Portada

La princesa del glamur

, 19/2/2013

Audrey Hepburn conquistó el mundo con sus finos modales, la gracia de un cuerpo modelado por la danza, el encanto de su sonrisa, la bondad y una elegancia sobria y natural que sigue vigente ahora, veinte años después de su muerte.

Audrey Hepburn es sin duda una leyenda. Millones de espectadores en el mundo siguen recordándola aún como la joven que hizo algunas de las películas mas famosas de su época. - Foto:

Hija de la baronesa holandesa Ella van Heemstra y del inglés Joseph Victor Anthony Ruston, Audrey Hepburn fue registrada en el consulado británico, a pesar de haber nacido en Ixelles, municipio belga de Bruselas, el 4 de mayo de 1929.


“Mi madre era estricta y exigente. Criada en un ambiente victoriano, no daba muestras de cariño, pero yo lo buscaba en mis niñeras. Cuando tenía 6 años, mi padre se fue de la casa y nunca volvió. Mi madre lloró tanto, que ver su agonía fue una de las peores experiencias de mi vida y quedé con un sentimiento de abandono e impotencia. Crecí con Ian y Alexander, los dos hijos del primer matrimonio de mi madre, 5 y 9 años mayores que yo. Alexander me aficionó tanto a la lectura, que a los 12 años ya conocía la obra de Edgar Wallace y de Edward Phillips Oppenheim, verdaderas novelas de aventuras con misterios, romances, documentos secretos y seductoras espías”.

Audrey entró a un internado en Kent, donde su maestra Miss Rigdens, exalumna de Isadora Duncan, le inculcó su pasión por la danza. Poco antes de estallar la Segunda Guerra Mundial se mudaron a casa de su abuelo en Arnhem, donde ella estudió ballet en el Conservatorio, hasta que irrumpieron los tanques alemanes. El gobierno nazi los despojó de todas sus pertenencias y les asignó un modesto apartamento con una mísera pensión. Su madre se unió a la Resistencia y Audrey colaboró llevando mensajes entre sus zapatos, adoptando el nombre de Edda van Heemstra para protegerse. ?Después de estar tres semanas escondida para no ser reclutada por los nazis, Holanda fue liberada por los británicos el 5 de mayo de 1945. Por eso, ella decía: “Ese día descubrí que la libertad tiene un perfume propio, huele a tabaco inglés”.

“Yo había decidido ser bailarina, admiraba a Anna Pavlova, tenía libros de ballet y adoraba la música. Quería ser solista y trabajaba duro para lograrlo… pero cuando los alemanes fueron derrotados yo ya tenía 15 años, o sea que en la edad en que más y mejor necesitaba comer, no pude hacerlo. A eso debo mi delgadez y mi enfermiza constitución. La guerra me dio un profundo conocimiento del sufrimiento humano y me volvió muy realista. Sobreviví dando gracias por seguir viva y siendo consciente de que las relaciones humanas son más importantes que la riqueza, la comida, el lujo o cualquier otra cosa”.

Tras el regreso de su hermano Alexander de un campo de concentración, la familia viajó a Ámsterdam, donde la baronesa trabajó como cocinera mientras su hija se restablecía.

La fama
A finales de 1947, Audrey fue escogida entre las alumnas de su escuela para interpretar el papel de azafata de KLM en la película Nederland in 7 Lessen (‘Holandés en 7 lecciones’). 

Después de un fallido enamoramiento del cantante Marcel Le Bon, aceptó pequeños papeles hasta que protagonizó The Secret People, y empezó a ir a las mejores fiestas de la industria cinematográfica. En el Ambassadeurs Club de Londres conoció al codiciado aristócrata inglés, siete años mayor que ella, James Hanson, un coleccionista de autos deportivos que pilotaba su propio avión, y mientras maduraba su romance actuó en Monte Carlo Baby.

La célebre escritora Colette la llamó para que protagonizara una obra de teatro en Broadway, basada en su libro Gigi, que fue aclamada por la crítica: “Miss Hepburn es tan fresca y juguetona como un cachorro recién bañado. Aporta inocencia e inteligencia a un papel complicado, y su actuación trae un soplo de aire puro a una temporada aburrida”.

Entre tanto, el gran director William Wyler la esperó con un contrato por 12.500 dólares para protagonizar Vacaciones en Roma, película sobre una princesa europea que se escapa para vivir un romance con un periodista norteamericano. “Yo no sabía quién era Wyler, ni alcanzaba a comprender la importancia de rodar una película con él... Era joven, estaba en una buena racha, y disfrutaba haciendo pruebas y conociendo gente”. Pero el frenético ritmo de trabajo, además de un supuesto romance con Gregory Peck —que nunca pasó de una buena amistad—, terminó su relación con Hanson.

Convertida en la gran revelación cinematográfica del momento, desplazando a divas como Ava Gardner, Lana Turner y Rita Hayworth, en 1953 ganó el Oscar a Mejor Actriz. 

El amor y la amistad
Al volver a Londres se fascinó con Mel Ferrer, un actor y productor estadounidense, ambicioso, dominante y celoso, con dos hijos y doce años mayor que ella.

Ese mismo año comenzó su eterna amistad con el famoso diseñador Hubert de Givenchy, cuando a regañadientes aceptó hacer su vestuario para la comedia romántica Sabrina. Desde entonces fue su musa y su inspiración para crear la fragancia L’interdit. “Sabía que era una mujer diferente y quiso crear su propio estilo. Yo la ayudé, pero lo esencial estaba en ella”.

Mel y Audrey trabajaron juntos en Ondina, una fábula medieval sobre un romance entre un caballero andante y una ninfa de 14 años, que se estrenó exitosamente en Broadway, y se casaron a finales de 1954 en Suiza. Luego de una luna de miel relámpago en Italia, ella aceptó actuar en la adaptación de la novela de Tolstoi, La guerra y la paz, con la condición de que lo incluyeran en el reparto.?Según Givenchy, “la carrera de él no estaba a su altura, pero Audrey hacía todo lo posible para integrarlo en sus castings. En las filmaciones ella se daba cuenta de sus coqueteos y le costaba trabajo realizar sus escenas, pero nunca se quejó”.

Le llovieron ofertas de Hollywood, entre ellas Funny Face (‘Una cara con ángel’), musical que le permitió demostrar sus aptitudes para el canto y la danza, y A Nun’s Story (‘Historia de una monja’), que le dio una nominación al Oscar.

Ferrer llevaba meses esperando que terminara el rodaje de esta película para embaucarla en un dudoso proyecto dirigido por él: Green Mansions (‘Mansiones verdes’), con resultados nefastos. Luego, en The Unforgiven (‘Los que no perdonan’) perdió al niño que esperaba al caerse de un caballo, pero en julio de 1960 nació su hijo Sean. Entonces confesó emocionada: “Desde pequeña, mi mayor deseo era tener hijos”.

Distinguida y seductora, en la adaptación de la novela de Truman Capote Breakfast at Tiffany’s (‘Desayuno en Tiffany’s’), sofisticada comedia que resume el pensamiento de los años 60, puso de moda el famoso vestido negro, que fue copiado hasta la saciedad porque todas las mujeres querían tenerlo. También marcó una tendencia con el abrigo rojo y el sombrero de mink que lució en Charade (‘Charada’), uno de los mayores éxitos de su carrera, al lado de Cary Grant.

Después de capotear la censura de la época con su capacidad interpretativa en el drama lésbico The Children’s Hour (‘La calumnia’), actuó entre otras películas en My Fair Lady y en Wait Until Dark (‘Sola en la oscuridad’).

El hogar
Su amiga, la modelo chilena Doris Kleiner, exesposa del actor Yul Brynner, contaba: “Audrey era una cocinera fuera de serie y, aunque no parecía, le encantaba comer. Generosa y discreta, atendía con un riguroso sentido de la tradición y una platería soberbia. En su casa probé el mejor soufflé de queso de mi vida. Recuerdo las cenas de Pascua con cestas llenas de huevos de colores, flores y golosinas. Sin embargo, al separarse de Mel en 1967, aparte de las proezas de su hijo Sean en la escuela y de los rosales blancos que cultivaba con esmero, no le encontraba gusto a nada”.

Luego de muchos ruegos aceptó un viaje por el mar Egeo en el yate de un amigo, donde conoció a Andrea Dotti, un psiquiatra mujeriego, nueve años menor que ella, que según Givenchy “era tan encantador, que obviamente ella sucumbió”. Se casaron en 1969 y se instalaron en Roma. Al año nació su hijo Luca, quien contaría años después: “Jamás supimos que ella era famosa, porque en casa nunca fue Audrey Hepburn, sino mamá. Le encantaba hacer pasta, patés, madeleines, salsa de caramelo y una maravillosa torta de chocolate. Me parece estarla viendo sentada en el sofá con sus amigas, comparando sus últimas recetas o saboreando una barra de chocolate remojada en whisky. Nos contaba que en la guerra su tío y su primo habían sido fusilados. Quería que comprendiéramos que lo que poseemos nos puede ser arrebatado en un instante, pero que eso siempre se puede superar”.

La entrega
Después de separarse de Dotti por sus continuas infidelidades, en 1980 conoció al actor Robert Wolders: “Yo estaba inconsolable por la muerte de mi esposa, pero sentí una conexión cuando ella me habló en un alemán encantador y me llamó Robbie, como solamente me decía mi familia. Durante los meses siguientes hablamos a diario, hasta que nos volvimos inseparables”. Aunque nunca se casaron, ella confesó que a su lado había pasado los mejores momentos de su vida. Vestida de jeans y camiseta, sin maquillaje y con el pelo recogido, se convirtió en Embajadora de Buena Voluntad de la Unicef y juntos viajaron por Asia, África y Centroamérica ayudando a los niños desamparados, hasta que un cáncer de colon se la llevó mientras dormía, el 20 de enero de 1993.

Según su amiga Leslie Caron, “su vida puede escribirse en dos capítulos. En el primero recibió todas las glorias que puedan esperarse y en el segundo devolvió con creces todo lo que había recibido”.