Trabajo

Si no tuviera 30

, 10/5/2012

Todas las niñas anhelan llegar a los 30, pero con esta atípica edad también se asoman las responsabilidades y un baldado de agua fría que avisa de repente que también son mujeres hechas y derechas.

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Para Jennifer Garner fue un suplicio asumir que tenía que pagar los impuestos de su apartamento en la Quinta Avenida, de Nueva York, sentarse en un escritorio todo el día, atender llamadas y juntas directivas y mucho más, en su papel de Jenna en Si tuviera 30, una película que se ha vuelto de culto entre adolescentes y treintañeras. Justamente porque las de 30 quieren volver a sus inocentes años y las jovencitas sueñan con ser coquetas ejecutivas que pisan la gran ciudad. Porque el crecer nunca fue tan difícil como en estos tiempos, y mucho más, cuando los padres ya no están pendientes de pagar las cuentas de sus niñas de 20 años.

Y es que precisamente los 30 son los nuevos 20. Unos cuantos años atrás, cuando se cumplían 20, era la hora precisa para marcharse de casa, asumir las propias cuentas y problemas, además de comenzar a pensar en familia. Pero ante el constante pánico de llegar al tercer piso, la independencia se retrasa. A pesar de que a esa edad ya están capacitadas y listas para cualquier puesto de trabajo, también tiene que afrontar obligaciones como el impuesto del carro, la declaración de renta, el arrendamiento y demás cargas que llegan con la madurez personal y laboral.

Una crisis de la edad la enfrenta cualquiera. Un buen ejemplo es el de Rachel Green, el personaje que representó Jennifer Aniston en la serie Friends, que cuando cumplió 30 por fin se dio cuenta de que era hora de sentar cabeza y comenzar a ejecutar sus planes de vida. Julie Tilsner, autora del libro 29 y contando, dice que los 30 no deben asustar. Al revés, se tiene una década por delante con la que trabajar y esta vez se está preparada para asumir cualquier reto y responsabilidad.

Mientras aún persiste la creencia de que la vida comienza a los 30, es justificable ir en contra de este pensamiento y haber vivido muchas aventuras antes de esa controvertida etapa. Pero justo cuando hemos tocado ese periodo, es indispensable ajustar algunas piezas del rompecabezas. Una mujer a los 30 no debe permitir que la plata la controle, ir de compras hasta quebrarse es algo para dejarle a las veinteañeras. Las buenas finanzas y las inversiones son una señal crucial de madurez.

Las treintañeras actuales no miden su vida en canas o en arrugas, porque están contemplando el pasar de los días en términos de progreso. Un ascenso, tener claros sus puntos fuertes y una pareja estable, son el nuevo horizonte. Y a pesar de que las mujeres comienzan a sentirse mayores a los veintinueve, contrario a los hombres que se sienten entrados en años a los 58, esa paranoia recurrente sobre llegar a los 30 se le atribuye a las abuelas.

“En términos de productividad, los 30 son la mejor edad para adquirir esas destrezas que dan sentirse parte de la empresa para la que trabajamos y triunfar con esa experiencia cosechada”, apunta la sicóloga organizacional, Clara Reyes. Una nueva generación de mujeres que no le temen a la crisis de la mediana edad, afrontan la llegada de los temidos 30 como el momento para convertirse en unas mujeres profesionales en todo sentido. Aprender a vivir sola, renunciar a un trabajo o a una relación, son vivencias que convierten a la mujer del siglo XXI en independiente y merecedora de triunfos venideros. Porque precisamente sí hay vida después de esa edad, o si no que lo diga Sarah Jessica Parker, que a los 33 años recibió el guión de Sex and the City con el que alcanzó una fama insospechada. Así queda demostrado que el trabajado soñado no tiene edad.

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