Amenazados por convivencia
Por Odette Chahín

El amor se puede multiplicar o dividir en pequeños periodos de convivencia con la pareja.
Esta situación nos resulta bastante familiar porque, para nuestra desgracia, la mayoría de príncipes se convierten en sapos, cerdos y perros en aquellos periodos breves de convivencia. En la época de nuestras abuelas no existía la posibilidad de convivir con el novio un fin de semana de paseo; la gente se casaba sin la ‘probadita’, incluso había novios que se conocían en la iglesia, el día de su matrimonio.
Gracias a Dios, a la modernidad y a la liberación femenina, hoy en día uno tiene la posibilidad de experimentarlo todo antes de decir “acepto”, y si nadie se arriesga a comprar un carro sin manejarlo antes, con las parejas uno es aun más meticuloso; es precisamente en esos periodos de prueba (llámese cuando no hay moros en la costa, en vacaciones o paseos) cuando uno decide decir “next” o “¿cómo te gustan los huevos?” a la mañana siguiente.
La convivencia es como un preview de lo que puede llegar a ser la vida en pareja, es aquel tiempo sin interrupciones para conocerse mejor, compartir las sábanas, el desayuno, el baño y hasta el control remoto. En la convivencia sucede lo mismo que cuando uno ve los avances de las películas, según lo que uno observe, decidirá rápidamente si va a ver la película al cinema o si prefiere no gastar su tiempo ni su dinero en una cinta que pinta mala. Y, como en el cine, hay candidatos que se ven bien y prometen, pero que resultan ser todo un hueso.
Cuando uno está conociendo y conviviendo con una persona, puede reaccionar de tres formas: a) los enceguecidos de amor, que ven perfecto todo lo de su pareja, ésos se acomodan a su antojo mientras dure el efecto de embobamiento, ¡perdón!, enamoramiento; b) los que toman nota de las creencias y costumbres de su pareja que van en contravía de las suyas y deciden bajarse de ese tren pronto; c) finalmente, los que piensan que su pareja es un brillante en bruto, que se puede pulir y cambiar tan fácilmente, como si fuera una llanta.
Una cosa es salir con alguien y otra cosa es vivir con ese alguien, por eso, la convivencia es un arma de doble filo, porque uno se ‘emboba’ por completo mostrando sus valores, hábitos y costumbres, y eso es mucho más difícil que quitarse la ropa. A fin de cuentas, uno se puede acostumbrar a que el personaje lo tenga chiquito en la cama, mas no así a que tenga chiquita la moral.=
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