Pornografía

Lecciones de porno

Perla Vonasek y Ana Saladén, 15/3/2012

Ver películas ‘porno’ no es la mejor terapia para superar problemas sexuales de pareja, aunque puede complementar la estimulación. No hay nada prohibido, siempre y cuando los dos estén de acuerdo. Una mirada en pareja a los videos porno.

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Frente a la pantalla del televisor están sentados los dos. Lucen tranquilos. La habitación está más fría que de costumbre pero todo está preparado para un encuentro sexual. Van y vienen un par de bromas ácidas, en voz baja. Él con ansiedad lleva la bocanada de humo de su cigarrillo hasta sus entrañas y queda tranquilo, esperando a que pasen los créditos iniciales en la video grabadora. Él está acostumbrado a ver con cierta frecuencia el lado más desnudo de la condición masculina.

Ella mira con despreocupación cada escena. La escena de la pareja, con el fondo de los gemidos fingidos y los close–ups sobre los genitales de una pareja heterosexual o lesbiana, con la película frente a la cama, no es rara. Según la primera gran encuesta sobre la vida sexual de las mujeres colombianas, realizada por FUCSIA en julio de 2001, 40% de la mujeres colombianas alguna vez han visto una película pornográfica, aunque sólo 3% aceptó que las utiliza con frecuencia para excitarse.

Cifras que pueden tener el rastro de tabú sobre el tema, como lo sugirió la sicóloga Lucía Náder, consultada por FUCSIA, “nos pasó, a la doctora Marta Lucía Palacio y a mí, cuando hicimos un sondeo entre 60 mujeres, hace un año y medio, primero preguntándoles si creían que las mujeres colombianas se masturban con frecuencia, a lo que 98% respondió que sí. Pero, al hacerles la pregunta directa, ¿usted se ha masturbado en alguna ocasión?, el sondeo arrojó un paradójico 80% de respuesta negativa”.

Sexo de película 

Hay quienes aseguran que la pornografía ofrece la posibilidad de ser útil como terapia. Luis Fernando Salazar, gerente de Real Sex, en Bogotá, una tienda sexual que tiene cabinas para exhibición de videocintas y vende películas en VHS, DVD y revistas, entre un centenar de ‘juguetes sexuales’ afirma que “muchos sicólogos mandan parejas con problemas a este tipo de tiendas. 

El simple hecho de entrar a una sex shop y de buscar la película, despierta la líbido y abre el apetito sexual”. Germán Ortiz Pérez, presidente de la Academia Colombiana de Salud Pública y Seguridad Social, repregunta: “¿Cómo era cuando no había video?” Según sus reflexiones es totalmente innecesario usar los videos como herramienta sexual. Pero, como todo, esto tiene sus pros y sus contras: se descuidan aspectos sensitivos de la relación, como los abrazos y las caricias; acarrea graves dificultades de comunicación y socialización; la pornografía suele mostrar una visión parcial de la sexualidad; además, en muchas ocasiones fomenta todo tipo de mitos falsos e irreales (como el del tamaño exagerado del pene); mantiene ciertas conductas patológicas (necesidad de violencia en la pareja, fetichismo y otros).

Como positivo, puede llegar a incentivar el desarrollo de las fantasías sexuales; es capaz de reducir inhibiciones a la hora de realizar el coito; induce al deseo, muchas veces enfriado conforme pasa el tiempo en la relación; y a veces elimina la monotonía. “Yo tengo una definición de relación sexual que tiene su importancia porque cada palabra fue medida —afirma Ortiz—: el más íntimo e intenso mecanismo de comunicación humana. 

Un video no cabe ahí. Lo que buscamos quienes trabajamos en el tema, es enseñarle a la gente a disfrutarlo de la manera más placentera con su pareja. Los videos muestran una vida sexual vulgar, prosaica, de otra pareja extraña. Son una epidemia negativa de los tiempos modernos que atenta contra la salud sexual”, concluye Ortiz, quien pronto publicará su libro El eterno femenino, su poder y su enigma.

Pornografía para expertos 

“Me gustan las jóvenes que se fingen viejas, y las viejas que se fingen jóvenes. Me gustan los ligueros, los tacones altos, las braguitas rosa, todo ese rollo picante, y lo comparto con mi pareja, para que no tengamos inhibiciones”, responde Vicente Vélez, luego de alquilar una película en una tienda de videos porno de la carrera 15 con calle 100, en Bogotá. No hay estadística fiable, pero un dato que no se pone en duda es que el gran consumidor sigue siendo —a pesar del incremento de mujeres— de sexo masculino. 

“99% de las películas porno es hecha para hombres”, concluye contundentemente Carlos Zárrate, realizador de cine y televisión y profesor de Estética Audiovisual en la Universidad Javeriana. Lo cierto es que, en los últimos años, las escenas con “alto contenido erótico” han ido ganando terreno hasta en las telenovelas colombianas, emulando a las de países como Brasil donde son más comunes. 

Además, ya no es necesario ir a una tienda de videos porno: en DirecTV, es posible acceder a canales de pornografía, como Playboy TV,  Venus, XTSY, Hustler. 

Sexo desde todos los ángulos 

La pornografía es posible asumirla desde diversos ángulos. Para la sexóloga y terapeuta de parejas venezolana Isbelia Segnini, el porno induce a la excitación, por lo que su utilización puede estimular y ayudar a disfrutar más del sexo y mejorar las relaciones. “Sin embargo —apunta—, cualquier decisión debe ser conversada, ya que si una de las partes no lo desea, se siente presionada y accede, puede crear conflictos y problemas en la relación”. 

Uno de los casos que maneja la terapeuta Segnini en su consulta es el de un joven que desarrolló una disfunción sexual porque su compañera compró un vibrador, y él se sintió acomplejado. Pensó que su pene era pequeño y que ella disfrutaba mucho más con el vibrador que con él. Si ambos están de acuerdo, o si uno de los dos tiene acceso a estos juegos y lo introduce, es sano. 

“En la utilización del material pornográfico tiene que haber claridad y saber hasta dónde llegar, hasta dónde administrarlo. Si se está en pareja o si se está solo también, porque si una persona lleva cinco años sola y utiliza algunos objetos o materiales de estos, puede crear una fijación que produce que con su pareja no logre esos niveles de excitación”.

Frank Baiz, escritor, semiólogo y especialista en la pornografía como tema, prefiere empezar por hacer una distinción necesaria: la pornografía la define como lo explícito y cuya finalidad es la estimulación sexual, mientras que el erotismo lo ubica como algo generalmente implícito o sugerido que eventualmente podría ‘estimular’ otros sentidos como el estético.

El porno duro es el que más frecuenta la gente. El uso de este material varía dependiendo de la necesidad individual o de pareja. Para Segnini, autora de Agenda sexológica y de Adán y Eva en búsqueda de la felicidad, cuando el hombre presiona a la mujer y ella dice: “qué fastidio, qué asco”, hay que respetar sus sentimientos y no forzarla, ya que de hacerlo y ella aceptar, se produce una disminución de la autoestima. La pareja se va frustrando porque lo hacepara complacer a su compañero.

En el juego del erotismo hay fantasías que se salen del entorno la pareja y que no son recomendables. Puede ocurrir que a uno le gusta más que al otro. Entonces, éste decide verlo a escondidas, se levanta de madrugada o navega en Internet. Empieza a asociar, a masturbarse y ya no tiene contacto sexual con su pareja.

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