boda

Romántico y elegante

, 10/11/2010

La celebración de un matrimonio es una ocasión exquisita, y los colores elegidos en la decoración responden a ese momento único que debe coincidir con los gustos de los anfitriones, en este caso, los novios y sus padres.

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Yiya Vélez, organizadora y decoradora de matrimonios, eligió un concepto romántico para poner a girar su imaginación alrededor de los colores citados: “Quería que esta decoración fuera moderna, pero a la vez delicada, sobria, tierna. Perseguía que todos los elementos que componen esta decoración se vieran muy finos, por eso, escogí objetos de cristal como las copas, claro, pero también hay unas delgadísimas velitas blancas sobre la mesa, cada una puesta en un candelero de cristal”.

Las lámparas que caen sobre las mesas son de papel y cumplen la labor importante de crear una luz ‘privada’, más tenue, sobre cada mesa, que contrarreste la luz plana del gran salón donde hay varias mesas idénticas. La pared de fondo es todo un acierto, porque tiene una cenefa de flores blancas que coincide muy bien con las flores escogidas por Yiya Vélez, en este caso, rosas beige o casi blancas y varitas de San José. El centro de mesa es un florero de cristal lleno de perlitas azules, que hace que se destaque más el color blanco de las flores.

Los detalles
Enfocándonos en el detalle, el centro de mesa, complementado con dos copas llenas de perlitas azules, sobre las que se destaca una rosa blanca, reposan sobre un espejo –sí, un espejo– que hace que la luz de las lámparas, las velitas prendidas y los demás elementos se reflejen en éste, produciendo una escenografía muy romántica. Los platos de la vajilla son blancos, cuadrados, y sobre éstos hay nuevas sorpresas: la servilleta blanca está adornada con un servilletero de las mismas perlitas azules, hay una tarjeta de agradecimiento por el regalo en el puesto de cada invitado, atada con un cordón que sigue la línea de las tarjetas de invitación, y dos gomitas en forma de corazón, con sabor a menta, elaboradas por la empresa Divinarina de Medellín.
Las sillas Chivari están adornadas con una ‘cinta’ de tafetán, y llevan un detalle de rosas con varita de San José. El recordatorio es una trufa de bizcocho negro (bizcocho es el ponqué de novia en Medellín), guardada dentro de una cajita que lleva, siguiendo el concepto decorativo, unas perlitas azules y cerrada con el mismo cordón de las tarjetas.

El cielo sobre la ciudad
Las socias de Santaboda, Camila Lemoine y Alessandra Osejo, decidieron ejemplificar los colores dados en una decoración totalmente urbana. El equipo que logró este acierto está conformado por artistas gráficos y diseñadores gráficos e industriales. La firma Aichh hizo una propuesta gráfica conjunta que recrea la idea de lo romántico en un concepto que ‘mira al cielo’, tal cual.
Entonces, el mantel es la ciudad, como se puede ver en el diseño de postes de luz que emergen de la vegetación, y a medida que se eleva la mirada aparecen bombillitos, nubes, palomas y avioncitos hechos de papel y ‘sembrados’ en un balde y una jarra pintados de azul. Como se puede ver, toda la escena retrotrae a los colores del firmamento, azules y blancos.

La vajilla, de cerámica blanca, fue hecha sobre pedido y lleva también el sello de lo urbano en su textura rizada, que evoca las cebras por donde cruzan las calles los peatones. Como se ve, rompe con el concepto de lo corriente y crea un espacio urbano, pero con un toque vanguardista.

Cielo y tierra
Sobre los platos, el servilletero es un pajarito, hecho por la firma Lik Mi, atado con una cuerda que tiene los nudos de una cerca de púas. La numeración de las mesas fue hecha sobre nubes de papel, hay un martini azul en una copa alta, y algo muy especial, el recordatorio, que es una cajita de papel periódico con chocolates, amarrada con el cordón azul en forma de alambre de púas.

La mesa de los dulces es algo muy original. Las golosinas para después de la comida fueron elaboradas por la empresa Sweet Buffet, pensando también en lo que se come en la ciudad, y consisten en un despliegue generoso de helados de fresa y vainilla dispuestos en bolitas, con salsas de arequipe, chocolate y fresa, además de fresas, merenguitos, brownies, gomitas, chocolates, galletas de chocolate y minimasmelos, dispuestos sobre una superficie blanca, en recipientes que hacen pensar en una verdadera tienda de golosinas. En esta mesa de postres, la tierra es el mantel blanco, y sobre éste se alza una red de postes y cuerdas de la luz que llevan hasta una placa de la Carrera Séptima de Bogotá, en una idea muy original.