Relaciones

Ser abstemio está de moda

Revista FUCSIA, 17/10/2013

La rumba ya no es sinónimo de alcohol. Cada vez más personas prefieren disfrutar de los eventos sociales con más agua y menos trago, como parte de una cultura de bienestar.

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“El agua se ha vuelto el mejor negocio”, comenta Luis Miguel Parra, especialista en medicina antienvejecimiento. Se refiere a que ver a la gente con una botella de este líquido en la mano ya no es una imagen exclusiva de los gimnasios. “Y en las discotecas están los que la piden con gas y jugo de limón para que sea su trago de la noche”. Así como el vegetarianismo fue considerado alguna vez la rareza de una minoría y hoy es una opción ampliamente aceptada, con los abstemios y los que toman poco está pasando algo similar.

En el Reino Unido las cifras muestran cierta tendencia descendente: desde los noventa ha habido una caída de un tercio en el número de personas que ingieren alcohol a diario. Según las estadísticas, en 2002 casi el 60 por ciento de las mujeres encuestadas había bebido la semana anterior. Para 2011, el número estaba en 54 por ciento y una de cada cinco declaró la sobriedad total como su única alternativa. De la misma manera, en Estados Unidos el consumo entre mayores de 14 años pasó de 2,75 galones en 1980 a 2,31 en 2007. “En Colombia noto que más personas empiezan a sumarse a esta corriente, a pesar de las noticias que tenemos de 1200 borrachos detenidos en un fin de semana por estar conduciendo en ese estado. También es cierto que en este país se vive la cultura del trago y todo es una excusa: si el equipo de uno gana hay que tomar, y si pierde, hay que ahogar la pena”, agrega el médico. En el fondo se trata de una tradición machista caracterizada por frases del tipo “tome como hombre”. “Y aunque una mujer ebria por lo general no era bien vista, hasta hace poco se consideraba cool la que bebía a la par con ellos”, anota.

Felipe Merizalde, un psicólogo que ha estudiado los efectos del licor, y que desde hace cuatro años optó por dejar de consumirlo, observa con optimismo el por ahora incipiente cambio: “las dinámicas hoy son distintas y esto quizá tiene que ver con modas que importamos de Europa, donde la gente puede acompañar las comidas con una sola copa sin buscar alterar su conciencia. Actualmente hay menos presión social y más tolerancia frente a los movimientos ‘disidentes’. Hace una década, mi decisión de no comer carne era una excentricidad entre mis amigos. Tiempo atrás tampoco se hablaba de bares libres de cigarrillo, ni de cocteles sin alcohol”. Los expertos coinciden en que se trata de una especie de boom del buen vivir, de buscar alternativas que favorezcan un estilo saludable. “Las personas quieren verse y sentirse bien. Prueba de ello es que cada vez hay más participantes en las maratones que se preparan con seriedad”, concluye Parra, para quien el deporte es uno de los principales alicientes a la hora de bajarle al trago. 

“Nací abstemio”, explica Alonso Flórez, un comerciante y capitán de barco de 52 años cuando le preguntan el porqué de su no rotundo a la bebida. “Me crie en un ambiente de fútbol, natación y boxeo y uno no puede rendir mientras está alicorado. Todavía soy atleta. Recientemente tuve un accidente muy grave con un químico, se me quemó el estómago y si aguanté fue porque siempre he sido muy sano”.


¿Cuánto puedes disfrutar?


Quienes optan por más agua y más jugos no creen en el poder del alcohol para hacer que toda fiesta sea mejor. Un estudio realizado en los Países Bajos determinó que el 71 por ciento de los entrevistados lo considera la droga social por excelencia. Que ayuda a eliminar la timidez, a superar problemas personales y hasta a tener un mejor desempeño sexual son otros de los milagros que ancestralmente le han atribuido algunos, aunque en realidad se trate de un depresor. No es casualidad que existan los que sospechosamente se hacen llamar “bebedores sociales”.  “Creo que está sobrevalorado ese efecto deshinibidor”, asegura María Salazar, de 30 años, experta en moda. “En mi caso, encuentro en el baile una forma muy efectiva de conseguir esa sensación. Es un tabú eso de rumbear sin tomar porque muchas veces parece amenazante, pero deja de serlo si los demás entienden que la diversión que ellos obtienen del trago la genero yo sin necesidad de esa ‘ayuda’ extra. La gracia de estar sobrio consiste en no excluirte de la fiesta sino disfrutarla naturalmente. Todos mis amigos toman y hasta me entretengo con su embriaguez, porque ser abstemio es una decisión personal que no puede convertirse en un juicio de valor sobre los demás”. Por otra parte Nicolás Vallejo, periodista musical, cuenta que hace diez años se cansó de que este tipo de bebidas condicionaran sus noches: “los primeros meses fueron difíciles en ciertos ambientes, pero soy melómano y me agarro de eso para pasarla bien. Las ventajas son muchas, al salir bailo más, gasto menos y me ahorro el guayabo”.

Y es que el temor a una resaca es lo que espanta a muchos, especialmente a partir de los 30. Carolina Serrato, una estudiante de psicología que realizó una investigación sobre el tema en la Universidad del Bosque considera que la edad es uno de los condicionantes: “en la adolescencia se pasa por una búsqueda de emociones fuertes. Encontré que hay jóvenes que por temor a que los descubran por el aliento prefieren ‘pegársela’ echándose gotas de alcohol en los ojos”. Pero cuando el tiempo pasa, las cosas son a otro precio y el cuerpo reclama descanso. Las obligaciones personales y laborales no pueden asumirse con una condición física mermada, “y es obvio que a cierta edad los efectos duran varios días. Es mayor el cansancio y están los que se sienten desanimados. Es por eso que llega el momento en que uno se pregunta si vale la pena una borrachera cada semana” señala Merizalde.

En este sentido, Parra agrega que la paternidad también cambia el panorama, pues es necesario levantarse en la madrugada para cumplir con las responsabilidades que trae un hijo, además de que en la lista de obligaciones y gastos una botella de whisky no forma parte de los imperativos del carrito del mercado.  Aun así, advierte que el hecho de que en estos días exista una variada oferta de deportes hace que los jóvenes tengan mayor acceso a estos y se decidan por una rutina más “zanahoria”. Recientes investigaciones muestran que la mitad de los británicos entre los 16 y los 24 no bebe en toda la semana. Después de todo, no siempre los efectos del alcohol discriminan teniendo en cuenta la edad. “Es un asesino de neuronas, cuando a una persona se le borra la película su cerebro sufre y en los adolescentes este no tiene un desarrollo normal. Afecta la concentración, la memoria y la capacidad de aprendizaje. Con el tiempo hay daño hepático, renal y pancreático. Causa diabetes, un guayabo es una hipoglicemia”, expresa el médico. En Estados Unidos, los costos en salud por este concepto se estiman en 30.000 millones de dólares.

Quizá una de las razones de que el bando abstemio esté ganando cada vez más adeptos es que el trago engorda. Un reciente estudio encontró que los hombres consumen 433 calorías adicionales (el equivalente a una hamburguesa doble carne) los días en que toman una cantidad moderada de licor. Esta recarga podría deberse a que comen más al beber. Por su parte, las mujeres añadirían 300 calorías. Por la naturaleza competitiva del género femenino, no sería raro verlas brindar en bares con sus vasos de agua decorados con una rodaja de limón, comentando cuántos kilos han bajado, mientras disfrutan con la tranquilidad de saber que al día siguiente no pasarán por la pena de preguntar “¿qué pasó ayer?”.