Perfil

Heredera de lujo

21/11/2013

Todo indica que Bernard Arnault, el hombre más rico de Francia, ha escogido a su hija Delphine como sucesora de su imperio de marcas de prestigio LVMH.

Con una fortuna de 29.000 millones de dólares, que según Forbes lo ubica en el décimo lugar entre las personas más ricas del mundo, Bernard Arnault tiene suficiente para repartir entre sus cinco hijos. Pero en el futuro, probablemente solo uno ocupará su trono y estará a la cabeza de LVMH, el conglomerado de más de 60 marcas de lujo dedicadas a la moda, accesorios y licores, que incluye Bulgari, Christian Dior, Louis Vuitton y Dom Pérignon. Se estima que el imperio está valorado en 78.000 millones de dólares. “Al menos alguno de ellos mostrará ser capaz de asumir el cargo”, bromeó el magnate en un documental, refiriéndose a su prole: dos hijos de un primer matrimonio, Delphine y Antoine, de 38 y 36 años, respectivamente, y tres jovencitos del segundo, Alexandre, Frederic y Jean. Aunque sus allegados aseguran que a los 64 le quedan energías para rato, coinciden en que es una decisión que le pesa porque aplica el lema de cualquier competencia: “que gane el mejor”. No es casualidad que su frialdad a la hora de aumentar su fortuna quedándose con la “presa” deseada lo haya hecho merecedor del apodo “el lobo vestido de cachemira”.
En este panorama, al estilo de las mejores dinastías, pareciera que la primogénita es la más opcionada a quedarse con la corona. Hace pocos meses recibió el guiño real cuando fue nombrada vicepresidente ejecutiva de Louis Vuitton, el segundo cargo más importante en la prestigiosa empresa que, desde 2006 y por siete años consecutivos, ha sido la “más valiosa firma de lujo” y que “representa más de la mitad de las ganancias anuales de toda la multinacional, que son del orden de 8.000 millones de dólares”, explicó a FUCSIA Noreen Flanagan, directora de la revista Elle de Canadá. “En esa posición es sin duda una de las mujeres más poderosas en la industria de la moda, pues se encarga de tomar decisiones clave”. Su elección podría ser considerada mero nepotismo, sin embargo, en su hoja de vida hay suficientes méritos. “Tiene una buena reputación como mujer de negocios y un gran sentido del estilo. Su talento radica en saber cómo combinar perfectamente la vanguardia con la tradición y el ethos del lujo”, comentó a esta publicación Tilar Mazzeo, autora del libro The Widow Clicquot, en el que cuenta la historia de esta champaña que forma parte del portafolio LVMH.
Delphine empezó a prepararse desde muy temprana edad, cuando fue testigo de la feroz lucha de su padre por quedarse con el control de un conglomerado que vislumbró, desde que en 1984 adquirió una textilera agonizante llamada Boussac, dueña de Christian Dior. Su plan juvenil de los sábados consistía en acompañarlo a las tiendas donde lo veía acomodar milimétricamente una cartera en el mostrador hasta que quedara perfecta. Realizó su debut laboral en las boutiques vendiendo perfumes, estudió en dos prestigiosas escuelas de negocios, la francesa EDHEC y la London School of Economics, y trabajó en la consultora norteamericana McKinsey. En el año 2000 se vinculó de lleno al oficio familiar con la marca de John Galliano y seguiría haciendo dúo con el diseñador británico, creativo de Dior, cuando ella se convirtió en la encargada comercial de esta casa de modas. A partir de 2008, fue la segunda al mando, en su papel de directora general adjunta, y dio pruebas de su pericia, pues incrementó las ventas en un 67 por ciento. Al mismo tiempo ha formado parte del consejo de Céline, Loewe y Emilio Pucci.
 Mostró el mismo temple de Arnault como pieza fundamental en la decisión de la salida de Galliano, su amigo y mentor, presionada por su polémico comportamiento, en especial sus comentarios antisemitas. Delphine, quien tiene fama de cultivar nuevos talentos, superó el temporal apostándole al belga Raf Simons como el creativo de Dior, quien prometió devolverle “la emoción” al sello. La movida resultó ser tan acertada que, como señala The Wall Street Journal, “la firma parisina se ha convertido en la más ardiente de la moda”. Y es que la heredera no fue criada para ser una simple figura ornamental sino una adicta al trabajo. Tan meticulosa como su papá, se involucra en todo el proceso, “desde el primer boceto, hasta el momento en el que el producto llega al mercado, y cómo es presentado”, confiesa. Para Flanagan, el primer reto de Delphine al frente de Louis Vuitton será demostrar que puede superar el adiós de Marc Jacobs y que su elección de Nicolas Ghesquiére como nuevo diseñador es la correcta. Por otra parte, en el mercado chino, en el que la compañía fue pionera, “ha estado perdiendo terreno y es imperativo que esta tendencia se reduzca”. Mazzeo considera que, como buena coleccionista de arte, seguirá en la senda de vender lujo y cultura: su objetivo principal “será preservar la identidad, encontrando a la vez un contexto actual que haga de sus colecciones el ‘indispensable’ de cada temporada” y así revertir la caída en las ventas que experimentó durante el último año.
 Con una reputación de persona reservada, es poco lo que se sabe de la vida privada de Delphine Arnault. En 2005, su boda con Alessandro Vallarino Gancia, heredero, como correspondía, de un clan bodeguero italiano, habría costado 7 millones de dólares. Pese a que suele lucir sofisticada pero discreta, en esa oportunidad se supo que las modistas de Dior invirtieron 700 horas en coser las piezas de su vestido de novia, diseñado por Galliano, y otras 600 en adornarlo. En el mayor secretismo, llegó el divorcio y, en 2012, tuvo una hija de cuyo padre poco se habla. Las malas lenguas comentan que por ser en exceso introvertida, su hermano Antoine sería su mayor contrincante en términos de sucesión. “Él tiene más habilidades para manejar personas. Sería un mejor representante del grupo”, manifestó un analista en el sitio web económico Bloomberg. Tiempo atrás el empresario fue director de comunicaciones de Vuitton, cargo en el que fue premiado en Cannes por una campaña publicitaria protagonizada por celebridades de la talla de Mikhail Gorbachev. En la actualidad es el presidente de la marca masculina Berluti y sus fotos con la modelo rusa Natalia Vodianova son apetecidas por las revistas del corazón.
 “La meta es que sigamos siendo una empresa familiar”, habría declarado Arnault. De hecho, desató controversia cuando buscó transferir su fortuna a Bélgica, según él, una estrategia cuyo fin era garantizar que esta no se desintegrara a su muerte, aunque detrás podría haber razones tributarias. Su idea consistía en establecer una estructura, que no tendría respaldo legal en Francia, para evitar que sus hijos vendieran sus acciones en Groupe Arnault, el holding dinástico que controla LVMH. En un mundo ideal, sin caínes, la visión de Delphine y el encanto de Antoine harían el complemento perfecto. Tal vez así será pues, como este último reconoció, tienen un pacto para no permitir rivalidades que los separen: “nuestros destinos individuales están en un segundo lugar frente a lo que mi padre creó”.

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