palabra hombre

¿De qué hablan los hombres del maní?

Revista Fucsia.com, 15/4/2009

Este es un vistazo a esos personajes VIP de las salas especiales de los aeropuertos.

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Por razones de mi oficio como publicista, y por aquello que vulgarmente se llama “visitar a los clientes”, tengo muchas millas como viajero frecuente, categoría que me he ganado valerosamente por trashumar diferentes rutas nacionales, a razón de 500 millas por trayecto.

Eso quiere decir, que sumo unas 45 mil millas cada año, producto de ir y venir, casi una vez por semana, a mi ciudad. El premio ha sido excelente: una tarjeta de viajero frecuente platino que me permite hacer cara de serio y colarme en las llamadas salas VIP, confeccionadas para alojar en los aeropuertos, durante poco tiempo, a las very important persons. Además de ser un montón de micro viajes en los que he hojeado todos los diarios de provincia, he leído todos los best-sellers, casi me ha aprendido las canciones favoritas de mi iPod y he visto cómo rotan las azafatas de la aerolínea, me he vuelto un experto en analizar cómo actúan “los hombres del maní”.

Les digo “los hombres del maní” porque no es sino que se registren en el counter de la sala VIP para que corran atraídos magnéticamente a las cocinetas autoservicio atestadas de pequeños sobres con maní. Muelen frenéticamente entre sus molares, sobres y sobres de maní, hasta que regresan sedientos por alguna bebida que les permita apaciguar en sus gargantas toda la sal del fruto seco. Aguantarse la movida de los aeropuertos cada semana es un trabajo que debe tener una grata recompensa y para mí es poder ver cómo actúan y se desenvuelven “los hombres del maní”. Sí, esa es mi única recompensa, porque las millas que me darían los trayectos, las tengo que entregar a un fondo empresarial que dona viajes al final del año a las Pymes más necesitadas. Esa debió ser una idea creativa de una socia de la empresa para meternos en el cuento de la responsabilidad social empresarial, versión agencia de publicidad.

Pero volvamos al comportamiento de los viajeros frecuentes de las salas VIP. Cuando uno está conectado a un iPod, puede manipular el volumen y poner ojos de perdido, así da una sensación de que no le pone atención a lo que sucede a su alrededor. En especial a las conversaciones que escucha.

Y en las salas VIP encuentra a todos esos personajes que ciertamente llevan el peso de la economía y la política nacional. Todos son influyentes en su nivel, y quienes no lo son, aparentan serlo hablando con más volumen de la cuenta, para comentar que vienen de reunirse con el presidente de tal banco, el embajador de algún país o que tienen cita con uno u otro ministro antioqueño. Es la fauna nacional reunida durante un lapso de una o media hora, mientras toman un vuelo para sus lugares de negocios.

Un buen día, entrando a la sala VIP del aeropuerto de Medellín, me encontré con una simpática situación que recrea lo que en estos lugares sucede: un hombre ya veterano (de edad definida entre 55 y 65 años) levantaba su voz con vibrato uribista para advertirle a la joven del counter que él merecía estar en esa sala más que cualquiera de esos jóvenes lagartos que estaban comiendo maní y bebiendo whisky.

El personaje creía aun que las jóvenes del pasabordo tenían la obligación de reconocerlo sin presentar la cédula o al menos al dictar su nombre, porque había sido presidente de Fabricato en los años 70. En otra ocasión, fui testigo de cómo un personaje de muchas millas, producto de viajes frecuentes a Miami y Madrid, arremetía contra las mismas jóvenes, para que dejaran ingresar a la sala a sus acompañantes de botas, implantes, extensiones y maletas Tous, sin revisarlas.

La moraleja del cuento es que las very important persons de hoy son otras, ni mejores ni peores, son sólo las que más se suben a un avión sin importar qué están haciendo para mover al país político y económico.