entrevista

“Cambiar el apellido Uribe por Fajardo”

, 15/12/2009

El aspirante a la presidencia, Sergio Fajardo, habla del cadidato, del hombre y de todos los colombianos que se reunen con él.

Yo vengo de un mundo donde la apariencia física no tiene nada que ver con lo que hago. - Foto:

Hablemos del mito que hay con usted: las mujeres sostienen que es el candidato “papito”, ¿por qué esa fama con las mujeres?
Yo vengo de un mundo donde la apariencia física no tiene nada que ver con lo que hago, porque la actividad mía siempre fue estar en el mundo de la ciencia, pensar y hacer un trabajo intelectual, y por eso, me siento un poco incómodo cuando pasamos a lo público, me hace sonrojar.

Otro, es una especie de karma que tienen hoy los paisas en la política… y resulta que usted es descendiente de boyacenses…
Mi abuelo paterno era de Tunja, mi bisabuelo paterno era de Chiquinquirá, pero yo nunca me he movido por ser de una parte o de otra, yo me vine muy joven a vivir y a estudiar a Bogotá, me casé por primera vez con una bogotana, mis hijos nacieron aquí. No veo el mundo desde la perspectiva “de dónde soy’, sino la de “cómo nos relacionamos”, y si la ciencia es un lenguaje universal, yo soy un paisa universal, por eso, me interesa más la calidad del trabajo. Naturalmente, quiero a Medellín, y le digo a la gente: quiera a su tierra, pero sin pasar esa línea de tener sentido de pertenencia a un regionalismo que pasa la línea de la tontería, entonces, no me defino en función del lugar de nacimiento.

¿Qué hace un matemático puro metido en la política?, ¿eso no es incompatible?
Pues, no es común. Siempre me ha interesado lo público, mi vida nunca fue unidimensional en el sentido de la ciencia y sólo la ciencia. Desde muy temprano tuve claro que quería estudiar Matemáticas: me vine a Bogotá a la Universidad de los Andes, hice la maestría, luego un doctorado en la Universidad de Wisconsin, y después regresé a Colombia.
He sido una persona privilegiada porque tuve puertas abiertas –una razón fundamental por la que estoy como estoy en el terreno individual–, lo cual en una sociedad tiene que ser un derecho y no un privilegio, pero siempre he creído que no se puede depender de una condición social, sino de una justicia social y, por eso, le he puesto la vida a la ciencia, a la innovación, a la educación pública, para construir una sociedad justa.
 
Durante años participé en el Consejo Nacional de Ciencias Básicas, escribía artículos en El Espectador, en Dinero, en El Colombiano; pero después de todo, terminaba diciendo que debería hacer algo más… y con un grupo de Medellín aceptamos una realidad que es muy clara: son los políticos los que toman las decisiones más importantes, gústenos o no nos guste, y yo hacía parte de los que no les gustaba la política. Ahí tomamos una decisión: o nos quedamos toda la vida quejándonos, o nos metemos a la política. Yo lideré ese proceso hace diez años, y dijimos: vamos a participar en política, vamos a construir un movimiento cívico independiente, vamos a llegar al poder y allí, en lugar de estar diciendo debería ser, vamos a decir, así se hace. Entonces no es el paso del matemático al político, sino de una persona consciente de cuál es la sociedad en que vive.

Acudo al racionalismo del matemático y a lo especulativo del político, ¿por qué Colombia es un país tan violento?
Nosotros somos un país que ha estado cercado por la violencia, si uno repasa su historia, siempre ha habido narcotráfico, guerrilleros, paramilitares, corruptos, terroristas, de todo. Al mismo tiempo, somos un país paradójico, porque Colombia tiene otras cualidades: siempre he insistido en que es un país de sobrevivientes, que resisten y tienen capacidad de adaptarse, son creativos y alegres. Yo no creo que seamos violentos como colombianos, pero la violencia tiene una herramienta utilizada de manera eficaz, y quienes la han usado, han tenido poder, y al mismo tiempo, es una forma de resolver de manera tramposa los conflictos; es una mezcla rara, pero es cierta.

Vuelvo al matemático y al político. ¿Habrá una fórmula, por compleja que sea, para que en Colombia algún día haya paz?
Tiene que haberla, y nosotros tenemos que ser capaces de encontrarla. Lo pongo así: en matemáticas ha habido problemas que parecían desafiar las inteligencias más poderosas, y siempre llegó alguien que fue capaz de demostrar ese problema que era “¿esto se podrá?”; y eventualmente llegó a “yo creo que se puede”. Yo no tengo duda. Pero un componente importante de nuestra propuesta es empezar a escribir la página del talento de la gente en Colombia, hacerle una apuesta definitiva a la educación, a la calidad de la educación, a la innovación, al emprendimiento, a la cultura, empezar a escribir esa página que es lo que nunca nos van a robar, porque la gente tiene talento independientemente de la condición social, si empezamos a escribir esa página decididamente, Colombia le va a bajar mucho a la violencia. Cuando a una persona le abrimos la puerta para que pueda desarrollar su capacidad, va lejos de la violencia. Esa es mi convicción profunda después de tantos años.

La mujer, como los hombres, están estudiando en serio por parejo. ¿No sería una fórmula equilibrada que 50% de un gabinete fuera hombres y 50% mujeres?
Yo creo que allá tenemos que llegar. Es difícil, porque el mundo de la política está asociado, con excepciones, con la agresión, la confrontación; la política está asociada con poder, que es lo que suscita todas las pasiones de las guerras, y siempre ha sido un mundo masculino; es una barrera; entonces, detiene a las personas y, sin duda, más a las mujeres, que no entran con esa cultura bélica, por eso, es un esfuerzo que tenemos que hacer, tiene que ser parte de un proyecto de educación el reconocimiento del valor de las mujeres.

A diferencia de nuestra época, hoy más del 50% de los muchachos son producto de padres separados. ¿Por qué?
Es una pregunta dolorosa. Creo que en el mundo hay más libertad, e independientemente de cualquier factor, ahora hay una especie de voto en el sentido de decir: “este es su destino y así tiene que ser, pase lo que pase”, esto ha roto muchas barreras, ya existe una concepción más individual de lo que es el desarrollo de cada persona, de su placer, de sus intereses y eso llega, sin duda, a la estructura familiar, que era cerrada, pero era una cultura donde había un papel de sometimiento y yo creo que esa idea ha sido revaluada, estamos hablando de más libertad, de mayor formación de las mujeres y eso afecta la vida de las personas en el día a día.

¿Cuándo tendrá Colombia una presidenta?
Creo que muy pronto, hay mujeres muy valiosas en el país, y hace falta que entren más de ellas a la política, porque el talento está, la capacidad está; yo creo que en menos de 20 años debe haber una presidenta en Colombia.

A las parejas homosexuales hay que reconocerles todos sus derechos, pero, ¿está de acuerdo con que puedan adoptar hijos?
Yo creo en la libertad y siempre respetaré la decisión de cada cual, a quién quiere y cómo lo quiere, y eso hace parte de su fuero íntimo. Tal vez, todavía nos falta estudiar mejor qué significa su educación como pareja, para entenderlo culturalmente, y creo que este es el tipo de cosas que no se pueden imponer de una vez sobre toda la sociedad: una cosa es que yo la mire como individuo y otra que se convierta en una regla para todos, estamos evolucionando y sospecho que allá se llegará. Particularmente, tengo la mente amplia a partir del respeto por las personas. La sociedad tendría que apostarle a esto.

¿Cuál sería el consejo para nuestra juventud, tan desapegada de la política?
Es natural que haya ese desapego, es entendible el desprecio por la política. Han pasado tantas cosas en la política, y la corrupción, de nuestro país, que eso aleja a la gente, y es paradójico, porque necesitamos de la política para hacer las transformaciones. Hoy, cerca del 70 por ciento de la gente no se identifica con ningún partido, las instituciones que tienen la imagen más desfavorable son el Congreso y los partidos políticos, a los funcionarios públicos solamente les cree el 15 por ciento. Vea la paradoja: a quienes menos les creemos, en quienes menos confiamos, a quienes menos respetamos, son los que toman las decisiones. Entonces, yo les digo: hay que votar, hay que participar, hay que enterarse de lo que pasa, porque las decisiones más importantes las toman los políticos. En ese sentido, yo me asumo como pedagogo, y la mejor forma de enseñar será siempre con el ejemplo, y eso trato de hacer, pero es difícil capturar la atención de jóvenes, hombres y mujeres si ven el mundo de la política como algo desagradable.

¿Qué les aconsejamos?, ¿qué les decimos?
Que tengan todos los órganos de los sentidos alerta, que miren y escuchen con mucha atención lo que viene de nosotros. Pero pueden quedar muy mal educados si no hacemos una política distinta en Colombia, y esa es la responsabilidad de los que nos metimos en esto, porque estamos llegándole a un montón de gente, es un proceso muy grande; la decencia siempre gana.

La pregunta inevitable, ¿si no es Uribe, quién es?
Yo no tengo la menor duda, y me da pena ponerlo, es compromiso ciudadano por Colombia, es nuestro movimiento, el que estamos construyendo y que va a cambiar el apellido Uribe por Fajardo; para eso estamos.=