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¡Mi hijo se masturba! Cómo manejar su desarrollo sexual

RevistaFucsia.com, 2/11/2011

La llegada de la adolescencia de nuestros hijos viene cargada de conflictos emocionales y físicos. No entres en pánico ni te escondas debajo de la cama. Ellos ya dejaron de ser chicos. Conoce cómo asimilar sus nuevas conductas sin miedo, pudor o timidez.

Háblales de sexo desde los 8 años. (Foto: Thinkstock) - Foto:

Los enanos de la casa han crecido. Están listos para afrontar un mundo que los espera con increíbles cambios, retos y aprietos propios de su edad. Así como están llenos de energía, también hay cientos de preguntas que rondan por su cabeza. Y mientras tanto, te vas a topar con una serie de situaciones incómodas que debes afrontar de la mejor manera.

¿Adolescente o todavía un niño?
No solo cuando presenta cambios físicos como aumento de su busto (en ellas) y vello púbico (en ellos) podemos fiarnos de que son señales claras de la pubertad. La pubertad es el momento en el que pasan de la niñez a la adolescencia y no solo se refleja con cambios en el exterior. Buscarán ser más independientes, se preocuparán por su aspecto físico, se sentirán atraídos de manera fuerte por el sexo apuesto (aunque sea por la chica de la TV). Quieren ser parte de un grupo de amigos, sentirse importantes para los mismos y tener una aceptación social. Encuentran más gusto en compartir con personas de su edad que con su familia o padres, y esto no solo incluye el juego: Esta etapa ocurre aproximadamente entre los 10 y 14 años.

Hablemos de sexo...antes de que sea demasiado tarde.
No tienes que esperar demasiado a que tu hijo-hija crezca para que dialogues con ellos sobre sexualidad y el sexo. Si esperas a plena adolescencia, para ese entonces, ya habrán fanteaseado con el tema, experimentado sueños húmedos (especialmente los varones) y la sensación incrementada del deseo hacia el sexo opuesto.

Hablar al respecto después de pasar por estos fenómenos, es casi inútil: sentirán vergüenza, no serán sinceros y creerán que no tienen la suficiente cercanía para contarte sus intimidades. Crea esa confianza desde pequeños: por ejemplo cuando observes que gustan de otra persona o muestren actitudes propias del cambio. En ese momento puedes lanzarte y pregúntales sobre sus sentimientos, qué les gusta y disgusta de su cuerpo, sobre sus amigos/amigas  y cosas por el estilo. Escúchalo, no le des una cátedra de sexualidad ni lora de mamá. El clásico “cuidadito a ver”, sobra. Poco a poco saldrán a flote más dudas y tu ya tendrás tus respuestas, pero todo de a poquitos.

“¡Me gusta la pornografía!”
Cuando la Internet todo lo puede, los riesgos de este tipo de conductas son mayores. Comunes, pero peligrosos si no se saben controlar. Tu hijo conocerá sobre este tipo de contactos a través de amigos, de la televisión o porque ha visto algo similar desde casa. En cualquier momento, aunque sea solo por curiosidad y con el afán de satisfacer sus deseos sexuales que comienzan a despertarse, llegará a este medio virtual.  Es un trabajo duro que incluye prohibiciones, algo que inmediatamente activará su mecanismo de defensa.

Activa en el Internet de tu casa Guardianes de Contenido para bloquear páginas con contenido violento o sexual.  Ahora es muy común entre los adolescentes un fenómeno llamado “sexting”, donde se envían entre sí fotos de con desnudos parciales o poses sugestivas de ellos mismos. Su salud emocional puede verse afectada en caso de que lo adquiera como un hábito. Explícale las consecuencias futuras de que este tipo de fotografías estén en el poder de terceros: pueden dárselas a desconocidos, los demás pueden burlarse de él y pueden reproducirse en lugares de la web que seguramente no querrá. Hazle entender que por más confianza que tenga con la persona con la que realiza este tipo de actividades, eso no le da la seguridad de que esas fotos sean privadas. Son cosas que ya no se podrán borrar y que harán parte de su vida para siempre.

De niña a mujer: más traumático que placentero
Aunque ellas quieran esforzarse por ser grandes, maquillarse con los cosméticos de mamá y jugar a ser adultas, en momentos como la llegada de su primera menstruación, nuestras hijas se sienten más aterradas que nunca. Aún no dimensionan todas las consecuencias futuras que vienen con el ciclo menstrual ni el cambio drástico de rutina durante el resto de su vida, pero sigue siendo un impacto fuerte sobre su cuerpo y sentimientos. No la asustes ni le hables de la menopausia y que se las verá contigo si llega a quedar embarazada. No la asustes más de lo que ya está. Tampoco te pongas a llorar gritando al cielo “Mi niña ya es una mujer”: lo primero que creerá es que algo traumático vienen en camino.

Es un momento de vergüenza por el solo hecho de ver que su cuerpo hace cosas que no puede controlar. Tranquilízala y no le brindes una idea negativa del tema.  Dialoga con ella antes de que ocurra. Entenderá poco de lo que le explicas, pues no lo sabrá hasta que lo experimente, pero si le das esa confianza de recurrir a ti cuando suceda, mejor.  

No le des la información en una sola canastada: hablen en diferentes ocasiones, no la agobies con el tema y vayan juntas al supermercado a comprar los implementos para la higiene femenina. Recuerda que entre más se acerquen a las etapas de la pubertad, más deben tener conocimiento del tema, aunque aún no lo vivan. Cuéntale sobre las bondades: su cuerpo se preparará para ser mamá, le crecerán sus senos, se verá más atractiva, le gustará a los hombres y madurará psicológicamente. No la agobies con el hecho de que puede engordarse fácilmente, que debe cuidarse con lo que come, que no le haga caso a ningún chico porque todos tienen malas intenciones o que su vida no será como antes.

¡Lo descubrí masturbándose!
Ni siquiera una puerta mal cerrada es una de las maneras con las que te topes con tan vergonzosa situación: puedes encontrar rastros en las sábanas, su ropa o la revista de pornografía que encontraste en su mesita de noche. Y te preguntas ¿cada cuánto lo hace? ¿Es normal o no? Estupefacta dejas el tema de lado pero no podrás dormir hasta saber qué hacer.

    Primer paso: no te atormentes ni lo hagas sentir (más) avergonzado. Se sentirá espiado, vigilado y perderá inmediatamente la confianza en ti.  Respeta sus sentimientos y la relación que haya entre ustedes dos.

•    Si se comporta de manera normal en otras áreas de su vida, no es un adicto al sexo ni se la pasa afuera de casa practicándolo. Quítate esa idea de la cabeza si actúa de manera común y corriente en la casa y con sus amigos.

•    Él buscará hablar con otro hombre, así que permíteselo. De manera sutil, motívalo a realizar actividades como practicar deportes, donde puede desfogar toda su energía acumulada. Déjalo que interactúe con mujeres y que conozca el respeto hacía el género femenino: eso le dará pautas de comportamiento y reglas que le quitarán el deseo por la masturbación constante.

Mamá, estoy embarazada

No queremos imaginarnos la expresión de tu cara porque de seguro también nos asustaríamos. Es normal, pero no debes exagerar en tu molestia y oposición frente al tema: lo hecho, hecho está y pelear con tu hija durante días, solo la llevará a deprimirse y tomar malas decisiones. Debes ser consciente de que se avecina una avalancha de cambios y que estar de mal humor y castigarla no es la solución ante la llegada de un nuevo ser.

Enfócate en no tener sentimientos de culpa, depresión, tristeza absoluta o decepción. Así estarás lista para que tu hija se sienta apoyada por las únicas personas que sabrán guiarla: su familia. Tu eres la sabia en el asunto, así que demuéstralo, ella te necesita más que nunca.  Desfoga tus sentimientos con tu esposo, con tus amigas o con alguien cercano, no con ella.

Realizale un chequeo médico con un especialista, el primero en resolver sus dudas y temores superficiales. Luego, siéntate con ella a programar un plan de vida en el que sepan qué va a pasar con el estudio, qué papel cumple el padre del niño que viene en camino, economía del hogar, nuevas responsabilidades y cambio de hábitos.

Desde un principio hazle saber que la mamá es ella y que de ella depende absolutamente todo: tu serás su roca de apoyo pero no la abuela-mamá que hará todo por su hija.