Sexo
La "cura" GAY
En pleno siglo XXI, cuando alrededor del mundo se debate el matrimonio de parejas del mismo sexo y su derecho a adoptar hijos, un reducto de autodenominados “exhomosexuales” insiste en que esta es una condición mental que tiene remedio.

“¿Si hubiera una pastilla para volverte heterosexual, la tomarías?”. Con esa pregunta, la mamá de Gabriel Arana lo convenció, siendo adolescente, de someterse a una terapia de conversión sexual.
Hoy, 15 años después, el periodista es felizmente homosexual, y está dedicado a defender desde sus escritos los derechos de las minorías, lo que demuestra que la ayuda psicológica no funcionó. Y no solo eso: en su artículo “Mi llamada vida exgay” asegura que es una farsa peligrosa que genera problemas de autoestima y hasta tendencias suicidas en quienes se han sometido a esa terapia.
Según un reporte del University College of London, uno de cada seis psicoterapeutas en el Reino Unido ha tratado de cambiar la orientación sexual de sus pacientes. En Estados Unidos existe desde 1992 la National Association for Research and Therapy of Homosexuality (Narth), abanderada de esta causa. Y han surgido grupos religiosos que garantizan que invocando a Dios se puede expulsar el “mal gay” de cuerpo y alma. Con una especie de reprogramación cerebral y resolviendo problemas afectivos en la relación con los padres, “un tercio de los pacientes cambia completamente”, le explicó un especialista a Patrick Strudwick, quien asistió a terapia encubierto para narrar en distintos medios ingleses los efectos de la cura milagrosa. Revela que su doctor le contó que él mismo se había mejorado al punto de haber formado una familia y que en la consulta la homosexualidad le fue descrita como la representación de una patología, que sería a la vez “enfermedad, adicción y fenómeno antirreligioso”, comparable a una especie de retardo mental.
Si bien no hubo una pastilla para lograr la conversión, en sesiones personales y vía Skype, al reportero le aconsejaron hacer “cosas de hombres”, como jugar rugby, desnudarse frente a un espejo y tocarse, y hasta ir a un centro de masajes para que tuviera contacto saludable con otros congéneres. Por supuesto, también le exigieron rezar y unirse a grupos cristianos: “Padre, necesito ayuda, sé que esto está mal. Tú tienes poder sobre mis pensamientos…”, era la oración para combatir la atracción por otro hombre. Todo con la concepción, basada en teorías freudianas, de que la homosexualidad es en parte un comportamiento aprendido que puede ser reacondicionado.
Así aprendió la lección: un padre lejano hará que un hombre busque el abrazo de otro hombre y una madre demasiado presente generará una identificación problemática con ella. El abuso sexual estaría también entre las causas. Estas ideas son presentadas en el libro Guía para que los padres prevengan la homosexualidad, del doctor Joseph Nicolosi, que enseña a que los hijos varones se relacionen más con el padre, que participen en deportes y campos de verano para niños, para que no terminen deprimidos y socialmente aislados, “usando los aretes y el maquillaje de su abuela”.
Strudwick explica que al menos esta terapia es menos invasiva que la que se usaba antes de los 80, que podía variar entre electrochoques, castración química y refuerzo negativo, induciendo el vómito con una droga ante la presencia de estímulos homoeróticos. De hecho, en 1973 la American Psychiatric Association dejó de clasificar la homosexualidad como un desorden mental, lo que motivó titulares en los periódicos de todo el mundo que celebraron con un “No más una enfermedad”. Pero en el 2001, el doctor Robert Spitzer, uno de los mayores responsables del logro, fue tildado de traidor al presentar un estudio según el cual la terapia era efectiva para pasar de gay a heterosexual, como respondieron el 66 y 44 por ciento de los hombres y mujeres encuestados, respectivamente, de un total de 200 pacientes.
La investigación se convirtió en la biblia de los “convertidores sexuales” y sus métodos fueron ampliamente acogidos. Uno de los beneficiados habría sido el reverendo Ted Haggard, el pastor evangélico fundador de la megaiglesia New Life Church, que en el 2006 fue destituido al admitir que había tenido sexo con un prostituto, pero que luego de tres semanas de intensa terapia aseguró haberse transformado en heterosexual. Sin embargo, el año pasado Spitzer salió a pedir perdón a “quienes perdieron su tiempo y energía” en estas terapias, pues reconoció que el estudio no tenía una base científica seria. La psiquiatra Ana Millán reitera que el tema de la homosexualidad es tan biológico, que en los animales se encuentra esta característica. “Es una condición humana, como tener el pelo rojo o rubio”.
Aun así, en la actualidad hay un grupo que se presenta como la minoría “exgay” y que afirma vivir el peor de los escenarios: “Discriminación de los homosexuales y heterosexuales”. Así se siente el doctor experto en educación Michael Davidson, para quien la homosexualidad es una aberración normal del desarrollo”, de la que se curó. Él lidera la organización cristiana británica Core Issues Trust, que ofrece consejería a personas atormentadas con problemas de identidad sexual. Su lema es: “No escogí tener sentimientos homosexuales, pero sé que tengo opciones en torno a ellos”. El grupo ha tenido una gran visibilidad recientemente a raíz de que, en meses pasados, el alcalde de Londres prohibió una campaña que promovía su terapia: “Exgay, posgay y orgullosos. ¡Supéralo!”. Los anuncios habían sido la respuesta a los que promovió el grupo Stonewall a favor de los derechos homosexuales: “Algunas personas son gay. ¡Supéralo!”.
La terapia de conversión ha sido llevada ante instancias legales. El mayor cuerpo profesional de psicoterapeutas británico, el BACP, manifestó su oposición a este tipo de técnicas y ha expulsado a varios miembros por practicarlo. Y en California, a finales del 2012, empezó a discutirse su prohibición en menores de 18 años. Entre tanto, quienes la respaldan insisten en que se trata de medidas en contra de la libertad de expresión.
“Contradiciendo un gran número de estudios científicos, nuestros opositores argumentan que las preferencias sexuales vienen de nacimiento y no pueden ser cambiadas. La existencia de más de seiscientas investigaciones y de innumerables individuos que se han transformado satisfactoriamente desmiente su punto”, manifestó a FUCSIA Arthur Goldberg, director de Jonah, una organización judía que ofrece este tipo de terapia. “Creemos en la libertad de elección, mientras que nuestros detractores les niegan a las personas que experimentan una indeseable atracción por el mismo sexo la información sobre procesos de cambio”.
Y es que hay quienes tildan este tipo de ideas de mera manipulación religiosa. Existe una asociación llamada Homosexuales Anónimos que, como la de los alcohólicos, trabaja cumpliendo una serie de pasos. El segundo de los catorce reza así: “Creemos en el amor de Dios, que nos perdona a pesar de lo que hayamos hecho”. Y el quinto consigna: “Percibimos que hemos aceptado una mentira acerca de nosotros, una ilusión que nos ha atrapado en una falsa identidad”.
El doctor Warren Throckmorton, profesor de psicología y consejero evangélico, considera, por el contrario, que es un engaño tratar de volver a los pacientes heterosexuales. “Mi aproximación es ayudarlos a vivir de acuerdo con sus valores. Para personas religiosas esto puede significar un apoyo en la escogencia de una vida célibe”, explicó a esta publicación. “He visto cómo un hombre de mediana edad puede amar a su esposa y seguir siendo gay”, gracias a una terapia que lo ayude a vivir en congruencia con su fe. Core Issues Trust piensa que el milagro debe ir más allá: “Abstenerse de la actividad homosexual, aunque admirable, no puede considerarse como una sanación. La preferencia heterosexual es la meta de nuestra terapia de afirmación de género”.
Los tratamientos para varones, por ejemplo, incluirían prácticas como evitar a las mujeres, a menos que sea con fines románticos, e involucrarse con hombres heterosexuales para aprender hasta su forma de caminar. Una sesión personalizada puede costar entre 100 y 250 dólares, mientras que las grupales significan cerca de 60 y los retiros alcanzan los 700. En la actualidad Jonah enfrenta una demanda, pues un grupo de clientes asegura que los métodos utilizados durante un año por un total de 10.000 dólares fueron humillantes, entre ellos tener que golpear una almohada con la figura de la mamá, desvestirse en frente del consejero o revivir un momento de abuso sexual del pasado. La organización explicó a FUCSIA que cada terapeuta tiene su estilo, pero que generalmente se trabaja en tres niveles: “Sentimientos, comportamiento e identidad. Cambiar cada uno de estos es un proceso gradual. En general si un hombre afirma su masculinidad o una mujer su feminidad, la atracción de esa persona por el sexo opuesto aumentará”.
En el 2002, un estudio realizado por los psicólogos clínicos Ariel Shidlo y Michael Schroeder encontró que el 55 por ciento de los pacientes sometidos a estas técnicas que, según lo expresan, no tienen base en evidencia científica, sufren efectos adversos como la depresión. “El principal problema ético es que profesionales de la salud les dicen a sus clientes que su orientación sexual es un problema mental, causa de infelicidad y de síntomas como la ansiedad”, comentó Shidlo a esta revista. “La promesa incumplida de que pueden cambiar hace que los pacientes sufran un odio creciente hacia su identidad”. De esta manera terminan necesitando una nueva terapia para resolver las secuelas.=
No funciona
En los 80 Jeremy Marks lideró un grupo religioso llamado Courage para “curar” la homosexualidad. Sin embargo, como le dijo a FUCSIA, con el tiempo se dio cuenta de que la terapia “no es efectiva y destruye la vida de las personas y su fe en Cristo”. Por eso cambió la dirección de su trabajo para apoyar a homosexuales cristianos y a parejas realmente comprometidas. Aunque en su época de confusión se casó con una “maravillosa mujer”, reconoce que “ella debería haberse unido a un hombre heterosexual que la adorara, como ella lo merece”.
Sí funciona
“No quería reafirmarme como gay, quería reafirmarme como hombre”, es el testimonio de Rich, quien en 1997 se sometió a una “terapia reparativa” para ser heterosexual. Relata que estaba en crisis porque su esposa estaba a punto de dejarlo cuando descubrió su doble vida. El suicidio estaba entre sus opciones hasta que encontró ayuda en la fundación Jonah. Aunque lo primero que hizo su consejero fue darle un formato en el que advertía que la terapia no era aprobada por la American Psychological Association, Rich inició el proceso.
Aprendió a expresar y a manejar su rabia hacia “un padre distante, hacia Mike, el bully del colegio, y hacia mi mamá, por avergonzar mi masculinidad”. Luego empezó su inclusión en lo que llama “el mundo de los hombres”, con actividades como jugar baloncesto, ver partidos juntos y arreglar carros. Todavía recuerda las palabras de su terapeuta: “Eres poderoso. Has roto la fuerza que te ataba a la identidad de tu mamá” y asegura que gracias a eso se dio cuenta de que “no necesitaba a un hombre” para completarse.