazón. Todo esto vale más que una joya, una prenda de vestir o un perfume (aunque recibirlos también nos haga felices).

A decir ‘no’ y enfrentar las consecuencias

No es fácil. Por quedar bien con los demás y evitar conflictos, malentendidos o discusiones a veces preferimos hacer cosas que en realidad no queremos. Ahora no tememos las consecuencias; si alguien se enoja por ello es su problema, no nuestro. Ya pasará.

A estar más alineadas con lo que realmente queremos

Si bien conocerse es un proceso que dura toda la vida (nunca dejamos de aprender de nosotros mismos), ya entradas en los 30 se hace cada vez más claro qué nos molesta y qué nos gusta. En la cuarentena, buscamos conscientemente aquello que nos gusta y vamos dejando atrás lo que nos molesta, y eso también vale para todo: amistades, trabajos, amores, estilos de vida…

A preferir la calidad vs. la cantidad

No evaluamos nuestra riqueza emocional por el número de personas que acuden ante un llamado de auxilio de nuestra parte; aunque sea una, valoramos más que su preocupación sea sincera y su intención de ayudar, genuina (sin esperar nada a cambio). Por supuesto, esto también aplica para las cosas materiales: apreciamos más la factura de una tela, la nobleza de un material, un buen trago...

A reconocer, a aceptar y a aprender a vivir con nuestros errores y debilidades

El pasado no lo podemos cambiar, pero sí podemos aprender de él; siempre nos da lecciones y nos forma como seres humanos. Cuanto más abiertas estemos a estas enseñanzas, mejor será el aprendizaje y más fácil perdonarnos por nuestras equivocaciones. Por supuesto, esto también significa que valoramos más nuestras virtudes y éxitos; nos sentimos orgullosas de ellos, los atesoramos, los llevamos en el corazón y nos hacen sentir más empoderadas.

A valorar, a querer y a escuchar nuestro cuerpo

A estas alturas aceptamos lo que tenemos, nos hemos quitado de encima los complejos (o al menos la mayoría) y nos sentimos más seguras de nuestra imagen. Sea cual sea, sin importar si somos altas, bajitas, gordas, flacas, si encajamos o no en los estándares de belleza, nuestro cuerpo nos ha permitido vivir miles de experiencias y, al igual que nosotros, no es perfecto. Aprendemos o ser menos autocríticas con nosotras mismas porque cada cicatriz, cada arruga, cada kilo de más (o de menos) tiene una historia y, buena o mala, nos ha hecho las personas que somos. También aprendemos a escuchar mejor sus necesidades, a determinar cuándo algo no está bien y a actuar en consecuencia, a no exigirle más de lo que puede dar y a entender sus limitaciones sin frustrarnos.  

Por último, y aunque suene cliché, hemos aprendido que cada día cuenta, que el presente es un tesoro y que nada está escrito, que lo que dejamos pasar ya no se recupera y que lo que no se haga hoy para mañana es tarde."