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Palabras que solo usan las mujeres

Gustavo Gómez Córdoba, 30/8/2011

Términos que el género femenino usa con frecuencia (muchas veces mal) y que difícilmente caerían algún día en boca de un hombre. Columna.

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Cierto. Hay palabras que sólo usan las mujeres, y las usan sólo ellas porque cuando, Dios no quiera, caen en boca de los hombres, pasan de ser usadas a ultrajadas. Y eso que los hombres siempre tratamos de mantenernos a prudente distancia de las ultra–ajadas… pero a todos nos llega la hora. También la hora de meternos con las palabras exclusivas de las mujeres y siempre fracasamos en la osadía.

Voy a poner un ejemplo poco castizo, pero muy conveniente para ilustrar el asunto: ¿han oído ustedes a algún hombre alabar las bondades de un blower? Jamás. Ni siquiera sabemos si la pronunciación es ‘blouer’ o ‘blauer’; es un misterio absoluto que se despeja si, escondiendo vergüenzas, uno pregunta a una amiga y descubre que el blower es un simple secador eléctrico de mano y, por extensión (‘extensiones’, otra palabra típicamente femenina), un método de secar el pelo. Antes de esa simple consulta, todo lo que pasa por la mente de un hombre cuando oye cualquier vocablo que comienza con blow es algo que debe terminar con job.

Bikini es otra palabra que, acompañada de “hacerse el” sólo puede estar en boca de mujeres. “Hacerse el bikini”, entendería cualquier tipo juicioso, define el caso de una mujer que, siendo diseñadora —o al menos muy creativa—, confecciona sus propios trajes de baño. Nada más alejado de la realidad, porque cuando una mujer se hace el bikini nunca tiene puesto el bikini. Ni en el peor de sus días un hombre le contaría a su mejor amigo o a un compañero de trabajo que su novia se hizo el bikini y que le quedó divino… eso, ‘divino’, otra palabra que un hombre cuerdo no usaría bajo (ni sobre) ninguna circunstancia.

Para nosotros nada “te queda divino”; las cosas se ven bien y pare de contar. De paso, nada más feo que ver a un hombre calificando algo de ‘bonito’ o ‘lindo’ (v.g. “Manuel, ¿no te parece que en la vida hay momentos muy bonitos?”, “¡muchachos, qué lindo es venir a jugar fútbol con ustedes los sábados!”).

Vamos a lo público. No confundir con lo púbico… aunque en este caso vale la confusión: sucede que desde que el mundo es mundo, los hombres hemos estado obsesionados en llamar a las partes del cuerpo femenino con nombres muy directos y claros (cuando digo claros, quiero decir crudos), y ellas, en cambio, insisten en manejar el tema desde los terrenos del eufemismo.

Las conversaciones masculinas suelen incluir palabras como teta, culo y cuca… y ninguna de las tres, como no sea en espacios privados donde mujeres hablan con mujeres, queda bien en labios femeninos. En público, ellas hablan de ‘puchecas’, ‘pompis’, ‘piruchas’, ‘boobies’, ‘colas’ y docenas de términos, entre humorísticos y vergonzantes, que varían según la condición social y el escenario geográfico. Lo juro, en cierta ocasión oí que una mujer le pedía a otra una ‘galleta’ y su amiga le pasó una toalla sanitaria.

Voy rápidamente, para evitar detalles que las lectoras de FUCSIA dominan al dedillo, a enumerar algunas de las muchas palabras que un hombre no sabe, no puede y no quiere incluir en su vocabulario: strapless, hembro, cucos, tafetán, rubor, sopera, entregarse, labial, pitadora, bamba, jacquard, diadema, plisados, marinar, accesorios, liga, ondulado, chatre, trepadora, vintage, vacumterapia… antes de terminar estas palabras de hombre sobre palabras femeninas que firma un hombre en una revista femenina, un viejo chiste: ¿Cuál de estas palabras es más femenina: gallina, bandera, asociación, camioneta o matemáticas? Solo una: gallina, no… porque tiene huevos; bandera, no… porque tiene palo; asociación, no… porque tiene miembros; camioneta, no… porque tiene pito; y matemáticas, sí… porque tiene regla y tiene problemas, ¡y todos bien jodidos de entender y resolver!