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Suicidio no futuro

Pilar Luna , 12/3/2012

En los últimos años se ha incrementado el índice de suicidios entre jóvenes por ser un acto irreversible hay que tratar de prevenirlo y buscar la forma de ayudar a adolescentes que estén pensando en quitarse la vida.

Foto: Getty Images - Foto:

El mes pasado María José*, una estudiante de Sicología de 22 años, tuvo todo el tiempo del mundo para pensar la manera de acabar con su vida. “Tenía todo listo. Me encontraba con una amiga tomándome unas cervezas y me tomé el frasco entero de unas pastillas antidepresivas que me habían recetado. Pensé que con el efecto del alcohol y la sobredosis del medicamento, lo iba a lograr. Pero no fue así.

Me dio mucho sueño y me fui para mi casa, cuando me levanté tomé un cuchillo y me corté las venas. Estaba decidida a hacerlo…Sentía que no quería seguir viviendo en un mundo donde no le importo a nadie”, le dijo a FUCSIA ocho días después de intentar quitarse la vida, mientras se cicatrizaban la heridas en sus brazos y se reponía de los estragos que causó en su organismo la sobredosis de antidepresivos.

María José piensa que varios sucesos dolorosos se juntaron y la impulsaron a tomar esta decisión tan radical: “Mi hermana con quien era muy apegada se casó hace poco, mis padres están en medio de una separación, mi perrita del alma se murió y mi novio terminó conmigo. Siento que todo el mundo pasa por encima mío. Estoy muy confundida”. 

Esta universitaria tiene suerte de poder contar su historia. Se salvó porque la empleada doméstica la encontró herida y pudieron atenderla a tiempo. Sin embargo, su buena estrella no paró ahí. Los médicos que la atendieron aún están sorprendidos de que después de ingerir 15 pastillas no haya quedado en coma o con problemas severos que hubieran podido mandarla a una unidad de cuidados intensivos. 

Cuando piensa ese momento recuerda que “me estresé porque todo el mundo reaccionó. Sentí que me tenían lástima. Quería salir corriendo y acabar de una vez por todas con todo esto”. Pero no pudo huir. Cuando la llevaron al siquiatra, María José habló con una mujer que la hizo sentir que estaba loca y en ese momento pensó que lo mejor era dejarse ayudar.

El remedio fue tan duro que la hizo reaccionar: “Cuando me remitieron a un manicomio entendí la magnitud de lo que había hecho. Vi muchos locos y un cuarto blanco con una almohada únicamente. La comida era helada y sentía mucho frío. Empecé a llorar. Creo que le echan pastillas al café porque me daba mucho sueño. Me sentía ansiosa y encerrada”. 

A los dos días de estar recluida, la levantaron muy temprano, la hicieron bañar y le entregaron su ropa. Toda estaba marcada. Cuando salió vio a su mamá. “Nunca había sentido tanta emoción en mi vida”, dice María José. El caso de esta joven no es aislado. El suicidio es un problema mundial. Cada año se suicidan un millón de personas en todo el mundo y de 20 a30 millones lo intentan. María José es una más de las 40 personas que intentan hacerlo sin éxito y que son atendidas cada mes en los distintos hospitales de Bogotá, y ejemplifica lo que muestran en frío las estadísticas. 

Según éstas, las mujeres adolescentes hacen mayores intentos de suicidios que los hombres, pero los de estos son letales. El siquiatra Daniel Suárez, quien conoce este tipo de problemática en la Clínica Colsubsidio, dice que de cada diez mujeres que tratan de quitarse la vida hay un hombre y concluye: “A mí me llegan los casos de intentos, seguramente, la cifra de muertes por suicidio es al revés porque cuando un hombre resuelve quitarse la vida lo hace con más violencia, es más efectivo”. No se equivoca. De hecho, según datos de Medicina Legal, el año pasado en Colombia 79 por ciento de los suicidas fueron hombres, la mayoría adolescentes y adultos mayores. 

Los métodos más comunes para acabar con la propia vida son, según este mismo organismo, la intoxicación (31 por ciento), las armas de fuego (30 por ciento) y el ahorcamiento (27,3 por ciento). Esta situación coincide con los registros internacionales que muestran, según John Mann, quien preside el Consejo Científico de la Fundación Americana para la Prevención del Suicidio, que en los últimos años el suicidio en los hombres ha crecido entre tres y cuatro veces.

Estas cifras, que de por sí ya revelan la existencia de un problema serio, son mucho más preocupantes si se tiene en cuenta que,s egún diversas investigaciones, entre 12 y 25 por ciento de los niños mayores y adolescentes experimentan algún tipo de idea acerca del suicidio en algún momento de sus vidas.

Cuando estos pensamientos se vuelven persistentes y van acompañados de cambios en el comportamiento o, en el peor de los casos, se refieren a planes específicos para quitarse la vida, el riesgo de un intento de suicidio se incrementa. María José y su familia fueron afortunados, pues al sobrevivir ella, tienen una oportunidad de cambiar lo que motivó su intento de autodestrucción. Otras personas no son tan afortunadas.

Hace unas cuantas semanas un joven, recién graduado del colegio y primíparo de la Universidad de Los Andes, se colgó. Llevaba una semana de clases y su muerte, en apariencia inexplicable, dejará muchas preguntas sin respuesta para las personas que lo amaban y lo conocían desde hacía tiempo.

Desesperanza y soledad 

El suicidio de cualquier persona es un hecho desafortunado, pero el de un joven es un acto demoledor para todo el mundo, porque transgrede la ley natural que dice que los hijos deben llorar la muerte de sus padres y no al contrario. ¿Por qué se suicidan o intentan hacerlo los jóvenes? No hay una sola respuesta a esta pregunta. “Cualquier cosa puede significar un grave problema para un joven. La muerte de su perro, terminar con su novio, no llevarse bien con sus padres —dice la sicóloga Annie de Acevedo, especialista en temas de adolescencia—. El suicidio es producto de una depresión profunda, de un desbalance químico. Además, entre los 18 y 20 años aparecen los primeros síntomas del maníaco–depresivo y cuando esto le ocurre a un adolescente se desconcierta.

No sabe lo que le está pasando y es mucho más vulnerable, porque no cuenta con unas bases sólidas y una formación para poder enfrentar los problemas”. Pero no todos los jóvenes que se suicidan lo hacen por depresión o por alguna otra patología siquiátrica. O por lo menos eso es lo que piensa el siquiatra venezolano Edgard Belfort, coordinador de la Sección de Niños y Adolescentes de la Asociación Siquiátrica de América Latina

En su opinión hay todo un mito alrededor de la idea de que “el que se suicida es un paciente depresivo, pero lo que vemos es que en la adolescencia se suicidan más los jóvenes con trastorno de ansiedad porque son más activos. Las estadísticas y la experiencia nos dice que el suicidio no ocurre en la depresión sino cuando el paciente sale de ella y tiene más fuerza. Es capaz de accionar, de darle sentido a sus pensamientos”.

Belfort también está convencido de que los suicidios en la adolescencia están relacionados con los cambios metabólicos, hormonales, sicológicos y neurológicos que experimentan hombres y mujeres. En esa edad, dice este especialista, el joven está preparado para correr riesgos; tiene disposición para explorar el mundo. Es el momento de la vida en que se siente la necesidad de correr riesgos de manera consciente.

En este instante, según el sicoanalista Alain Braconnier, experto en adolescencia, un joven que no tenga una familia o un grupo que lo apoye en este trance puederecurrir al suicidio “como una manera de jugar con la muerte, de tomar riesgos. De ver hasta dónde puede ir”. Lo grave es que cada vez con más frecuencia los adolescentes se encuentran en este filo de la navaja, porque sus familias están destruidas y la sociedad no les brinda alternativas. “En la escuela primaria se les cuida muy bien, pero en la adolescencia se les abandona. 

La sociedad no toma el relevo de los padres. Y, como consecuencia, uno de cada tres adolescentes se derrumba por lo general después del bachillerato”. Si a esta falta de una estructura familiar y social se suman antecedentes de maltrato o trastornos a nivel de neurotransmisores, se tiene a un adolescente en el filo de la navaja. Con estos antecedentes es probable que el suicidio tenga un componente de manipulación o de ataque contra quienes sobreviven a la muerte del joven para generarles sensaciones de culpa.

Igual, esto pueden conseguirlo con el solo intento de quitarse la vida, al hacerlo están pidiendo de una manera desesperada que les presten atención. “Esto no quiere decir que sea así en todos los casos y hay que pararle bolas, porque el hecho de que el suicidio sea la única herramienta que le queda para pedir ayuda, no está bien”, dice el siquiatra Suárez. 

Este profesional también recomienda que a un joven que intenta el suicidio “hay que ayudarlo. Buscar ayuda profesional porque así sea sólo como una forma de hacer que la gente a su alrededor reaccione y le preste más atención, esto no quiere decir que no sea una verdadera agresión contra sí mismo y contra su entorno familiar y social”.

Por eso los tratamientos siempre incluyen a la familia. Primero se hace una evaluación minuciosa de los acontecimientos de la vida del adolescente, ocurridos durante los dos o tres días previos al comportamiento suicida. “Hay que ver por qué lo hizo, cómo lo hizo, si fue algo planeado o simplemente impulsivo; los jóvenes muchas veces actúan y después piensan, y dependiendo de todos esos factores se analiza el estado en que queda el joven”, sostiene Suárez.

En ocasiones los especialistas encuentran muchos desórdenes y recomiendan internar al paciente para un tratamiento siquiátrico, pero otras veces simplemente se le hace un tratamiento ambulatorio interdisciplinario. Las recomendaciones pueden incluir, entre otras, la terapia individual, terapia de familia y, cuando sea necesario, brindarle al adolescente un entorno supervisado y seguro.

Los padres tienen un papel vital de apoyo en cualquier proceso de tratamiento. No hay que olvidar que el suicidio es un acto irreversible y devastador que puede ser prevenido a tiempo, para evitar que se extinga una vida y que otras cuantas queden desoladas por la pena.

Cómo detectar a un suicida 

- El joven suicida regala sus objetos más queridos, es su forma de despedirse.

Constantemente repite que quiere morirse, matarse o que ya no será un problema para nadie.

- Hace anuncios y llamados de atención sobre lo que va a hacer. Esto se llama falacia del suicidio. Está comprobado que quien lo repite suele cumplirlo.

- Sufre cambios repentinos de estados de ánimo o de hábitos alimenticios.

- Tiene alteraciones del sueño.

- Presenta alteración de su propio carácter.

- Se retrae respecto de los amigos y miembros de la familia.

- Muestra comportamientos agresivos.

- Descuida su aspecto personal.

- Se involucra en situaciones de riesgo innecesarias.

- Tiene un aumento de molestias físicas frecuentemente asociadas a conflictos emocionales, como dolores de estómago, de cabeza, y fatiga.

- Manifiesta pérdida de interés por el colegio o el trabajo escolar.

- Tiene sensación de aburrimiento.

- No puede concentrarse con facilidad.

Los de más riesgo 

Abusan de sustancias intoxicantes.

- Pasaron por acontecimientos en la vida no deseados o tuvieron pérdidas recientes (por ejemplo, el divorcio de los padres).

- Tienen antecedentes familiares de trastornos mentales, abuso de sustancias o suicidios.

- Crecen en un ambiente de violencia familiar, incluido el abuso físico,sexual o verbal/emocional.

- Su historial revela intentos de suicidio previos.

Están diagnosticados como maniaco–depresivos o con patologías siquiátricas.