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Como sacada de un cuento

Laura Samper Blanco, 14/7/2011

La exreina, modelo y actriz, Yeimy Paola Vargas, habla acerca de su debut en la televisión, de su noviazgo con Jaír Romero, el protagonista de El Joe, la leyenda, y de esa historia de Cenicienta que la convierte en una mujer de gran valía.

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La primera vez que Yeimy se montó en un par de zapatos de tacón tenía 18 años. Acababa de ser designada como representante del barrio Chapacuá al Reinado de la Independencia de Cartagena, que todos conocen como ‘Popular’. Curiosamente, casi no sale elegida porque ninguno de los del comité del barrio la había visto antes y, por ende, no le creían que viviera ahí. La razón de semejante afirmación –ante la cual la madre, Alba Gómez, tuvo que intervenir presentando los papeles de propiedad de la casa– es bien justificada: sus padres rara vez la dejaron jugar en la calle como lo hacían todos los niños de la cuadra: “Era imposible que me vieran si me mantenían encerrada en la casa”, dice Yeimy mientras la maquillan para las fotos que acompañan este artículo.

Y, ¿cómo no la iban a cuidar?, si es la única hija de Alba y Manuel Vargas, ella, operaria de la camaronera Vikingos de Colombia, él, empleado de la Perfumería Lemaitre de Cartagena, que siempre le dieron todo a su niña consentida. Las fiestas de sus cumpleaños eran famosas entre los amigos porque siempre había piñata, helado y sorpresas. Yeimy iba al colegio en el bus de la institución, mientras que sus vecinos iban en servicio público. Pensar en lo sabroso que debían pasar sus compañeros la mortificaba. Recuerda que una mañana aprovechó un descuido de su padre y se montó con sus ‘vales’ en la buseta. Segundos después, llegó la ruta y Manuel se dio cuenta del engaño. Alcanzó el bus a una pocas cuadras, sin camisa y despelucado, y un “¡te bajas!” fue suficiente para que ella descendiera por la puerta de adelante para subir, con la cabeza agachada, al transporte escolar que la esperaba.

Entonces, dice, atacada de risa, que agradece mucho al reinado porque fue lo que la ayudó a salirse de su casa a los 18 años. Ese mismo año se trepó en sus primeros tacones, cuando un peluquero del barrio Manga le propuso que fuera reina popular. “Yo no sé manejar esos zapatos”, le respondió. Pero lo pensó mejor, sus padres pasaban por una mala situación económica y no era la primera vez que le ofrecían participar en un concurso. Muchos interesados ya habían ido a su casa a proponerle al señor Vargas, pero él siempre se oponía. Decía, en aras de cuidarla, “¡no, hombe!, si esa pelá es muy maluca”. Además, ¿qué sabía ella de vestidos, maquillaje, peinados y calzado si desde los 9 años dedicó su vida al baloncesto? “Alcancé a formar parte de la Selección Colombia”, cuenta orgullosa.

El corazón
Su novio, Jaír Romero, que por estos días personifica al Joe Arroyo, levanta la mirada de un libro de García Lorca que lee mientras ella posa para el fotógrafo, y la oye contar la historia de cómo se ganó ese primer concurso para luego ser elegida como Señorita Cartagena. Era la primera vez que esto sucedía en una ciudad tan clasista y racista y en un concurso eminentemente elitista. Yeimy participó así en el Concurso Nacional de Belleza en el que, en una decisión para muchos injusta, fue coronada como Virreina Nacional, en el 2003. Representó a Colombia en Miss Internacional, el tercer reinado más importante del mundo, y ahí fue el desquite. Se alzó con el título, el cetro y la corona. Era la primera vez en 44 años de realización del certamen que una mujer de raza negra salía victoriosa.

Yeimy y Jaír se conocieron hace dos años en el casting de la novela en la que ambos trabajan. La atracción fue inmediata. Cuenta ella, quien hace el papel de Adela, la primera esposa del cantante, que en las escenas de besos y contacto físico la cosa se sintió real desde el comienzo. La química es evidente. Los dos llevan anillos artesanales de hilos de colores en los pulgares y pulseras idénticas en sus muñecas. Ella lleva un anillo con un diamante. Algunos medios de comunicación han especulado que ya se casaron o están comprometidos, ellos sólo dicen, con una sonrisa, que algo se traen entre manos.

Por su propio mérito
Antes de pararse frente a las cámaras de televisión, se preparó dos años con el maestro Mauricio Rusquine: “No me gané el papel por ser la reinita, me lo gané porque fui la mejor”, afirma tajante. Ella piensa que superó a actrices con más experiencia como Viña Machado y Katherine Porto, quienes también se presentaron al casting, porque sintió que el papel era suyo desde el comienzo. En serio lo quería. Confiesa que no se va a sentir una actriz de verdad hasta que no interprete con éxito a una mujer que no sea costeña. Y se está preparando para hacerlo. En tanto sucede esto, también le dedica tiempo a un nuevo proyecto que tiene con la preparadora física Gabriela Ramírez: una empresa para preparar reinas. Yeimy recuerda la primera vez que llegó a Bogotá, con menos de 20 años, y se sintió sola y desamparada. Es consciente de la importancia de una buena formación para una candidata y recuerda, con una sonrisa, por las que pasó antes del Concurso Nacional.Su profesora era Diana Neira quien, con un método muy eficaz de enseñaza, organizaba tes y comidas, a los que invitaba a las reinas que estuviera preparando para que practicaran lo aprendido. Pensando en ese proceso, y ya con bastante experiencia, desde hace un tiempo llegan a su casa aspirantes a reinas que ella adopta por unos meses mientras las prepara. Como ya se les creció el negocio, andan buscando una casa grande.

Maquillada y peinada, ¡divina!, entra al vestier en tenis y sudadera. Unos minutos después sale con un blazer fucsia sobre un vestido anaranjado, y va montada en unas sandalias de cerca de 15 centímetros de altura. Le retocan el peinado y con un paso firme y seguro camina hacia el set, donde se para y hace una de los cosas que mejor sabe hacer: posar, como pocas, frente a una cámara fotográfica.

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