Coge ese avión

por Adolfo Zableh Durán, 8/10/2018

"Estoy viviendo mi vida mientras tú haces la tuya allá y mal no nos va, pero si hay un espacio para mí, ahí donde estés tú, estaré yo."

Foto: Juan Moore - Foto:

Siempre he escogido relaciones imposibles para poder justificar que estoy solo, o al menos me lo han dicho tantas veces que he terminado por creerlo. Si de labios para afuera aseguro querer una relación sana y estable, mi inconsciente me lleva a elegir personas con las que tal cosa es imposible.

Y no hablo de fijarme en mujeres a las que no les intereso o tienen pareja (que también), sino de aquellas que no viven en mi misma ciudad y que, si lo hacen, tienen medio pie afuera del país. México, Australia, China, Estados Unidos, Alemania; si usted quiere que le salga estudio o trabajo por fuera, métase conmigo, soy más eficaz que cualquier visa.

Pasa que el tiempo es una de las variables más importantes en el amor y poco la tenemos en cuenta. Hay que amarse cuando la vida nos hace coincidir, de ahí que buscar a alguien por fuera cuando tu ciudad está repleta de personas que buscan lo mismo que tú parece no tener sentido. Aun así, el amor suele carecer de lógica y nadie sabe a ciencia cierta por qué nos fijamos en quien nos fijamos, así viva en la esquina o a tres aviones de distancia.

Hay quienes se conocen en el colegio y se juntan de una vez. Y es bonito, muchos quisieran un amor así, pero no a todos nos toca. Otros se encuentran después de muchas vueltas. Se juntan, se separan, están con otro, se vuelven a ver, luego uno se va de viaje o tiene el corazón recién roto y toca esperar. Y el punto de una relación, por obvio que suene, es que dos no solo tienen que gustarse, sino querer lo mismo en el momento justo; es un balance muy delicado. La gente habla de la fragilidad del ecosistema, cuando la fragilidad del amor es mucho más compleja.

No importa lo que diga mi cabeza, hoy no solo quiero una relación sana, sino una posible; quiero a alguien a quien le pueda decir nos vemos en la esquina en quince minutos, o asómate a la ventana, soy el de la chaqueta amarilla y la cara de idiota. Y aunque creo en las relaciones a distancia, si ambos tienen voluntad y saben manejarla, yo ya tuve suficiente. De todas las veces que me ha pasado, en una de ellas aposté con fuerza y perdí, más por torpeza que por otra cosa. Porque tener una relación con una pantalla de celular es muy jodido, y vivir de qué hiciste hoy y de quisiera que estuvieras conmigo, pero como no se puede ven y te muestro dónde estoy, desgasta muy rápido. A mí no me muestres dónde estás, a mí llévame contigo.

Quizá este no es nuestro tiempo y la vida nos irá poniendo en el lugar que nos corresponde, aunque a veces haya que darle una mano. No te estoy esperando, corazón. Estoy viviendo mi vida mientras tú haces la tuya allá y mal no nos va, pero si hay un espacio para mí, ahí donde estés tú, estaré yo. No dije esto antes porque nunca había sido capaz de subirme a un avión para ir a luchar por lo que consideraba mío, pero contigo es diferente. No sé qué tienes tú que vences al resto del mundo, o si es que yo soy otro, una especie de mejor versión de mi pasado. Y lo chistoso es que al respecto me hizo caer en cuenta una de esas mujeres por las que debí ir a otro país y no fui. Cuando le conté nuestra historia, lo único que me dijo fue que si no me había dado cuenta de que yo me tenía que ir de Colombia.

No es fácil hacer algo que nunca antes se ha hecho por culpa del miedo, ni siquiera es fácil decirlo. Y da miedo porque se trata de una apuesta, nunca sabes qué va a pasar cuando la puerta se abra al otro lado del mundo, pero a veces es lo que toca. Por ti cogería ese avión que no cogí antes no solo porque valgas la pena sino porque, tarde o temprano, el amor te hace coger un avión.

Lee todas las columnas de Adolfo Zableh aquí.